Texto: Sonia Zenteno Calderón en Nocturnari
Imagen: Edgar Ende
En La historia interminable, de Michael Ende, las historias de los personajes revelan, desde el punto de vista de la teoría psicoanalítica, el viaje transicional hacia la adolescencia y la integración del Yo, el alejamiento de la etapa narcisista y la búsqueda del deseo como dispositivo propiciatorio de los movimientos internos en los seres humanos. Esta obra expone con claridad el doble sentido del viaje hacia la integración yoica: hacia el mundo real y hacia el inconsciente que se vive en el interior del sujeto. La historia alude a las emociones, mediante un discurso lógico que lleva al lector, niño o adulto, a plantearse las grandes preguntas que le preocupan durante toda su existencia, para las cuales no hay respuestas definitivas, aunque en el intento de ser resueltas estructuran su concepción del mundo.
Michael Ende elabora una defensa de la imaginación como elemento indispensable para conservar el equilibrio de nuestra estructura psíquica. Al desarrollar dos historias que se unen, la de Fantasia y la de Bastián, La historia interminable consigue la elaboración en el lector de una tercera para mostrarse y vivirse desde su propio mundo simbólico.
El niño, como dice Bettelheim en Psicoanálisis de los cuentos de hadas, se plantea interrogantes existenciales; sin embargo, la forma de proponerlas es diferente pues las respuestas le deben hablar a la emoción, ya que aún no ha elaborado los conceptos necesarios para comprender (Bettelheim, 2004). El cuento de hadas, género en el que se circunscribe La historia interminable, le da los elementos para responder las preguntas fundamentales: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿para qué y por qué estoy aquí?, ¿cómo resolveré tal o cuál problema? Las respuestas ofrecidas por el adulto —elaboradas a partir de la lógica o el pensamiento científico— le parecen en ocasiones al niño más irreales que aquellas que provee la fantasía. Las imágenes simbólicas de los cuentos de hadas le hablan al niño directamente al inconsciente y le indican cómo resolver los conflictos para arribar a un solución. La historia interminable es, en esencia, un viaje hacia la integración del yo mediante la búsqueda del deseo, habitante del inconsciente, y el ideal del yo, lo que está en el mundo y que se introyecta en el inconsciente.
La palabra creadora del mundo
El recurso de comenzar cada capítulo con una letra del abecedario remite a la función de la palabra, un concepto que está en toda la obra, casi como un personaje omnipresente. El mundo de los seres humanos está erigido con palabras; ese hilo de seda divide la imaginación de la realidad. Y la imaginación, como producto humano constituido por imágenes, también se expresa mediante palabras.
El protagonista de la novela, Bastián, tiene una vasta imaginación, única cualidad que está seguro de poseer, la cual le permite resistir en los ámbitos hostiles de la escuela y de un hogar compartido con un padre emocionalmente ausente y deprimido por la pérdida de su esposa. Para él, como para todo ser humano, la imaginación es el universo más íntimo, en donde se es totalmente libre a pesar de uno mismo; es incontenible. Como el avío de la imaginación es la palabra y gracias a que Bastián sabe nombrar, es elegido para salvar Fantasia.
El instante de la mirada
Uno de los aspectos más difíciles de manejar para los niños —y para los adultos también— es la imagen propia frente a los demás. Bastián es un niño gordo y bajo de estatura, por lo cual sufre del abuso y las burlas de sus compañeros de escuela. Rechaza su imagen y cuando entra a Fantasía el primero de sus deseos es ser hermoso y fuerte, adjudicándose así algunos de los atributos del héroe, Atreyu. La mirada de los otros (sus compañeros de la escuela) ha construido la imagen propia. Jacques Lacan en sus Seminarios menciona: “La mirada no se sitúa simplemente al nivel de los ojos. Los ojos pueden no aparecer, estar enmascarados. La mirada no es forzosamente la cara de nuestro semejante, sino también la ventana tras la cual suponemos que nos están acechando. Es una x, el objeto ante el cual el sujeto deviene en objeto.” En este sentido, a partir de que el niño se identifica con la imago del semejante se da la dialéctica entre el Yo especular con el Yo social (Lacan, 2005).
