Imagen: Philippe Charles Jacquet
La idea del vacío y el concepto de «la nada». El viaje del guerrero, el pantano de la tristeza y la sabiduría de una vieja tortuga. La suerte de un dragón, el poder de creer y las esfinges del Oráculo del Sur. La teoría de los reflejos, la proyección y el coraje para confrontar tu verdadero ser. El valor para dejar atrás el miedo, el poder de los sueños y la importancia, en tiempos tan superficiales, de la imaginación.
Hace poco vi La Historia Sin Fin y descubrí que, aunque parezca un relato de fantasía, en realidad es una historia llena de filosofía. Con razón me gustaba tanto esa película que se filmó en 1984, qué gran manera de compartir sabiduría.
Toda la historia se detona por la amenaza de «la nada», de la ausencia, del vacío. Como en la filosofía griega, judía, hindú y otras cuantas, se hace presente el concepto del ser o no ser y las consecuencias de negarte a ti mismo. Ideas de Hegel, Kant, Heidegger y el existencialismo de Sartre, se manifiestan en la historia de diferentes maneras pero con un mismo mensaje: la nada es lo opuesto al ser, al verdadero ser.
Como lo dijo Sartre: “El hombre es el único ser en la naturaleza que no sólo es tal como él se quiere, sino también como él se concibe después de existir».
También, el concepto del miedo se hace presente en esta fantástica narrativa. Cuando Atreyu, uno de los personajes principales, llega a la primera puerta del Oráculo del Sur, se enfrenta con unas esfinges que derriban a cualquiera que empiece a dudar. Pero Atreyu, en un acto de valentía, logra cruzar la puerta librando sendos ataques. El poder de creer en ti es un mensaje que está presente en varias culturas del mundo y se narra de diferentes maneras: el valor de elegir el amor sobre el miedo; el valor de creer, el valor de no dudar de ti, el valor de vivir.
Después, Atreyu llega a la Puerta del Espejo y se enfrenta a uno de los mayores retos del ser humano: la confrontación con el verdadero ser. Ahí, donde «las personas amables descubren que son crueles y los valientes se vuelven cobardes. Porque al confrontarse con el verdadero ser, la mayoría de las personas huyen corriendo». Este mensaje es parte del pensamiento de Jaques Lacan y su trabajo sobre «el ser».
Incluso Lacan habló de la «etapa del espejo», en la que nos reconocemos frente al espejo por primera vez. En esa etapa encaramos un cierto drama en donde lo imaginario se enfrenta a lo real y se comienza a forma el ego. También, el espejo de la historia simboliza el concepto de la proyección en psicología y las teorías de los reflejos. Porque todos somos espejos y reflejos conscientes e inconscientes de todos. Tú proyectas lo que en verdad eres, lo que no eres o lo que quieres ser. Desde nuestro interior, se proyecta nuestra realidad, y la verdadera búsqueda, es encontrarnos a nosotros mismos.
Cuando Atreyu finalmente llega al Oráculo del Sur, se le revela el secreto para salvarse de «la nada»: la emperatriz debe de tener un nuevo nombre, y esta nueva identidad sólo la puede decidir un humano. Quizás este es otro guiño a las ideas de las etapas del ser de Lacan, o quizás es una referencia a la idea de renacer, reinventarse y volver a empezar, que está presente en varias filosofías del mundo.
Durante toda la historia, Atreyu es rescatado en varios momentos por un dragón blanco de la suerte: el querido Fálcor. Así, Fálcor y la suerte acompañan a Atreyu como lo haría un verdadero amigo; presentes en los momentos más difíciles, apoyándote y animándote a que vuelvas a creer. Esta «suerte compañera» está presente en varias civilizaciones milenarias, sobre todo la china, y es parte de lo inesperado y sorprendente que el camino puede ser.
Otro momento de la historia con un alto grado de filosofía es el encuentro de Atreyu con Gmork, un lobo mercenario de «la nada». Ahí, se habla del poder de los sueños en la vida humana y cómo la fantasía no tiene fronteras. Pero cuando los humanos dejan de creer, desear y soñar, la ausencia existencial crece y atenta contra nuestro verdadero ser. Como dice el diálogo de la historia, «si la gente deja de creer, pierde sentido su existencia y es fácil de controlar. Y quien sea que tenga el control, tiene el poder».
Finalmente, y sintiéndose derrotado, Atreyu llega con la emperatriz en lo poco que queda de «Fantasía». En esa escena, Sebastián, el niño que ha estado leyendo el libro de La Historia Sin Fin desde el mundo real, le da un nuevo nombre a la emperatriz y empezar a creer que él también es parte de la historia de Fantasía. Ahí, el protagonista se da cuenta que todo lo que tiene que hacer es seguir sus deseos, ese es el verdadero remedio contra «la nada». Al hacerlo, poco a poco se va reconstruyendo Fantasía y se resuelve el conflicto de la historia.
De mi parte, La Historia Sin Fin representa algo importante en mi vida. Desde que vi la película cuando era niño, a mi, y a mis dos hermanos, nos encantó. Fálcor fue el nombre que le pusimos al primer perro de la familia y es que la historia de la lucha contra «la nada» a todos en la casa nos cautivó. Hoy, muchos años después, la vuelvo a ver y me sorprendo al ver todos los mensajes que manda esta fantástica historia que, por cierto, fue escrita en Alemania, tierra donde ahora vivo yo.
Al final, el gran mensaje de la historia es la importancia de ser quien quieres ser y hacer lo que más te gusta, conviviendo con el miedo y encontrando tu verdadero ser. Un mensaje que fue escrito en 1979 y que hoy está más vivo que nunca. Por eso digo que Die Unendliche Geschichte, o La Historia Sin Fin, parece ser un cuento de mera fantasía pero bien podría ser una cátedra de filosofía para toda la vida.
Concluyo con una frase del autor del libro que dio vida a la película, Michael Ende, y que vale la pena recordar: «cuando nos fijamos un objetivo, el mejor medio para alcanzarlo es tomar siempre el camino opuesto. Para encontrar la realidad, hay que hacer lo mismo: darle la espalda y pasar por lo fantástico. Sin embargo, siempre hay un riesgo cuando se realiza tal periplo; entre la realidad y lo fantástico existe un sutil equilibrio que no debe perturbarse. Porque separado de lo real, lo fantástico también pierde contenido».
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