31.3.19

El ponche de los deseos, proyecto de lectura

Imagen: Elena
El ponche de los deseos, publicado por primera vez en 1989, es una novela de ambientación gótica y oscura, llena de magia y con toques surrealistas o nonsense. Michael Ende la escribió después de sus dos obras más conocidas y aclamadas: Momo (1973) y La historia interminable (1982). Al igual que en ellas, aparece la lucha del bien contra el mal, de la fantasía contra el aburrimiento y la apatía, de la luz contra la oscuridad. Además de ser una crítica feroz a la sociedad consumista y capitalista, y una llamada de atención sobre la degradación del medio ambiente, la contaminación. Ende se puede considerar hoy en día un autor de culto. Sus obras se han traducido a más de 45 idiomas y continuamente son reeditadas en todo el mundo. Tanta es la repercusión de su figura en su Alemania natal que en la Biblioteca Internacional de la Juventud de Múnich existe un museo dedicado a él desde 1998.

El argumento
Belcebú Sarcasmo, un terrible y malvado mago, está muy preocupado. Es el último día del año y no ha logrado cumplir con las exigencias del contrato que firmó con el Ministro de las Tinieblas; esto significa que están a punto de embargarle el alma. Mientras busca una solución, trata de alejar de sus tejemanejes a Maurizio, un gato que envió el consejo Supremo de los Animales para espiarle. no le resulta difícil, ya que ha conseguido engañarlo y le ha hecho creer que es un buen tipo. Un cuervo, llamado Jacobo, aparece en escena. Es bastante viejo y magullado, y dice ser el mensajero de Tirania, la tía de Sarcasmo. El pájaro anuncia que Tirania va a hacer una visita a su sobrino. En realidad, Jacobo también es un espía del Consejo Supremo; sabe que la malvada bruja planea algo y que necesita la ayuda de su sobrino para llevarlo a cabo, y él se ha decidido a actuar. 
Al rato llega Tirania, la terrible y malvada bruja. Esta no esperaba que el cuervo hubiera anunciado su visita, pero, al igual que Sarcasmo, sabe que el animal es un espía al que está segura que es capaz de engañar. Tirania explica a su sobrino la razón de su visita: quiere comprarle un rollo de pergamino que su abuelo le dejó en herencia. Es la mitad de la receta de un ponche que hará que se cumplan todos los deseos que se formulen si se prepara durante la noche de San Silvestre, pero estos deben expresarse al revés hasta que suene la primera campanada del nuevo año, a partir de entonces se pueden pedir directamente. La bruja necesita el ponche porque ella tampoco ha podido cumplir con un contrato firmado con las fuerzas demoníacas. 
Los brujos no se ponen de acuerdo, pero, al final, deciden preparar la receta entre los dos y así lograr sus objetivos. Los animales, mientras, intentarán evitarlo. Para ello irán hasta el pueblo, donde pretenden tocar la campana de la iglesia para hacer que el ponche modifique su poder y que conceda lo que se le pide. En el campanario encuentran a San Silvestre, que les explicará la imposibilidad de llevar a cabo sus planes, pero que les dará un toque de campana convertido en un trozo de hielo. Los animales lograrán echarlo dentro del ponche y cuando los brujos comienzan a pedir sus deseos, estos se harán realidad tal cual son formulados. No sabemos cómo afectarán al mundo, pero Maurizio y Jacobo son transformados en unos ejemplares jóvenes y atléticos, ya que sus «dueños» deseaban hacerles daño. Belcebú y Tirania terminarán borrachos de ponche y serán castigados por el enviado de las sombras que llega para llevarse sus almas.


Temas y valores
La maldad por el simple hecho de hacer daño, es lo que mueve al terrible Sarcasmo. no le importan los demás, solo él mismo y sus objetivos acabar con todo lo bueno y bello del planeta. Al igual que su tía Tirania que, además, espera conseguir rendimientos económicos con sus malas obras. Sus deseos se vuelven en su contra, al pedir ayuda a las instancias infernales, por no poder cumplir con sus tratos, terminan condenados en el averno.
La bondad también aparece en el libro, en contraposición a la maldad de los brujos. En el interés que mueve a los dos animales protagonistas a arriesgarse para salvar al mundo. contarán con la ayuda de San Silvestre, pero ellos pondrán en juego sus vidas por amor a todo el planeta.

