10.4.14

Cuando la ficción es un modelo para la realidad

Texto: Federico von Baumbach en Imaginari



Un recorrido por la vida y la producción intelectual de uno de los autores más interesantes y, a su vez, cuestionados de la literatura contemporánea. Artículo extraído, con autorización de los editores, de Lea. Revista de libros y cultura (Año 5, N° 33; Buenos Aires, abril de 2005). Imaginaria agradece a Carlos Santos Sáez, Director Periodístico de Lea, las facilidades proporcionadas para la reproducción de este texto.

"Yo sólo quiero contar historias, es lo único que me interesa. Sobre la literatura pesa, desde hace treinta o cuarenta años, la prohibición de contar grandes historias", afirmaba Michael Ende en una entrevista concedida a un periodista alemán (Josef Beuys) en el año 1985.


Las grandes historias dentro de la obra literaria de Ende refieren a temas presentes en su literatura que trascendieron y trascienden a través de diferentes generaciones. La idea de metamorfosis del hombre a través del tiempo, la propia concepción del tiempo como un enigma a investigar y reflexionar, la libertad ( o la búsqueda de ella), la posibilidad y la importancia de poder decidir, la memoria, el dolor, el olvido, la deshumanización y la indiferencia presentes en el modo de vida capitalista, el cuestionamiento de la existencia de Dios, la obsesión, la muerte, la búsqueda incansable de la felicidad, el destino, el azar, la necesidad de crear ilusiones en las personas para darle un sentido a su existencia (sobre todo a través de la magia). En definitiva: la capacidad del ser humano de poder imaginar "otros mundos" dentro de éste.

Michael Ende nació en Baviera, en 1929. Su padre, Edgar Ende, era un pintor surrealista bastante reconocido y respetado en su país. Desde pequeño, Ende tuvo la influencia artística de su familia, en especial de su padre, en un entorno marcado por la afluencia de escritores, pintores y escultores, que le brindaron una educación y una formación humanística que más adelante definiría su estilo como escritor. "Ya de pequeño aprendí todas las teorías (también aquellas que hoy en día son revolucionarias) sobre el arte y la literatura", señalaba posteriormente el autor alemán. Pero todo ese clima familiar que influyó en la vida de Ende desde temprano, comenzó a zozobrar a partir de la llegada al poder de Hitler y el nacionalsocialismo, en 1933. Su padre fue reclutado en el ejército nazi para combatir en la Segunda Guerra Mundial. Y hasta el propio Michael estuvo también cerca de enrolarse en 1945, cuando Alemania caía derrotada ante el poderío de los países Aliados. Finalmente desistió ante la derrota inminente de su país en la contienda bélica. Sin embargo, esas experiencias lo marcaron profundamente. Y llegaron a despertar en el futuro escritor, la necesidad de construir su propio universo, donde estuviera presente el deseo de belleza, humanidad y armonía. Deseo que se concretaría a lo largo de su extensa producción literaria, que empezó a desarrollarse luego de su paso por el teatro.

En 1940 entró al Teatro de Cámara de Munich, donde estudió cinco años hasta que decidió ser un actor profesional. Pero las inestabilidades laborales propias del oficio, más su poca dedicación, lo llevaron a su abandono definitivo a comienzos de los años 50. Empezaba a gestarse, entonces, su verdadera vocación: ser escritor.

A principios de 1960 se publicó su primera obra titulada Jim Botón y Lucas el maquinista (1), después de varios rechazos por parte de los editores. Por aquella época, la literatura realista tenía en Alemania un lugar privilegiado. La obra de Ende era criticada por no estar a la altura de un arte que, supuestamente, debía tener un compromiso social y político con los acontecimientos que ocurrían por aquellos años de posguerra. Por su parte, Ende defendía su posición afirmando que la fantasía, o la literatura fantástica, no debía ser pensada como un medio de evasión de la realidad, sino como parte esencial de la misma. "Reinaba el debate del escapismo. La crítica oficial afirmaba que sólo los libros de efecto didáctico en política y en la crítica social constituían la verdadera literatura. Todo el resto era descalificado como literatura de evasión. Sobre todo, por supuesto, la literatura fantástica", enfatizaba. El libro finalmente se publicó, obteniendo el premio Deutscher Jugendbuchpreis al mejor libro infantil alemán. El relato cuenta las aventuras de un chico que llega a una isla sobrepoblada en la cual vive y crece hasta que un día decide irse. Lucas, el maquinista de la historia, lo acompaña en su travesía, recorriendo juntos en su locomotora un mundo donde se vincula permanentemente lo real y lo fantástico.

