Texto: Ángel Alonso Salas en Dikaiosyne. Revista de Filosofía Práctica
Imagen: cubierta del libro La historia interminable
En 1973, Michael Ende publicó La historia Interminable, que actualmente constituye una de las obras clásicas de la literatura infantil. En este escrito haremos una lectura de dicha obra desde la argumentación propuesta por Joseph Campbell en El héroe de las mil caras (1949). La finalidad de dicha reflexión es manifestar la importancia del mito no sólo en el discurso filosófico sino en el ámbito educativo [Manifiesto mi agradecimiento a Margarita Belandria por las sugerencias que hizo al presente escrito, así como a Tania y a Vanessa Caballero de Carranza porque de ellas he aprendido que es posible fomentar la imaginación y a partir del juego transmitir los arquetipos simbólicos]
A manera de introducción
Había una vez... es una de las frases más conocidas por la humanidad, en especial por la población infantil. ¿Cuántos de nosotros no hemos soñado con ser un personaje de un cuento de hadas? Pero, conforme el niño va creciendo, ese mundo de aventuras, de peligros, de historias y de fantasía se va desvaneciendo paulatinamente hasta convertirse en adulto. Poco a poco, el niño deja de imaginar y se convierte en un joven o aprende las responsabilidades de la gente mayor, y ese pasado creador e inocente se oculta y manifiesta en las utopías, en los sueños, en el inconsciente. Los avances científicos y las instituciones educativas promueven el uso de la razón a costa de la desaparición y represión de estructuras que podríamos designar como ontológicas, que son la narración mítica y ese gran mensaje y las lecciones de vida que otorga el mundo infantil por la manera tan peculiar que tienen de ver y comprender al mundo.
La historia interminable del mito
El objetivo de estas líneas es el rescate del niño que llevamos dentro, así como manifestar la necesidad e importancia de volver al mito y a la creación o recreación de los mitos ante el mundo tan caótico y carente de sentido en el que nos encontramos. Por tal motivo se acudirá a la argumentación de Joseph Campbell y de Michael Ende en El héroe de las mil caras y La historia interminable, respectivamente, como las piezas que nos permitirán reencontrarnos con la importancia y transmisión del mito en los cuentos infantiles, así como un breve análisis de nuestra época, haciendo algunas referencias a Nietzsche. Es por eso, que realizaremos una reflexión de una obra que se llevó al cine el siglo pasado, bajo el título de La historia sin fin, película que a lo mejor a muchos de nosotros nos trae recuerdos de nuestra infancia o juventud.
Pero no se narrará una vez más esa historia, sino que se hará una lectura de la misma desde la argumentación del psicoanálisis del mito para mostrar que Ende, más allá de brindar una novela exquisita, revitaliza la narrativa infantil con un contenido mítico y cuestiona el ritmo de vida que llevamos. Sin embargo, al hablar del mito, inevitablemente tenemos que referirnos a Nietzsche, pues dicho autor, a partir de metáforas como el abismo, el niño, el eterno retorno de lo mismo y los duendes, se refiere a la importancia de la creación artística, y en este caso a la narración mítica.
Un cuento fidedigno de nuestro mundo
Cuando comenzamos a leer La historia interminable nos encontramos con una serie de imágenes que son típicas de nuestro tiempo: un niño gordo que es objeto de burla, el cual es perseguido y criticado por sus compañeros de clase; un vendedor de libros que odia a los niños; una escuela y las rutinas de sus profesores y alumnos; la falta de comunicación entre padre e hijo, etcétera, imágenes que son muy comunes y que sabemos que podrían ser peores. Veamos lo que sucede en la historia. Bastián Baltasar Bux al ser perseguido por unos chicos se mete a una librería y se encuentra con el dueño de la misma, Karl Konrad Koreander, que a la postre de regañarlo le dice:
Mira, chico, yo no puedo soportar a los niños. Ya sé que está de moda hacer muchos aspavientos cuando se trata de vosotros…, ¡pero eso no reza conmigo! No me gustan los niños en absoluto. Para mí no son más que unos estúpidos llorones y unos pesados que lo destrozan todo, manchan los libros de mermelada y les rasgan las páginas, y a los que no les importa un pimiento que los mayores tengan también sus preocupaciones y problemas. Te lo digo sólo para que sepas a qué atenerte.
Bastián, un niño que no se acepta a sí mismo, por ser chaparro y gordo, que a la postre de la muerte de su madre era ignorado por su padre y que no tenía amigos pues, lo tachaban de loco y estúpido por “andar en las nubes” contando cuentos e inventando historias, ante Karl Konrad, comienza una aventura que lo marcará para toda su vida, pues observa un libro que le llama la atención y que quiere poseer a costa de lo que sea.
El mundo que rodea a Bastián es semejante al que aparece en el libro que tiene en sus manos, pues Fantasia es amenazada por la Nada, por ese desinterés al mundo infantil y al cultivo de la imaginación. Conforme transcurre el relato, Bastián y los habitantes de Fantasía se percatan del avance de la oscuridad, de esa Nada terrible que desaparece lugares y que deja algo más inquietante e indescriptible que el vacío, un espectáculo que Atreyu describe de la siguiente manera:
Y detrás no había nada, absolutamente nada. No era un lugar pelado, una zona oscura, ni tampoco una clara; era algo insoportable para los ojos y que producía la sensación de haberse quedado uno ciego. Porque no hay ojos que aguanten el contemplar una nada total.