La ecología Está muy presente en esta obra de Ende. Es el medio ambiente la víctima preferida de los ataques de Belcebú: contamina ríos, mares, bosques. con mucho humor y fantasía, el autor critica la degradación medioambiental que el hombre provoca en su entorno, y contra la que hay que luchar, no solo por nosotros y nuestros descendientes, sino también por aquellos con los que compartimos el planeta.

La fantasía y el humor Son las características del texto más destacables. Y el autor nos demuestra que con ellas también se puede hacer crítica de los males que asolan a la humanidad (como la avaricia, la violencia, la pérdida de valores éticos…) sin dejar de divertir y entretener.

La amistad Surge una bonita amistad entre el gato y el cuervo. los que se suponía que eran dos enemigos naturales encuentran una meta más importante que sus diferencias, y luchan por alcanzarla. Toda una lección para los humanos.


21.3.19

Mi vida de traductor literario

Texto: Miguel Sáenz
Imagen: ABC



Miguel Sáenz, Marta Rebón y Javier Calvo, tres traductores que están detrás de varios de los mejores libros que se han publicado en castellano en las últimas décadas, cuentan algunos secretos de su oficio: desde la relación con los autores y las editoriales a la utilidad de versiones previas, pasando por la labor de los críticos o el proceso de documentación.
Sé muy bien que generalmente se tiene por prueba de poco talento y estudio el trabajo de una traducción; pero sea lo que fuere, no es mi fin pasar por erudito, ni buen traductor.
Fernando de Gilleman (1788)
La edad tiene sus privilegios. En cuanto uno ha doblado los ochenta se le permite ensartar recuerdos y escribir sus memorias. Lo malo es que generalmente no se acuerda de nada y lo que escribe es, casi siempre, una serie de trivialidades. O sea, que tengo perfecta conciencia del peligro. Sin embargo, creo que estoy en el momento adecuado para hacer el balance de lo que pomposamente he llamado “Mi vida de traductor literario”.

Diré ante todo que la traducción es un vicio, una dependencia, una adicción. Quien admira una obra literaria extranjera o, peor aún, a su autor, se siente obligado a compartirlos, reescribiéndolos desaforadamente. Finge hacerlo para difundir la cultura y posa como benefactor de la humanidad, pero sabe que eso no es cierto. Si lo hace es porque no tiene más remedio que hacerlo.

Los editores conocen hace tiempo esa debilidad, congénita o adquirida, y la aprovechan a fondo. Saben muy bien que cualquier traductor traduciría gratis a los autores que ama, y procuran que la remuneración de su trabajo se aproxime lo más posible al cero absoluto, a fin de que el traductor no se sienta prostituido por el dinero que recibe. Sin embargo, no quiero hablar de sórdidos temas económicos, sino de los muchos placeres que me ha deparado mi vida de traductor literario.

Conocer, por ejemplo, a Thomas Bernhard fue un privilegio. Lo malo es que Thomas Bernhard no se dejaba conocer. En una ocasión le escribí, consultándole mis dudas sobre el título de su novela Der Untergeher (El malogrado, en su versión española definitiva) y no se tomó la molestia de contestarme. Solía decir cosas horribles de los traductores, de todos los traductores. Mi revancha vino cuando, en 1989, se estaba muriendo en Torremolinos, y me llamó para decirme que quería concederme una entrevista porque tenía muchas cosas que contar y estaba hasta el gorro de los austríacos. La entrevista nunca tuvo lugar, porque se me murió antes de la fecha concertada, y ha quedado pendiente, en el mejor de los casos, para la eternidad. Thomas Bernhard ha sido importante en mi vida, porque su complicada sintaxis me ha exigido muchas horas de trabajo.

Curiosamente (el destino es indescifrable, pero existe), casi al mismo tiempo (día de San Valentín de 1989), el ayatolá Jomeini dictaba su famosa fetua contra Salman Rushdie, otro de mis autores favoritos. Todavía recuerdo el descubrimiento de sus Hijos de la medianoche y cómo insistí, contra viento y marea, en que no solo había que publicarlo en español sino que tenía que traducirlo yo.