Para Bastián la imagen de Atreyu posee los atributos físicos y las cualidades éticas que él desea y las va obteniendo cuando utiliza el Áuryn para hacer sus deseos realidad. Bastián entiende sus diferencias originarias frente al héroe, pero también encuentra puntos de identificación con él. Los dos protagonistas poseen cualidades correspondientes a cada uno de sus mundos; Bastián pertenece al mundo real y ostenta el don de la palabra, mientras que Atreyu cumple con los designios de su condición de héroe, en el que su destino es el que gobierna sus acciones. Para llevar a buen término la misión de salvar Fantasia son necesarias las virtudes de los dos niños, pues uno sin el otro no habría logrado nada porque, en realidad, son uno mismo.
La mirada también está presente en el capítulo “Las tres puertas mágicas”. Flanqueada por las esfinges, solo se puede pasar de la primera a la segunda puerta si estos seres mitológicos cierran los ojos. “La mirada de una esfinge es algo totalmente distinto de la mirada de cualquier otro ser. Nosotros y todos los demás seres percibimos algo con la mirada. Vemos el mundo. Pero una esfinge no ve nada; en cierto sentido es ciega. En cambio sus ojos transmiten algo. ¿Y qué transmiten sus ojos? Todos los enigmas del mundo. Por eso las dos esfinges se miran mutuamente. Porque la mirada de una esfinge solo puede soportarla otra esfinge” (Ende, 2005: 100). Su mirada es una amenaza para quien trasponga la puerta. Es un enigma por qué las esfinges cierran los ojos para dejar pasar a alguien. Y como ningún ser puede conocer la respuesta de todos los enigmas porque significaría su destrucción, este no tiene respuesta. En saberlo todo está implícito el misterio de la muerte, por tanto es imposible.
En el mismo capítulo, cuando Atreyu pasa por la Puerta del Espejo Mágico aparece de nuevo la mirada. Atreyu se refleja en el espejo y ve a Bastián del otro lado. Este doble juego del autor en el que Atreyu encuentra una correspondencia con la imagen de Bastián da la clave de la complementariedad de ambos personajes. A partir de este momento Bastián cobra conciencia de su imagen participando en La historia interminable. Aunque se resistirá todavía a aceptarlo, y tendrán que darse otros acontecimientos para que se convenza de su misión como salvador de la Emperatriz Infantil.
Fantasías o mentiras. La verdad de lo imaginario
Uno de los conceptos más interesante de la narración es el de la Nada, que lenta e inexorable amenaza Fantasía. En un mundo sin imaginación solo resta la Nada, ominosa, aterradora. Pero ¿qué es la Nada en este universo? El mundo de los seres humanos sin esperanza, en donde ya no hay fantasía. La Nada convierte la imaginación en mentiras.
La tesis de Ende sobre la función de la fantasía en el mundo real aparece claramente expuesta en el capítulo “La ciudad de los Espectros”, en el encuentro entre Atreyu y Gmork, el hombre-lobo. Gmork le revela a Atreyu que tanto Fantasia como el mundo de los humanos está gravemente enfermo, pues la Nada está convirtiendo a los seres fantásicos en mentiras. Lo único que contiene a la Nada es la esperanza, que se está perdiendo para dar paso a la manipulación del poder. Los seres sin imaginación serán servidores, víctimas del consumismo, odiarán lo desconocido, se someterán sin cuestionar y dudarán incluso de aquello que los puede salvar. Con los fantasios convertidos en mentiras se declararán guerras, se harán grandes negocios y se fundarán grandes imperios. La diferencia entre la fantasía y la mentira está en las palabras que Ende pone en los pensamientos de Bastián cuando reconoce que había mentido, de manera consciente y deliberada “a veces por miedo, a veces para conseguir algo que quería tener sin falta, a veces también solo para darse importancia” (Ende, 2005: 160), contribuyendo a la deformación de los seres de Fantasia. Mientras que inventar historias es hacer uso de su capacidad imaginativa. Allí no hay mentiras, porque la fantasía es parte de la naturaleza humana.
El tiempo y la muerte. El eterno retorno
El Áuryn, signo de la Emperatriz Infantil, es la representación del eterno retorno, dos serpiente, una blanca y otra negra, se muerden la cola; son unión de contrarios que forman un óvalo, el yin y el yan oriental, la búsqueda del equilibrio, a la vez principio y fin.
Cada uno de los personajes con los que se van encontrando, primero Atreyu y después Bastián, van planteando un problema filosófico que no se resuelve por completo en el texto, pero en el que se sienta las bases para su elaboración. Este es el caso de la Vetusta Morla esbozando las cuestiones del tiempo y de la muerte, quien al ser tan vieja como el tiempo mismo sabe que:
Todo se repite eternamente: el día y la noche el verano y el invierno…, el mundo está vacío y no tiene sentido. Todo se mueve en círculos. Lo que aparece debe desaparecer, y lo que nace debe morir. Todo pasa: el bien y el mal, la estupidez y la sabiduría, la belleza y la fealdad. Todo está vacío. Nada es verdad. Nada es importante (Ende, 2005: 60).
