24.8.20

Lecciones de Michael Ende

Texto: Maria Folch en EBECA
Imagen: Ronald Companoca


Michael Ende (1929-1995), fue un escritor alemán, hijo del pintor surrealista Edgar Ende. Convivió con lienzos durante toda su infancia, algo que sin duda alguna debió contribuir a que desarrollara una imaginación desbordante. Aunque inicialmente estudió arte dramático y trabajó como actor, crítico literario y de cine, fue conocido en todo el mundo como uno de los mejores escritores de literatura fantástica infantil y juvenil del siglo XX. Sin embargo, sus obras incluyen mensajes, metáforas y reflexiones que son perfectamente útiles para el mundo adulto.

No fue hasta los años cincuenta cuando comenzó a escribir literatura infantil. Sus dos obras más importantes fueron «Momo»(1973) y «La Historia Interminable»(1979). Son dos libros cargados de reflexiones profundas sobre el ser humano y el entorno en el que vive, que recalcan la importancia de imaginación para los niños y para los adultos, no como escapismo, sino como herramienta para gozar de una vida más consciente y plena.

Se trata de historias en las que nos regala un modo de narrar que repleto de bellísimas imágenes internas, no sólo estéticas, sino plagadas de pensamientos útiles para la vida. Algunas de sus fuentes de inspiración fueron relatos de diversas mitologías como la nórdica, y otras obras de carácter místico, como el budismo zen, la cábala o la antroposofía de Rudolf Steiner.

Y es que, para quienes hayan estudiado pedagogía Waldorf, es posible reconocer, en el modo de narrar las historias y de crear ricas imágenes, estética y simbólicamente, un reflejo de la importancia que en estas escuelas se da a la narración de historias y al rol que se otorga a éstas en el desarrollo integral del niño. Y es que Michael Ende no fue ajeno a este tipo de didáctica: él mismo fue alumno durante un tiempo de las escuelas Waldorf, y sus padres conocieron el pensamiento de Steiner.

En «Momo» uno de los temas centrales es la crítica de nuestra sociedad de consumo y su modo frenético de vivir. Los personajes que representan estos valores son los «hombres grises», los cuales se nutren del tiempo que incitan a ahorrar a las personas, haciéndoles creer que cuando lo dedican a sí mismos y no al trabajo, lo están desperdiciando. Así, los seres humanos se ven sumergidos en una carrera hacia ninguna parte que les desconecta de su propio camino y capacidad de juicio. La ausencia de pausas y de silencios facilitan la construcción de una existencia vacía, en la que ya no se consideran los cuidados y el amor como parte esencial de la vida del ser humano. Los niños son las primeras víctimas del ritmo insano de los adultos, a los cuales se intenta educar bajo los mismos valores de productividad y uniformización.

En su gran éxito «La Historia Interminable», el mundo real y el de la Fantasía deben encontrar un modo de colaborar, por el bien de ambos. En la novela el uno no puede existir sin el otro, así como en nuestro mundo el conocimiento intelectual frío, que no incluye una mirada artística y espiritual, también pone en peligro a toda la humanidad. En «La Historia Interminable», el mundo de Fantasía corre el riesgo de desaparecer absorbido por la «Nada», una metáfora del peligro que implica el exceso de racionalidad que perfectamente podemos aplicar a nuestro mundo. Y es que Michael Ende nos recuerda que la obsesión de perseguir ideales que no tengan en cuenta al ser humano en toda su complejidad, nos puede llevar al vacío espiritual que nos condene a una muerte en vida. A través de una aventura apasionante, Ende nos hace reflexionar acerca de la escasa importancia que todavía hoy otorgamos a lo artístico y espiritual en nuestra vida y en la educación.

Por todo ello, estos dos libros de Michael Ende son de la más absoluta actualidad. Esperemos que pronto se conviertan en un relato que ilustre una civilización pasada. Mientras tanto, y aunque seamos adultos, todavía podemos aprovechar la inmensa sabiduría que contienen sus libros e intentarlos llevar a nuestra vida.

Comparto con vosotros algunos fragmentos que me han parecido sumamente ilustrativos de estas ideas que os comentaba. ¡Buena lectura!

Juguetes pasivos son mejores para la imaginación del niño

«Una muñeca más parecida a un adulto que a un niño, vestida con todos los detalles. La muñeca sólo repite: «Hola, soy … la muñeca perfecta. ¿Quieres jugar conmigo?», » Te pertenezco, por eso te envidian todos»Y «Quiero más cosas». Al cabo de un rato de jugar Momo se aburre porque no puede interaccionar con ella. Entra en un estado de pasividad, aburrimiento, ensimismamiento.

«-Vamos a jugar a que vienes de visita – propuso Momo.

– Hola -dijo la muñeca-, soy Bebenín, la muñeca perfecta.

– Qué amable de venir a verme – contestó Momo – ¿De dónde viene usted, señora?