La consecuencia fue una amistad de muchos años, porque Rushdie no es solo un escritor admirable sino un animal social, capaz de entretener con su charla a cualquier audiencia durante horas. Cuando, al cumplir muchos años, decidí ir dejando caer a mis autores, debo decir que el único al que realmente sentí dejar de traducir fue Salman Rushdie. Ningún escritor me había deparado, simplemente con su estilo, tantas satisfacciones.

Le escribí entonces un mensaje para que supiera por qué lo abandonaba. Cumplidos setenta y muchos, yo sentía que tenía que dejar de traducir, porque pensaba, sencillamente, que ya estaba bien. Y le cité un pasaje de una obra suya en que el padre de un amigo del protagonista, un hombre de negocios, aparece un día a la hora del desayuno con una túnica de color cinabrio y un cuenco para pedir limosna, y anuncia que considera llegado el momento de iniciar su vida ascética. Rushdie (cuyos Versos satánicos no había traducido yo de milagro, por una serie de coincidencias que demuestran que Alá es grande) me comprendió perfectamente y me escribió un mensaje cariñoso.

Günter Grass, desde luego. Otra de las satisfacciones de mi vida de traductor. Sabido es que Günter Grass se reunía con sus traductores para explicarles sus nuevos libros, discutir con ellos, cocinar para ellos y emborracharse entre ellos, y que todos sus traductores lo adoraban. Una vez le dije, en ligero estado de intoxicación etílica, que algún día me gustaría volver a traducir El tambor de hojalata (a pesar del precedente casi intocable de Carlos Gerhard, que Joaquín Mortiz tuvo el acierto de publicar en México) y que esa sería mi última traducción. En su día, claro, traduje en efecto El tambor de hojalata, pero aquella no fue mi última traducción. Todavía hoy, muerto el gigante Günter Grass, tengo entre mis manos su último libro, Sobre la finitud, una despedida estremecedora de alguien que, simplemente, sabe que muy pronto va a morir.

¿Qué decir de mis otros autores? Kafka fue siempre demasiado inmenso para mí. Traduje sus tres novelas largas (e inacabadas, sí, las tres) y decidí no volver a leer una línea sobre Franz Kafka. Lo sabía ya todo.

Y creo que no sería justo dejar de mencionar a Brecht, aunque eso sea entrar ya en otro mundo, el de la farándula. Por otra parte, muchas veces el traductor se encuentra con un dilema: su autor favorito, el autor que admira, dista mucho de ser, como persona, muy modélico. Bueno, ¿y qué? ¿Quién ha dicho que un genio de la literatura (o del teatro, que es lo mismo) tenga que ser un modelo de virtudes cívicas y/o humanas? Un amigo mío, peruano, me dijo una vez que en su vida solo había conocido a tres grandes poetas de verdad, y dos de ellos eran unos hijos de mala madre.

Traducir a Brecht fue siempre para mí una fiesta, y oír mis palabras brechtianas reproducidas en un escenario, también. En realidad, todo el teatro es un regalo para el traductor: los actores y actrices entienden los textos, siempre, mucho mejor que él, que aprende de ellos muchísimo.

¿Quién más? Me parecería injusto no hablar de Michael Ende, cuya Historia interminable ha sido el único libro que me ha dado dinero en la vida. Todos los años, religiosamente, la editorial me anuncia cuántos ejemplares se han vendido y me liquida las cantidades correspondientes. Increíble. La traducción, la traducción literaria, ¡puede dar dinero!

Recuerdo muy bien a Michael Ende en España. Era un hombre bueno, reservado, cordial. Su empanada metafísico-filosófica era considerable, pero funcionaba. Recuerdo a muchas chicas (y algún chico) que me dijeron que La historia interminable había cambiado por completo sus vidas. Yo la traduje para mis hijos cuando eran pequeños, pero no estoy nada seguro de que a ellos les hiciera el menor efecto.

Nunca traduje mucha poesía (solo Goethe, Grass, Brecht, alguno más) y siempre me sentí al hacerlo como un impostor. No obstante, cuando veo, por ejemplo, a excelsos poetas alemanes reducidos literalmente a cenizas por sus traductores, a escritores en lenguas exóticas vertidos al español por quien no solo ignora la lengua exótica sino también el español, pienso que he hecho muy bien en mantener las distancias.