Este discurso produce en Atreyu un letargo paralizante, porque ante esta visión del mundo no queda espacio para la esperanza; no obstante, se sobrepone y logra con inteligencia obtener de la Vetusta Morla la información para avanzar en su búsqueda. Ahora sabe que para curar a la Emperatriz Infantil se necesita a alguien que le dé un nombre.
En el relato hay una similitud con la idea de Federico Nietzsche del eterno retorno (Lefebvre, 2004: 118), para quien el mundo es un infinito finito, infinito en el tiempo y finito en los actos, las energías, los movimientos dentro del tiempo. La Emperatriz Infantil es un ser sin tiempo; siempre ha estado en Fantasía, no tiene principio ni fin porque renace cuando se le da un nuevo nombre, ella no interviene en los acontecimientos de Fantasía y permite que todos los seres de este mundo sean lo que son.
Cuando la Emperatriz Infantil busca al Viejo de la Montaña Errante se enfrenta a las palabras admonitorias que al mismo tiempo forman la escala para llegar a él. Entra a un cuarto en forma de huevo —recordatorio de la matriz— en donde está el libro de La historia interminable; éste es el lugar de su gestación. Allí el Viejo de la Montaña Errante cuenta de nuevo toda la historia y Bastián comprende: si él no interviene todo se repetirá una y otra vez, entonces Bastián nombra Hija de la Luna a la Emperatriz Infantil, se rompe el huevo y se produce el milagro de la vida y la historia vuelve a comenzar. El final sin final, el círculo del eterno retorno. Pero la diferencia respecto a la narración anterior es que ahora Bastián vivirá en la historia.
El símbolo del huevo recuerda la imagen que Hermann Hesse describe en Demian: “El pájaro rompe el cascarón. El cascarón es el mundo. Quien quiera nacer tiene que destruir el mundo” (Hesse, 2003: 98). Bastián destruye su propio mundo para renacer y entrar a la Casa del Cambio.
La madre nutricia
Uno de los momentos más importantes en la novela es cuando Bastián entra a la Casa del Cambio y lo acoge Aiuola, la madre generosa, protectora, procuradora de bienestar, imagen de la naturaleza; de su cuerpo nacen flores y frutos deliciosos; alimento del cuerpo y el alma lastimada de Bastián, y lo resarce del dolor.
Aunque la tensión dramática de la obra disminuye en este capítulo es justo aquí cuando comienza el proceso de transformación de Bastián. Al ser acogido por este personaje femenino, Bastián se prepara para encontrar su verdadero deseo y regresar a su mundo.
Bastián habita un lugar plácido, goza del tiempo necesario para entender los graves errores cometidos y se lamenta. Ende da en las palabras de Aiuola la clave para comprender el sentido de la vida en función del deseo: “Seguiste el camino de los deseos y ese camino nunca es derecho. Diste un gran rodeo, pero ese era tu camino.” (Ende, 2005: 424). Todo camino que conduzca a la fuente de la vida es el verdadero, aunque nunca será el más fácil de seguir.
¿A dónde lleva el deseo?
No es gratuito que la Emperatriz Infantil también se llame Señora de los Deseos; su naturaleza es el más profundo misterio. Bastián mediante la expresión de sus deseos transita por los caminos de Fantasia.
El deseo es el motor de esta historia interminable. Bastián desea los atributos de Atreyu porque está en falta y lo considera depositario del valor, la belleza y la fuerza de los que él carece. Es parte de la condición humana querer lo que suponemos que el otro tiene y, ante nuestra falta, aparece el deseo. En la narración, un deseo lo llevará a otro, pero con la satisfacción de un deseo se destruye el anterior, el precio es la memoria.
Al mismo tiempo, la exploración de los deseos es el vehículo para el integración del Yo y la aceptación de sí mismo. Pero los deseos siempre traen consecuencias y Bastián aprenderá a asumirlas.
Bastián atiende el reiterado llamado de la Emperatriz Infantil cuando comprende y acepta su designio como salvador de Fantasia. Entra a este mundo movido por un sentido del deber, pero muy pronto olvida el objetivo de su presencia. Se instala en la satisfacción de sus propios deseos, se engolosina con el poder, con su capacidad generadora de historias. A partir de este momento se muestra la lucha en el interior de Bastián entre su narcisismo, en busca de descargar las pulsiones y satisfacer su deseo y el aprendizaje mediante el cual desarrolla un sentido ético que contempla la existencia del mundo exterior, del otro, en sentido lacaniano; se da el salto hacia la proyección de su amor por el padre.