Esa oscuridad creciente que está absorbiendo naciones y habitantes de Fantasía es el enemigo de la Emperatriz Infantil, es la Nada, y uno de sus emisarios Gmork, el hombre lobo, le da a conocer a Atreyu los motivos por los que ha surgido la Nada. Uno de los secretos consiste en la revelación de lo que sucede una vez que uno entra o es devorado por la Nada, ya que, una vez que
aparezcas en el mundo de los hombres no serás ya lo que eres aquí”, que dicho con otras palabras: cuando entráis en ella se apodera de vosotros, quiero decir la Nada. Sois como una enfermedad que hace ciegos a los hombres, de forma que no pueden distinguir ya entre apariencia y realidad. ¿Sabéis cómo os llaman allí?
—No —susurró Atreyu.
—¡Mentiras! —ladró Gmork.
Esa Nada que aparece devorando paulatinamente los sueños e imaginaciones de niños y seres de Fantasía la fomentamos los seres humanos con nuestros comentarios “realistas” ante el misticismo y el mundo infantil que desatan los cuentos, los reyes, las leyendas o trabalenguas, con nuestra falta de tacto en las relaciones humanas, la educación, amistades o medios de comunicación.
Pero, ¿acaso debe sostenerse una mentira, una creación de nuestra psique, un absurdo o disparate de nuestra imaginación? Eso mismo es el conflicto que viven los niños y algunos de nosotros al ver aniquiladas las posibilidades de proponer una nueva forma de ver al mundo. Esto mismo le preguntó Atreyu a Gmork, el cual le contestó:
¿Me preguntas qué serás allí? ¿Y qué eres aquí? ¿Qué sois los seres de Fantasía?
¡Sueños, invenciones del reino de la poesía, personajes de una Historia Interminable! ¿Crees que eres real, hijito? Bueno, aquí, en tu mundo, lo eres. Pero si atraviesas la Nada, no existirás ya. Habrás quedado desfigurado. Estarás en otro mundo. Allí no tenéis ningún parecido con vosotros mismos. Lleváis la ilusión y la ofuscación al mundo de los hombres [...] se convertirán [los seres de Fantasía] en desvaríos de la vida humana, imágenes del miedo cuando, en realidad, no hay nada que temer, deseos de cosas que enferman a los hombres, imágenes de la desesperación donde no hay razón para desesperar...
¿Y no es eso lo que hemos hecho los hombres al despreciar al mito, al juego del niño y a su imaginación? ¿Acaso el creer que una etapa infantil es superable o que “son cosas de niños” no será algo contraproducente? Por eso Gmork afirma que los seres humanos odian y temen a Fantasía y a todo lo que procede de aquí.
La quieren aniquilar. Y no saben que, precisamente así, aumentarán una oleada de mentiras que cae ininterrumpidamente en su mundo... esa corriente de seres desfigurados que tienen que llevar allí una existencia ficticia de cadáveres vivientes y envenenan el alma de los hombres con su olor podrido. Los hombres no lo saben. ¿No es gracioso?
El progreso de la razón y de la ciencia manifiesta el origen y proyecta las consecuencias de esta Nada que ataca a Fantasía y a nuestro mundo, que aparece como una crítica entre líneas de Ende a la existencia de esta fe en el progreso y a la existencia de
una multitud de pobres zoquetes, los cuales, naturalmente, se consideran a sí mismos muy inteligentes y creen estar al servicio de la verdad, que nada hacen con más celo que intentar disuadir hasta a los niños que existe Fantasía
Y esto lo vemos a cada instante, con la pretensión de que el niño se convierta en un apéndice de la máquina o cuando se le obliga a que se comporte y piense como gente grande, a que deje los juegos y su imaginación para otro momento, pues existen cosas de mayor importancia y que brindan mayores beneficios que el jugar e inventar cosas sin-sentido. Pero como dice Bastián:
no sólo Fantasía estaba enferma, sino también el mundo de los seres humanos. Una cosa tenía que ver con la otra. En realidad, siempre lo había sentido así, sin poder explicarse porqué. Nunca había querido aceptar que la vida fuera tan gris e indiferente, tan sin secretos ni maravillas como pretendían las personas que decían: ¡la vida es así!
De esta manera nos percatamos que esa Nada no sólo está en el cuento de Michael Ende, sino que está latente en nuestras vidas, es el daimon que llevamos dentro, aquellos duendes que aparecen en el Zaratustra. Este cuento revela una fotografía en la que se diagnostica la apatía y desencanto por este mundo y por el ritmo de vida que llevamos. Con el auge de la pedagogía, los nuevos planes de estudio y de enseñanza, podemos percatarnos que a pesar del esfuerzo que se ha realizado, la educación es una preparación ineficiente, pues el período de mayor fertilidad es la etapa de la infancia, y la gran mayoría de los profesores no tienen el compromiso por los estudiantes y carecen de una formación permanente de calidad y un seguimiento de casos particulares de los niños. Si aunamos la irresponsabilidad de la mayoría de los padres, al meter a sus hijos a las guarderías, dejarlos con los abuelos por “salir del paso” y su falta de comunicación, convivencia y cariño entre padres e hijos, siendo la salida fácil el poner al niño frente a la televisión, comprarle lo que quiera o meterlo a una infinidad de cursos, no debería de extrañarnos que la niñez de nuestro país se vea obligada a aislarse, sentirse incomprendida, a madurar de una manera rapidísima (pues muchos niños tienen que trabajar) y que su inconsciente vaya reprimiendo ese genio e imaginación. Dicho con otras palabras, la Nada se expande de una manera vertiginosa. Pero no debemos quedarnos con los brazos cruzados, es preciso hacer algo.
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