Me gustaría volver a hablar ahora del teatro, porque, por decisión propia, es donde todavía me quedan cosas por traducir. Mis mayores satisfacciones, indudablemente, se las debo a él. Una Gretchen morena recitando como un ángel versos sublimes (al menos en el original) del Urfaust: “Mi paz se fue, me pesa el alma...” Oír a espléndidos actores y actrices defender como fieras las imposibles tiradas de El ignorante y el demente o Ritter, Dene, Voss de Thomas Bernhard. Disfrutar con un Corneille pasado por Tony Kushner o un Goldoni en versión Fassbinder. Oír a tres gigantes del teatro interpretando Play Strindberg, de Friedrich Dürrenmatt, una variante mejorada de la clásica Danza de la muerte. Escuchar Galileos, Madres Corajes, y Círculos de Tiza Caucasianos pirateados por sinvergüenzas que habían entrado a saco en mis traducciones. Disfrutar de la elegancia de Schnitzler, de los increíbles puñetazos en el plexo solar del Marat/Sade, hasta de las fecales provocaciones de Werner Schwab, no se paga con nada.

Y en la novela me he dejado olvidados a muchos. Por ejemplo a Alfred Döblin y su Berlín Alexanderplatz, quizá la mejor traducción que he hecho nunca, a Joseph Roth (perfecto modelo del autor que cualquier traductor de raza traduciría por nada), al enigmático y siempre elusivo W. G. Sebald, que empecé a traducir unos cuantos años demasiado tarde... y a autores con los que he mantenido una relación muy especial, como el traumatizado Henry Roth, el necrófilo Josef Winkler o mi encantadora amiga la turca Emine Sevgi Özdamar...

Lo he pasado bien, pero creo que han sido demasiadas traducciones: podría añadir una retahíla formada por Peter Handke, Hermann Broch, Heinrich von Kleist, Christa Wolf, Mozart, Wagner, Hans Werner Henze, William Faulkner (nada menos que William Faulkner)... Mi consejo sincero: no lean libros traducidos, ni siquiera los míos. Aprendan idiomas. En el peor de los casos, lean a Rulfo, a Borges y a Valle-Inclán y tendrán cubiertas por completo sus necesidades básicas. De verdad. Se lo dice un traductor experimentado.

20.3.19

La literatura como una historia interminable

Texto: Paul Montjoy Forti en Academia
Imagen: fotografie-hs


La obra cumbre del escritor alemán Michael Ende, La Historia Interminable, es un ejemplo dinámico de lo que es la literatura. Intenta exponer, a través de sus mundos desconocidos y vericuetos antropológicos, lo que es esta en su más amplio significado. En líneas generales, podríamos afirmar que no existe una definición exacta, debido a sus continuas mutaciones temporales, sobre lo que es literatura. La definición ortodoxa de la lengua española la define como “Arte que emplea como medio de expresión una lengua” (1). Sin embargo, esa definición es muy amplia, por eso, preferimos definir a la literatura como “aquellos textos que la sociedad ha decidido guardar por su misma importancia” (2) porque es la que más se adecúa en el siguiente análisis. La literatura, al ser un acto bello de comunicación, necesita de un receptor: el lector, y es ese receptor es el encargado de guardar, en las cavidades de su memoria, los textos más preciados. Bastián, el niño que era marginado en la escuela, representa al lector que todo libro necesita. En la historia, el niño de diez años, trata de evadir la realidad, leyendo el libro que le había robado al señor Koreander, el dueño de una librería. ¿Acaso los lectores no intentamos evadir la realidad cuando leemos literatura? Quien lee un libro se convierte en Bastián. La novela intenta que eso se vea reflejado en su personaje principal. El niño de diez años roba el libro porque está buscando una historia que nunca termine, donde los personajes sean incapaces de despedirse.
Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lagrimas amargas, porque la historia maravillosa acababa y había que decir adiós a los personajes con quienes había recorrido tantas aventuras…(3)
Aquella escena se muestra en el libro como algo que le ocurre directamente a Bastián, pero es en realidad algo cotidiano en el mundo literario, tanto en el hemisferio del lector, que se apasiona con las escenas, se identifica con algún personaje; como en el hemisferio del autor, quien es capaz de construir mundos maravillosos