El signo de la Emperatriz Infantil, el Áuryn, tiene el gran poder de cumplir los deseos, no obstante ha despojado a Bastián de los recuerdos de su mundo. Ya ni siquiera sabe cómo se llama y sin recuerdos no es posible desear. Bastián se ha olvidado de sí mismo para renacer y encontrarse de nuevo; lo único que posee en este momento es la imagen de su padre encontrada en la piedra especular, que apela a una emoción.
Cuando Atreyu y Fújur entran en Áuryn, las dos serpientes que al morderse la cola mantienen el equilibrio del mundo, Bastián se ve obligado a renunciar a todo lo que le ha dado la Emperatriz Infantil, entonces puede bañarse en las aguas de la vida. En este momento mágico comprende que lo más valioso es la alegría de ser él mismo, la alegría de vivir y, lo más importante, de poder amar. Aquí está la clave que resuelve toda la narración, el sentido de la vida es el amor. El amor, siguiendo a Alain Badieu (2006), es el momento de la verdad, cuando un acontecimiento, el del encuentro con el otro, produce una transformación que tiene que ser nombrada. Todo amor tiene que declararse para que lo real entre en lo simbólico; es en este preciso instante cuando Bastián sabe quién es y desea volver a su mundo para estar con su padre y llevarle el Agua de la Vida, entonces se recupera a sí mismo.
¿Por qué es tan importante la figura del padre para Bastián? En principio porque con él tiene el vínculo afectivo más fuerte en el mundo real. No es fortuito que sea la figura del padre la elegida por Ende para establecer este enlace, Freud (1948) considera que el padre juega un papel primordial para la conformación de la cultura, porque se introyecta simbólicamente y se convierte en ley, dándole estructura a la psique, mientras que para Lacan, quien avanza más en este camino, el Nombre del Padre, éste que ya vive en lo simbólico, permite acceder al deseo.
El amor, cuyo objeto es el padre, le da sentido al último deseo de Bastián en Fantasía, a su existencia; y la voluntad, en el sentido nietzscheano, es el vehículo para acceder a este sentido.
Dimensión del deseo
El caudal de imágenes e ideas de La historia interminable convoca a los lectores de cualquier edad a viajar imaginariamente por el proceso iniciático de Bastián que, de manera simbólica, lo lleva a vivir su estructuración psíquica, a fortalecer su yo. Así, la literatura cumple con su principal función: desentrañar los misterios del espíritu, mostrar vicios, virtudes humanas y abrir interrogantes. Ende apela a nuestras emociones, recuerdos o expectativas en esta obra magistral, itinerario por la intimidad no solo del protagonista, sino de nosotros, los lectores.
Encontrar el deseo, el más íntimo y verdadero, no excluye la imposibilidad de habitar siempre en él, porque como seres deseantes surgirán, uno tras otro, nuevos deseos, éstos son los que nos constituyen y nos impelen a actuar. Bastián no puede quedarse en Fantasía, es decir, habitando el deseo, porque esto implicaría ir contra su naturaleza humana. Todo sujeto está en falta y ante la falta surge el deseo. Cuando desaparecen los deseos, cuando ya no resta nada que desear, solo nos queda la muerte, la Nada, la inexistencia.
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Referencias:
Badieu, Alain (2006, 24 de marzo). Amor y psicoanálisis. Conferencia dictada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Bettelheim, Bruno (2004). Psicoanálisis de los cuentos de hadas (5ª ed.). Barcelona: Crítica. (Biblioteca de Bolsillo, 3).
Ende, Michael (2005). La historia interminable. México: Punto de Lectura.
Freud, Sigmund (1948). Tótem y tabú. En Obras completas (Tomo II). Madrid: Biblioteca Nueva.
Hesse, Hermann, Demian (2003). Historia de la juventud de Emil Sinclair. México: Alianza Editorial.
Lacan, Jacques (1954). Clase 18. El orden simbólico. En Seminario 1. Recuperado de http://www.elortiba.org/pdf/lacan_s1_c18.pdf
Lacan, Jacques (2005). Escritos 1. (24 ed.). México: Siglo XXI.
Lefebvre, Henri (2004). Nietzsche. México: FCE. (Breviarios, 226).
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