Texto: Rocío Arenas Carrillo en Noemágico
Imagen: cubierta de La historia interminable
El ouroboros es el dragón o serpiente que queda encerrada sobre sí misma al morderse o «comerse» su propia cola, es el símbolo que representa la unión del principio ctónico de la serpiente, y el principio circular del mundo celeste. Esto lo confirma el hecho de que en algunas imágenes es mitad negro y mitad blanco, significando la oposición de diversas nociones como el cielo y la tierra, el bien y el mal, el día y la noche, el yin y el yang, y de todos los valores que portan tales opuestos. En un manuscrito de alquimia, el ouroboros posee la mitad negra —símbolo de la tierra—, en comunión con la otra mitad blanca moteada de puntos que representan las estrellas —el cielo—, aunado a la metáfora celeste del dragón. En griego se denomina Ouroboros, y en algunas de sus representaciones lleva por complemento la inscripción que dice: Hen to pan (el Uno es el Todo).
Sabemos que la serpiente al cambiar de piel se rejuvenece constantemente, es el símbolo más significativo y complejo de todos los símbolos animales, y tal vez el más antiguo: combina lo masculino y lo femenino, es la fuerza primitiva de la vida, emblema de la divinidad creadora misma. El dragón es la personificación reptiliana del poder primordial, sinónimo frecuente de la serpiente en el mito y la leyenda, por ejemplo en Grecia y China se les llamaba drakonates a las serpientes grandes. Los dragones aparecen en múltiples narraciones como guardianes vinculados al inframundo y al conocimiento de los oráculos. El ouroboros representa el «círculo» en su materialización en la figura del animal del eterno retorno , pues sugiere que al fin le corresponde un nuevo comienzo en constante repetición, que el final de un camino o de un proceso significa un nuevo principio; de la imagen del círculo del animal que se cierra, resulta una expresiva metáfora de una repetición cíclica que significa la circulación de los tiempos, el fin de los mundos y nuevas creaciones, del morir y del renacer, en síntesis: la eternidad, ya simbolizada de antemano por el simple círculo.
El mito del ouroboros, que encierra las ideas de movimiento, continuidad, autofecundación, el tiempo y la continuidad de la vida, apareció por primera vez en Egipto tanto en los sarcófagos del Imperio Nuevo como en el Libro de los Muertos, indicando el curso cósmico en un tiempo infinito; como símbolo de la eternidad fue adoptado también por la alquimia y la francmasonería, pero también se encuentra en el arte sepulcral cristiano, en el arte del Benín, en un sello de la Theosophical Society, el Codex Marcianus, y en el Book of Lambspring, entre otros.
En el simbolismo alquímico, el ouroboros es el símbolo gráfico de un proceso cerrado en sí mismo que transcurre repetidamente y que al calentar, evaporar, enfriar y condensar un líquido, debe servir para el refinamiento de sustancias: veneno, víbora, disolvente universal, son símbolos de lo indiferenciado, del “principio invariante” o común que pasa entre las cosas y las liga, es la disolución de los cuerpos, la serpiente universal que, según los gnósticos camina a través de todas las cosas. A menudo la serpiente que se cierra formando un círculo, ha sido sustituida por dos seres que unen la boca y el extremo de la cola, reproduciendo el de arriba como signo de volatilidad, como un dragón alado (amphisba).
Diversos estudiosos como Ruland, Evola, E. Neuman, el Dr. Sarró, han interpretado estas significaciones, además del simbolismo matriarcal donde el ouroboros es el símbolo primordial de la creación del mundo, que al morderse la cola resulta el acto de la autofecundación, incluso la idea de que se trata de una variante simbólica de Mercurio, el dios duplex.
En el Libro de Lambspring, filósofo antiguo noble, doctor y estudiante entusiasta de la medicina, escribió unos versos respecto a la piedra filosofal, ilustrados en el cuadro VI con un ouroboros:
ESTO ES SEGURAMENTE UN GRAN MILAGRO Y SIN NINGÚN ENGAÑO.
ÉSE ES UN DRAGÓN VENENOSO, ALLÍ DEBERÍA ESTAR LA GRAN MEDICINA.
El mercurio se precipita o se sublima, se disuelve en su propia agua propicia, y después una vez más se coagula.
Un dragón salvaje vive en el bosque,
el más venenoso él es, con todo no careciendo nada:
Cuando él ve los rayos del sol y de su fuego brillante,
él dispersa al extranjero su veneno,
y vuela hacia arriba tan ferozmente
que ninguna criatura viva puede estar de pie ante de él,
ni incluso el Basilisco lo iguala.
Él quien posee la habilidad de aniquilar, astutamente
que ha escapado de todos los peligros.
Aun todo el veneno, y colores son multiplicados
en la hora de su muerte.
Su veneno se convierte en la gran medicina.
Él consume rápidamente su veneno,
él devora su cola venenosa.
Todo esto se realiza en su propio cuerpo,
del cual fluye enseguida el bálsamo glorioso,
con todas sus virtudes milagrosas.
He aquí que todos los sabios se alegran en voz alta.
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BIERDERMANN, Hans. Diccionario de los símbolos. Ed. Paidós. Barcelona. 1993.
CHERVALIER, Jean y Alain Gheerbrant. Diccionario de los símbolos. Ed. Herder, 6ª ed., Barcelona, 1999.
CIRLOT, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos. Ed. Siruela, 5ª ed., Madrid, 2001.
LURKER, Manfred. El mensaje de los símbolos. Mitos, culturas y religiones. Ed. Herder, Barcelona, 1992.
TRESIDDER, Jack. Diccionario de los símbolos. Ed. Tomo, México, 2003.
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