El autor creó un niño como su personaje principal porque todos los lectores, cuando encontramos un texto literario que nos apasiona, nos convertimos en niños, jugamos seriamente con lo que leemos, jugamos con la literatura (4). Creemos todo lo que nos dice el autor, suspendemos nuestras reglas físicas para adaptarnos al mundo irreal, a las imágenes producidas por nuestra imaginación a la hora de leer. Como nos ocurre a muchos en la realidad, Bastián, quien ya se encuentra enganchado con el libro ficticio (que se titula igual que el libro real), comienza a perder la dimensión lineal del tiempo y empieza a disfrutar la historia, se imagina a los seres mágicos, y se traslada mentalmente a Fantasía, el espacio físico donde se desenvuelve la historia. La trama se genera cuando comienzan a aparecer manchas de la Nada en todo el territorio, las cosas empezaban a desaparecer, Fantasía moría lentamente, y, con el espacio territorial, la salud de la Emperatriz Infantil también desaparecía. Atreyu, quien es el protagonista del libro ficticio, tiene la misión de salvar Fantasía. Bastián, quien ya no cuenta las horas en la realidad, se identifica con Atreyu, con ese personaje que tenía su misma edad. ¿Quién no se ha identificado con algún personaje? Este es otro suceso que ocurre en la novela y que también ocurre en el mundo literario. Lectores que se identifican, les agradan, que se sienten amigos de los personajes. De esta forma, la novela expone aquellos elementos básicos de la literatura, la dicotomía entre el emisor y el receptor, el juego entre el lector y el autor, la convivencia de uno con los personajes. 
Atreyu, el joven guerrero, viaja por el infinito mundo de Fantasía montado en su dragón de la suerte: Fujur, a quien rescata de Ygrámul. Fujur representa el hilo que nos invita a conocer los mundos inexplorados de la trama, es quien nos lleva de un lado al otro. Fujur es la fuerza interna del hombre para moverse hacia lo desconocido, para viajar a las profundidades de los problemas. Atreyu va descubriendo realidades distintas a la suya, lugares que están enmarcados bajo un sentimiento (El Pantano de la Tristeza, por ejemplo). Observa como Fantasía va desapareciendo lentamente, va en búsqueda de la princesa. Además, es el dragón quien siempre aconseja al joven guerrero, lo protege ante los peligros que se van presentando. Y así sucesivamente se va desenvolviendo la trama entre miles de aventuras extraordinarias.

