Texto: Alejandra Láquesis en Fantasía austral
Imagen: Fantasy art
Si Dahl exhibe un acercamiento tenue a la Fantasía y Lewis potencia la Baja Fantasía, Michael Ende aborda el género no sólo desde su modalidad de mayor inmersión (Alta Fantasía), sino también desde la más compleja metafantasía, que cuenta una historia que es a la vez una reflexión sobre la esencia misma de todas las historias.
Conocido por sus polémicas declaraciones hacia la sociedad, la política y, naturalmente, hacia la propia LIJ, Ende no hace sino exponer discursivamente algunas de las verdades que podemos leer en su literatura:
Estoy convencido de que un libro infantil, debido justamente a la porquería, al desamor, a la fealdad que se vierte sobre los niños por dondequiera que se mire, ha de ofrecer a sus lectores algo que ellos consideren hermoso y que puedan amar. Ninguna otra cosa es importante, pues sólo de eso pueden alimentarse espiritualmente los niños.
Aquí me centraré en su obra mayor, La Historia Interminable, acaso una de las mejores obras de Fantasía jamás escrita… y rotulada como LIJ. Ésta cuenta la historia de Bastián, un niño víctima de matonaje y con conflictos familiares con su padre, que encuentra un misterioso libro en una librería. La novela se divide en dos líneas narrativas marcadas con tintas de distinto color: una se enfoca en la experiencia de lectura de Bastián, mientras que la otra nos muestra a nosotros, lectores, la historia que el niño está a su vez leyendo, la de un mundo llamado Fantasia que se encuentra en peligro a causa de la degradación del concepto de ficción que está teniendo la gente común. Ambas líneas se entrecruzan cuando Bastián descubre que sus pensamientos y sensaciones ante la lectura influencian lo que está leyendo, y que Fantasia necesita de su ayuda, en tanto lector que aún cree en la ficción, para salvarse de la destrucción.
Hasta ese punto tenemos una estupenda novela metaficcional, en la que la Fantasía representaría el poder de la ficción para maravillar a niños (y adultos), demostrando de manera concreta cómo el placer del lector nos puede, literalmente, adentrar a mundos desconocidos en los que nuestra lectura tendrá gran relevancia para su existencia y existencia. Sin embargo, esa podría ser la historia que podría contar —con mayor o menor calidad— cualquier persona apasionada por el fomento lector y con nulo interés o comprensión por la desgarradora esencia de la Fantasía.
Ende, por supuesto, no terminó el libro ahí.
La segunda parte de esta historia narra la conversión de Bastián en un héroe de ese mundo secundario, haciéndole adquirir todo el poder y cariño que nunca pudo obtener en el propio. Es decir, aquí la Fantasía asume el rol que la gente que la critica le ha asignado por años: escape y huida.
Sí, es cierto que parte de nuestro interés por estos universos inexistentes es porque sentimos que en ellos podríamos al fin ser quienes no hemos podido ser aquí. Es algo muy natural de sentir en la niñez, sobre todo si somos como Matilda o Bastián, niños que se saben distintos a todos los demás y que se ven arrojados completamente a solas al desafío de hallarse su propio lugar en el mundo, uno que parece tan hostil, mediocre y ridículo. Por supuesto que Narnia, la Tierra Media o Fantasia parecen mejores destinos que nuestra inmunda sociedad, porque en ellos sí hay sinceridad y verdad. Cuando uno es niño, débil y totalmente solo, no está en condiciones de comprender fácilmente hasta qué punto el verdadero desafío —la verdadera gracia— consiste en ir a estos universos y volver con las manos colmadas de esperanza para hacerlas florecer aquí, en esta tierra yerma. Y es precisamente por ello que La Historia Interminable es un libro tan importante para la infancia: porque nos demuestra que esto es posible y por qué es necesario hacerlo.
Bastián corrompe el poder de la Fantasía en su ambición y se extravía en sí mismo, o más bien, en los fragmentos de esa ilusión que ha volcado sobre su verdadera identidad, llegando incluso a enfrentarse a su amigo Atreyu, protagonista de la novela que el niño estuviera leyendo. Bastián pierde su Nombre y con ello su origen y esencia, sus recuerdos de su vida real con su padre. El mundo de Fantasia, aunque rescatado gracias a él, no le pertenece. ¡No debe estar ahí! Entonces la historia da un vuelco y Bastián debe luchar por recuperar su naturaleza original y regresar a su realidad, al comprender que nada de lo que pueda obtener en Fantasia puede reemplazar su amor por su padre.
Y eso es, quizá, lo más hermoso de esta historia llena de belleza: el desesperado y crudísimo viaje de regreso, que en el fondo es la esencia de la Fantasía como género, la historia de una ida y una vuelta. Bueno, eso y el hecho de que, al cerrar La Historia Interminable de Michael Ende, con todas sus historias a cuestas, sintamos que sí, que nosotros también hemos logrado traer de Fantasia el Agua de la Vida, y que en realidad la historia continúa… para siempre.
Aunque sólo sea por esta maravilla de obra, Ende debería estar considerado como unos los escritores imprescindibles en cualquier biblioteca de ficción, más aún en la de un fantasista o aspirante a autor del género. Afortunadamente, y como no podía ser de otra forma, la producción literaria de Ende está llena de obras notables y sumamente desafiantes para el público infantil (y no infantil, por supuesto).
Entre las más conocidas está Momo, entrañable historia de una niña que, en su disposición para oír a las personas, consigue que éstas logren encontrar su potencial y liberarse de las estúpidas obligaciones de la sociedad contemporánea. La novela expone una descarnada crítica hacia el consumismo y la sensación de que nunca hay tiempo para hacer nada, por la necesidad de trabajar para amasar dinero y comprar casas, autos, juguetes, entre otras porquerías. Sin embargo, este mensaje no asume en absoluto la forma de un panfleto, porque no está narrada con el propósito de persuadir a los niños para que no sean tan caprichosos, sino más bien para mostrarles cuánto se puede disfrutar la vida siendo como la sencilla Momo, que con su sola presencia logra despertar la imaginación de sus amigos.
Otros trabajos destacables, pero mucho menos conocidos, son La Escuela de Magia, El largo camino a Santa Cruz, El Espejo en el Espejo, La Prisión de la Libertad y El Teatro de las Sombras… Pero esas son otras historias y deben contarse en otra ocasión.
Finalizado este extensísimo recorrido a algunas de mis obras predilectas en LIJ fantástica, es fácil trazar puntos entre ellas que permitan delinear una constelación de sentido. Todas concuerdan en que el niño no es un ser menor ni incompleto, al que hay que guiar de la mano en la narración con valores, instrucciones o concepciones digeridas y falsas de la vida. Por el contrario, todos estos autores conciben a los niños como lectores exigentes, para quienes el placer de una historia reside en su capacidad para conectar emocionalmente con sus mundos, aventuras y personajes.
0 comments:
Publicar un comentario