Pese al éxito del libro y la aceptación del público (sobre todo por parte de los más chicos), la intelectualidad alemana atacaba aquella idea peculiar que tenía el escritor acerca de la literatura, que parecía influir de forma "nociva" en las mentes y en las conciencias de las futuras generaciones. Ende, sin embargo, seguía defendiendo el tipo de literatura que expresaba su primer libro. Fue entonces cuando cansado del asedio de la crítica, decidió trasladarse, junto a su mujer, a una pequeña localidad de la Campania, al sur de Roma, En aquel lugar empezaría a esbozar una de las novelas más destacadas de toda su carrera, Momo.(2)


El largo camino al éxito

El origen de Momo debe buscarse en un antiguo proyecto televisivo y cinematográfico que estaba, en principio, alejado de toda propuesta literaria. Como ha señalado el autor en algún momento: "La ZDF me había pedido que adaptara un libro infantil para la televisión. Pero yo preferí escribir una historia propia. De modo que me senté y escribí una historia para el cine de una hora de duración sobre Momo y los Hombres Grises, que roban el tiempo a las personas. La película nunca se rodó, pero la historia se me quedó metida en la cabeza. Al cabo de un tiempo mi mujer me la recordó y así surgió el libro en mi casa de Italia."

Momo combina, con gran precisión, elementos de la realidad y la fantasía. Además, plantea una severa crítica a la sociedad de consumo. Dos ejes centrales recorren la trama. Por un lado, el ahorro del tiempo —en manos de los Hombres Grises— como forma de alcanzar un ideal de progreso que nunca llega, produciendo, de esta manera, un proceso de deshumanización en el vínculo entre las personas. El tiempo debe ser administrado de tal forma que no debe dejar lugar para el pensamiento y el esparcimiento. No debe dejar espacio para la libertad, parece plantear la novela. Por otro lado, muestra la incesante acumulación de bienes materiales en que suelen embarcarse las personas, sin garantizar, pese a ello, una mejor calidad en sus vidas.

El libro tardó seis años en concretarse (se editó en 1974), pero el éxito no fue inmediato después de su publicación. "Momo fue prohibido inmediatamente. El libro se consideró contrarrevolucionario y subversivo hasta que dos años más tarde salió una edición soviética. En vista de ello Momo fue impresa también en la República Democrática Alemana", sostenía Ende por aquellos años. Pero la novela llegó a trascender en toda Europa con diversas traducciones y publicaciones, hasta llegar a nuestro continente a través de la editorial Alfaguara. Momo recibió varias distinciones. Entre ellas el prestigioso premio Deutscher Jugendbuchpreis al mejor libro juvenil alemán, en 1974.

En 1985 Momo fue llevada al cine, pero su repercusión fue moderada. Se rodó íntegramente en la ciudad de Roma bajo la dirección de Johannes Schaaf, quien también escribió el guión junto a Rosemarie Fendel. El elenco estaba conformado, entre otros, por los actores Bruno Stori, Leopoldo Trieste y Mario Adorf. Contó, además, con la participación especial de su propio autor.

El nivel de difusión que alcanzó Momo, significó para ende la ratificación de su pensamiento acerca de la literatura: la ficción necesariamente debía tener un vínculo directo en el plano de la realidad fáctica, política o social. Que en última instancia las historias fantásticas referían a su época, de algún modo había quedado en evidencia tras la prohibición de Momo. Ende conocía bien la forma de enmascarar, tras la fachada de una fábula aparentemente desvinculada de su contexto, su punto de vista sobre las problemáticas de su tiempo. Así, el ascenso de ese lenguaje fantástico, expresado a través de la literatura, tuvo quizás su máxima expresión con una novela que renovó las pautas del género infantil y juvenil. La obra se titulaba La historia interminable (3). Bastián Baltasar Bux, el protagonista de la historia, es un chico que logra robar de una librería un libro que le resulta sumamente atractivo. Para leerlo decide, entonces, esconderse en el desván del colegio en el que estudia. A medida que va transitando por sus páginas, el personaje es invitado a participar en la aventura de salvar el reino de Fantasía, e incursiona en ese universo junto a Atreyu, Fújur (el dragón blanco de la suerte) y la Emperatriz Infantil. "Cada novela que produzco —contaba Ende en referencia al proceso de creación de La historia interminable— es una realidad de palabras. Cuando, a pesar de esto, el lector dice que eso le recuerda una situación específica, tanto mejor. Entonces la creación, por decirlo de alguna manera, es un modelo para la realidad."

Pero el gran "salto" de la novela se produjo a partir de su llegada al cine. Desde su incursión en el séptimo arte, la obra se tradujo a más de 35 idiomas y vendió miles de ejemplares en todo el mundo. Michael Ende fue invitado a distintos congresos, encuentros y seminarios, para debatir acerca de su pensamiento sobre la literatura infantil y el concepto de fantasía, trabajado a lo largo de toda su trayectoria literaria.