– Te pertenezco – prosiguió Bebenín-. Por eso te envidian todos.

– Escucha – dijo Momo-, así no podemos jugar, si siempre dices lo mismo.

– Quiero tener más cosas – contestó la muñeca, mientras pestañeaba.

Momo lo intentó con otro juego, y cuando éste también fracasó, con otro, y otro, y otro más. Pero no salía bien. Si la muñeca por lo menos no hubiera dicho nada, Momo habría podido contestar por ella, y habría resultado la conversación más bonita. Pero precisamente por hablar, Bebenín impedía cualquier diálogo.

Al cabo de un rato, Momo tuvo una sensación que no había sentido nunca antes. Y porque le era completamente nueva, tardó en darse cuenta de que era aburrimiento.

Momo no sabía qué hacer. Le habría gustado dejar tirada la muñeca perfecta y jugar con otra cosa, pero por alguna razón desconocida no podía separarse de ella.

Así que, al final, Momo estaba sentada y miraba fijamente a la muñeca que, a su vez, miraba a Momo con sus ojos azules, vidriosos, como si se hubieran hipnotizado mutuamente.»

(«Momo», 95-96)

Sobre el trabajo que deshumaniza y la necesidad de ruido y movimiento constante

«Así que ya no podían celebrar fiestas de verdad, ni alegres ni serias. El soñar se consideraba, entre ellos, casi un crimen. Pero lo que más les costaba soportar era el silencio. Porque en el silencio les sobrevenía el miedo, porque intuían lo que en realidad estaba ocurriendo con su vida. Por eso hacían ruido siempre que los amenazaba el silencio. Pero está claro que no se trataba de un ruido divertido, como el que reina allí donde juegan los niños, sino de uno airado y pesimista, que de día hacía más ruidosa la ciudad.

El que a uno le gustara su trabajo y lo hiciera con amor no importaba; al contrario, eso sólo entretenía. Lo único importante era que hiciera el máximo trabajo en el mínimo tiempo.

En todos los lugares de trabajo de las grandes fábricas y oficinas colgaban carteles que decían:

EL TIEMPO ES PRECIOSO: NO LO PIERDAS

EL TIEMPO ES ORO: AHÓRRALO

(«Momo», 77)

Sobre la individualidad del ser humano

«Las pasiones humanas son un misterio, y a los niños les pasa lo mismo que a los mayores. Los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y lo que no las han vivido no pueden comprenderlas. Hay hombres que se juegan la vida para subir a una montaña. Nadie, ni siquiera ellos, puede explicar realmente por qué. Otros se arruinan para conquistar el corazón de una persona que no quiere saber nada de ellos. Otros se destruyen a sí mismos por no saber resistir los placeres de la mesa… o de la botella. Algunos pierden cuanto tienen para ganar en un juego de azar, o lo sacrifian todo a una idea fija que jamás podrá realizarse. Unos cuantos creen que sólo serán felices en algún lugar distinto, y recorren el mundo durante toda su vida. Y unos pocos no ddescansan hasta que consiguen ser poderosos. En resumen: hay tantas pasiones distintas como hombres distintos hay».

(«La Historia Interminable», 12)

La importancia de Fantasía

«- Por eso los seres humanos odian y temen a Fantasía y a todo lo que procede de aquí. La quieren aniquilar. Y no saben que, precisamente así, aumentarán la oleada de mentiras que cae ininterrumpiadamente en su mundo… esa corriente de seres desfigurados que tienen que llevar allí una existencia ficticia de cadáveres vivientes y envenenan el alma de los hombres con su olor a podrido. Los hombres no lo saben. ¿No es gracioso?

– ¿Y no hay nadie – preguntó Atreyu en voz baja- que no nos odie ni nos tema?

– Yo, al menos, no conozco a nadie – dijo Gmork-, y tampoco es de extrañar, porque vosotros mismos tenéis que resignaros allí a hacer creer a los hombres que Fantasía no existe.

¿Que no existe Fantasía? – repitió Atreyu desconcertado.

Claro, hijito – respondió Gmork-, eso es precisamente lo más importante. ¿No puedes imaginártelo? Sólo si creen que no existe Fantasía no se les ocurrirá visitaros. Y de eso depende todo, porque únicamente cuando no os conocen en vuestro verdadero aspecto puede hacerse con ellos cualquier cosa.

Hacer con ellos … ¿qué?

Todo lo que se quiere. Se tiene poder sobre ellos. Y nada da un poder mayor sobre los hombres que las mentiras. Porque esos hombres, hijito, viven de ideas. Y éstas se pueden dirigir. Ese poder es el único que cuenta….

(«La Historia Interminable», 144-145)


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Maria Folch. Artista, educadora artística y asesora educativa para familias y escuelas formada en Crianza Positiva y Pedagogía Waldorf. Terapeuta de Flores de Bach y Reiki.

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