Nuestro ensayo cobra profundo sentido cuando, en el capítulo IX, Atreyu llega a La Ciudad de los Espectros y se encuentra con Gmork, el hombre-lobo, quien estaba encadenado. El joven guerrero conversa con Gmork y este último le explica que los seres que se precipitan a la Nada han perdido la esperanza, que la Nada, que se estaba esparciendo por todo Fantasía, atraía poderosamente a los entes. El hombre lobo, le explica la existencia del mundo de las criaturas humanas, y que la única forma de ir para allá es saltando a la Nada, al vacío. Gmork le dice:
Cuando entráis en ella se apodera de vosotros, quiero decir la Nada. Sois como una enfermedad contagiosa que hace ciegos a los hombres, de forma que no pueden distinguir ya entre apariencia y realidad (5).
La Nada se concibe aquí como aquel vacío existencial que aturde al alma humana. Todos le tenemos miedo a la Nada. También le explica que a todos los seres de fantasía que viajan al mundo humano se les llama “mentiras”. La literatura, en un sentido general, no puede ser tomada como hechos reales, son todos ficción. Los personajes, aún aquellos que perduran en la memoria colectiva, son falsos, son mentiras, nunca existieron en nuestra realidad.
¿Qué sois los seres de Fantasía? ¡Sueños, invenciones del reino de la poesía, personajes de una historia interminable! (6)
Y aquí hay una división entre el mundo real, el de los lectores, y el mundo ficticio que es creado por el autor. Los seres de Fantasía no son más que un invento del hombre, los personajes literarios no son más que el producto de la imaginación de sus autores. Esa idea, que da sentido al significado de la literatura, está plasmada en la novela.
Y Nada da un poder mayor sobre los hombres que las mentiras. Porque esos hombres, hijito, viven de la ideas (7).
Los seres humanos vivimos de la ideas, la literatura es también un producto de nuestras ideas. Fantasía no es más que el mundo de los sueños, de las ideas (8), no es más que el mundo donde viven los personajes de ficción, es la literatura misma. Fantasía es el mundo de los sueños humanos, y estaba desapareciendo porque los hombres habían dejado de soñar (9). Y no deja de ser verdad, estamos en un mundo donde lentamente se va acabando el espacio para los sueños, donde la literatura ha ido perdiendo el valor que se merece, donde el idealismo es visto como un síntoma negativo de la mente humana. Michael Ende muestra en su obra el verdadero significado de la literatura, el mundo que nosotros mismos inventamos para escapar de la realidad, el mundo donde los seres humanos plasman sus sueños, sus experiencias. 
Atreyu se encuentra después, en el capítulo XII, con la emperatriz infantil, que desenvuelve el papel de ser una musa literaria, le dice que debe ir en búsqueda del el Viejo de la Montaña Errante. Allí se encuentra con un libro flotante, cuyo título es “La Historia Interminable”, el mismo libro que estaba leyendo Bastián, el mismo nombre de la novela real. Atreyu pudo observar, al otro lado del libro flotante, un rostro, era el hombre que escribía el libro.
Las letras de las palabras se formaban por sí solas, como si surgieran del vacío (10)
La emperatriz leyó lo que ponía y era exactamente lo que en aquel momento estaba ocurriendo, es decir: “La emperatriz leyó lo que ponía…(11)"
El Viejo de la Montaña Errante escribía todo lo que acontecía en Fantasía, registraba el día a día de los sueños humanos, de los personajes que viven en la literatura. No dejaba de escribir, porque el hombre no dejaba de soñar, ni dejará de soñar nunca. Ese libro era fantasía en sí misma. Y esto representa a la literatura, todo aquello que no está escrito tiende a borrarse de la frágil memoria colectiva, es por eso que la literatura se escribe. Aquí regresamos a nuestra definición primera: “Aquellos textos que la sociedad ha decidido guardar por su misma importancia”. El escribano de la novela es el encargado de guardar, de registrar todos los sueños humanos. La literatura es el conjunto de textos, al igual que Fantasía es el conjunto de sueños, así mismo, la literatura es Fantasía en sí misma. Y si Fantasía es La Historia Interminable, pues la literatura también lo será. Y es por eso que la literatura, al igual que los sueños del hombre, jamás tendrá una fecha de vencimiento, nunca podrá ser vencida por la Nada. El ser humano siempre soñará, siempre creará personajes fantásticos y tendrá la necesidad de plasmarlos en textos. La novela es un ejemplo didáctico de lo que ocurre en la literatura. 
En la segunda parte del libro, Bastián ingresa se traslada físicamente a Fantasía, pasa del libro real al libro ficticio. Nuestra novela ahora se centra en el mundo del autor, viaja de un hemisferio al otro. Es a Bastián a quien le toca crear nuevamente el mundo de Fantasía, crearlo como un escritor crea los mundos ficticios, crear nuevos personajes. Aquí se muestran, a través de la complejidad interior de los personajes, los vericuetos antropológicos del hombre. Es en esta parte de la trama donde Bastián y Atreyu comparten el título de héroe. Bastián, conforme pasa el tiempo en el mundo de la ficción, se va olvidando de su realidad. Se va contagiando de los vicios de los seres de fantasía. Convive con ellos como un escritor convive con sus personajes. Después, empieza a recordar quien es, y tiene el deber, con la ayuda de las Aguas de la Vida, de regresar al mundo de los humanos, a su realidad. De alguna forma, Bastián, cuando terminó el libro, terminó siendo mejor persona. Los libros siempre afectan al lector, lo influyen. Los escritores, así ellos no quieran, no pueden vivir solo en Fantasía, necesitan de la realidad, los lectores también. Es por eso que siempre tendremos que despedirnos de nuestros personajes queridos, de aquellos con los que hemos pasado grandes aventuras. Cerramos el libro, pero la historia continua. La literatura se sigue escribiendo y no dejará de hacerlo porque ella misma es La Historia Interminable.