La historia interminable se filmó en el año 1984, bajo la dirección de Wolfgang Petersen, quien también escribió el guión junto a Herman Weigel. La fotografía estuvo a cargo de Jost Vacano, con efectos especiales —de gran calidad— de Brian Johnson y música de Klaus Doldinger. La producción de la película quedó bajo la responsabilidad de Bavaria Studios. Sin embargo, a pesar de su gran producción y el éxito comercial inmediato que tuvo, el escritor no quedó conforme con el resultado final del proyecto. Después de su estreno, Ende entabló acciones judiciales contra la compañía y el equipo de producción del film. Argumentaba que la trama se apartaba del relato original. Pese a sus intentos, los resultados fueron inútiles ante el poderío —sobre todo financiero— de la industria cinematográfica. La filmación de La historia interminable 2, esta vez bajo la dirección del australiano George Miller, se concentraría en 1990. Mientras que la versión de La historia interminable 3 le fue confiada al director Peter MacDonald.

En 1985 regresó a Alemania, y se instaló en las afueras de Munich. Allí continuó escribiendo cuentos para chicos. Tranquila Tragaleguas. La tortuga cabezota (4), ilustrado por Agustí Asensio, fue uno de los más importantes, además de obras que tienen, por su estructura, una relación directa con el teatro. El teatro de sombras (5) —por citar un ejemplo— hace alusión al tema de la muerte.

Los años posteriores mostrarían una producción por momentos escasa en su originalidad. Libros como El ponche de los deseos (6) no alcanzarían esa conjunción de mundos fantásticos lograda con tanta precisión en títulos anteriores.

Pero pocos años antes de su muerte, Ende publicó un libro que rescata el mejor talento de su pluma. Y expresa, a su vez, la unión con parte de la historia literaria argentina. La obra se titulaba La prisión de la libertad. (7)


El vínculo con nuestra literatura

La prisión de la libertad es un libro que contiene ocho cuentos de los cuales se destacan dos: "La meta de un largo viaje" y "El pasillo de Borromeo Colmi". Ambos relatos tienen en común la referencia a uno de los escritores más importantes e influyentes del siglo XX, Jorge Luis Borges. Michael Ende sentía una profunda admiración por el escritor argentino, hecho que se demuestra especialmente en estas dos historias. "La meta de un largo viaje" cuenta la vida de un soberbio y melancólico multimllonaro (Cyril Abercomby) que se obsesiona con una pintura que ve durante una reunión. Sin saberlo, poco a poco dicha obsesión lo conduce indefectiblemente hacia el camino de la muerte. El autor del cuadro que produce el interés del personaje de la trama se llama Isidorio Messiú. Messiú es el apellido de una persona que presentó en Alemania —hasta el momento— la única tesis de doctorado sobre Borges. Por otro lado, "El pasillo de Borromeo Colmi" es un cuento autobiográfico dedicado al autor de Ficciones. El relato muestra varios aspectos referidos a la temática literaria de Borges: el tiempo, los laberintos y el destino de las personas como realidades siempre volátiles, que confluyen, en este caso, en la descripción del paisaje y la vida en la ciudad de Roma.

"Al escribir siempre entro en una grave crisis en la que, de repente, tengo que movilizar todas las energías. Energías que yo no sabía que tenía. Así experimento algo nuevo en mí mismo", argumentaba el autor de La historia interminable acerca de su vínculo con la escritura.

Después de todo, sólo se trata de contar grandes historias. Como lo hizo Michael Ende hasta su muerte, ocurrida en Munich el 28 de agosto de1995.



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Notas de Imaginaria
(1) Ende, Michael. Jim Botón y Lucas el maquinista. Ilustraciones de F. J. Tripp. Traducción de Adriana Matons. Barcelona, Editorial Noguer, 1962. Colección Mundo mágico.
(2) Ende, Michael. Momo. Ilustraciones del autor. Traducción de Susana Constante. Madrid, Editorial Alfaguara, 1978.
(3) Ende, Michael. La historia interminable. De la A a la Z con letras y dibujos de Roswitha Quadflieg. Traducción de Miguel Sáenz. Madrid, Editorial Alfaguara, 1982. Colección Juvenil Alfaguara. En Imaginaria publicamos un comentario del escritor Elvio E. Gandolfo sobre este libro.
(4) Ende, Michael. Tranquila Tragaleguas. La tortuga cabezota. Ilustraciones de Agustí Asensio. Traducción de María Teresa López. Madrid, Editorial Alfaguara, 1983. Colección Infantil Alfaguara.
(5) Ende, Michael. El teatro de sombras. Ilustraciones de Friedrich Hechelmann. Traducción de Marinella Terzi. Madrid, Ediciones SM, 1988. Colección Cuentos de la torre y la estrella.
(6) Ende, Michael. El ponche de los deseos. Traducción de Jesús Larriba y Marinella Terzi. Madrid, Ediciones SM, 1989.
(7) Ende, Michael. La Prisión de la libertad. Traducción de Genoveva Dieterich . Madrid, Editorial Alfaguara, 1994.



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