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(1).. Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: http://lema.rae.es/drae/?val=literatura (2/11/13)
(2) PUCP: Susana Reisz Explica el rol de la literatura (Video): http://www.youtube.com/watch?v=3AcRrwa-49M (2/11/13)
(3) Ende, Michael: La historia interminable, Editorial Santillana: Punto de Lectura, decimosegunda reimpresión: marzo del 2012. Página 15, segundo párrafo.
(4) Entrevista a Julio Cortázar: Sobre el Juego y la identidad (video): http://www.youtube.com/watch?v=zu1DKrFVtWk (2/11/13)
(5) Y (6) Ende, Michael: La historia interminable, Editorial Santillana: Punto de Lectura, decimosegunda reimpresión: marzo del 2012. Página 174.
(7) Ende, Michael: La historia interminable, Editorial Santillana: Punto de Lectura, decimosegunda reimpresión: marzo del 2012. Página 176.
(8) Podríamos afirmar que esta obra tiene cierta influencia platónica en cuanto al mundo de la ideas.
(9) El autor tiene mucha influencia de su contexto histórico. Alemania dividida entre dos mundos.
(10) Ende, Michael: La historia interminable, Editorial Santillana: Punto de Lectura, decimosegunda reimpresión: marzo del 2012. Página 223.
(11) Ende, Michael: La historia interminable, Editorial Santillana: Punto de Lectura, decimosegunda reimpresión: marzo del 2012. Página 224

19.3.19

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De Santís, Pablo. Viaje al centro de la fantasía

Bohner, Franz. Michael Ende y el misterio del dinero

Cardenas, Maritza. Parque Michael Ende

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Castro, Gabriel Arturo. Arte auténtico, arte mecánico

Cebrían Velasco, María Fernanda. La construcción de la libertad en dos relatos: Michael Ende y Platón

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Corazón Ardura, Pablo. Michael Ende y el Áuryn - La historia interminable

Coronel, Alberto. El rincón utópico o el porqué de la fantasía. Un homenaje a Michael Ende

Cota González, Angélica. Por ende, dos juegos con el mismo cuento

De Feo, Giovanni. Michael Ende en verso

Dellutri, Ezequiel. Mundos detrás de mundos

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Elsn, Erwin. Las historias de Ende, fascinación interminable

Fajardo, José Manuel. El encantador de libros

Fernández, Victoria. El reino de la maravilla

Folch, Maria. Lecciones de Michael Ende

García, Donaldo. El elemento fantástico en la obra de Michael Ende

García, Rocío. Michael Ende lamenta que la fantasía no cambie el mundo

Garralón, Ana. Michael Ende o la realidad en la fantasía

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Giersberg, Dagmar. Un castillo lleno de libros

González, Carlos Jesús. Alemanes que hacen historia: Michael Ende

González, Luis Daniel. Michael Ende

Gordo, Vanessa. Anacronismos y espíritus

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Hocke, Roman. Michael Ende sobre la película de La historia interminable  
 
Jarque, Fietta. El escritor Michael Ende prepara un libro de arquitecturas

Jiménez Ariza, María del Carmen. Sobre mitos antiguos y héroes modernos

Láquesis, Alejandra. Importancia de la fantasía en la literatura infantil

Lindo, Elvira. Acudir a lo mágico para explicar lo real

Lumbreraz Martínez, Daniel. El escritor interminable

Marchamalo, Jesús. El hombre que se creía Michael Ende

Martínez Sanz, Héctor. Haz lo que quieras

Merino, José Luis. El abogado de Michael Ende

Moedano, Montserrat. ¿Quién fuera una mente creativa?

Oliva, Luis Ángel. Michael Ende, el oficio (y la cruz) de escribir libros infantiles

Olivares, Juan Carlos. Michael Ende, el escritor de los niños-adultos

Opera Mundi Magazine. La fantasía perdurable de Michael Ende

Pereda, Rosa María. La imaginación cambia la conciencia del lector

Perlin, Sebastián. Un homenaje a la lectura

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