4.11.16

El significado del juego infantil en Momo

Texto: Mercedes del Fresno Fernández en CLIJ.
Imagen: Zhoung




La autora se sirve de Momo, obra a través de la que Michael Ende propone volver a la vida sin tiempo o en la que aboga por el derecho al ejercicio de la fantasía, para hablar de la importancia del juego y de los cuentos en la infancia. Y como el escritor alemán, Mercedes del Fresno llama la atención sobre la falta de tiempo tan acusada en nuestra sociedad, que lleva a los adultos, padres y/o educadores, a prestar cada vez menos atención a los niños que, sin embargo, necesitan de la presencia adulta para organizar y dar sentido a sus juegos. Pero no solo el tiempo es el enemigo, también lo son la falta de espacios adecuados en las ciudades para que jueguen los niños, o la incapacidad de los adultos para aceptar el mundo de la infancia. 

Siempre que se habla de Michael Ende se dice que no escribió libros expresamente para niños o que sus obras “no fueron redactadas para lectores de una determinada edad”(1), al menos a priori, sino que fue en el momento de su publicación cuando se decidió sobre este particular.

A mi entender queda claro que, a pesar de que “por tener como protagonistas a figuras infantiles y por su sencillez expresiva, [sus obras] se encasillan en la literatura infantil”(2), la intención de Ende es la de hacer crítica social y provocar la reacción del lector ante los problemas de abandono que sufren los niños por falta de tiempo en una sociedad cada vez más deshumanizada y consumista y en la que irónicamente, como más adelante demostraremos, menos se piensa en los niños.

26.10.16

Michael Ende, un hacedor de fantasías.


Texto: Carlos G. Bárcena en CLIJ




Michael Ende es uno de los escritores europeos contemporáneos de mayor éxito internacional. Obras suyas como Momo o La historia interminable forman parte de la mejor literatura fantástica hecha este siglo. A continuación les ofrecemos una semblanza biográfica del autor germano y un extracto de la conferencia que ofreció en el Congreso Internacional de IBBY celebrado en Tokio en 1986 en la que desvela algunas claves de su obra literaria.

El nombre de Michael Ende saltó a la palestra de la popularidad en nuestro país en los años ochenta, merced al éxito consecutivo obtenido por sus títulos Momo y La historia interminable, dos novelas que traían vitola de infantiles y que a la postre se convertirían en libros de culto para adultos sedientos de fantasía.

Encumbrado a la fama, Ende se destapó como un excelente escritor de literatura fantástica, capaz de cautivar a los lectores más exigentes del género y de satisfacer, también, a sus editores, que hallaron en él un filón literario y económico al mismo tiempo.

Cuatro años seguidos a la cabeza de autores con libros más vendidos en Alemania, traducciones a cerca de una treintena de lenguas, y cifras que rebasan los cuatro millones de ejemplares vendidos, hablan a las claras de lo que el caso Ende ha sido capaz de dar de sí.

11.8.16

La historia sin fin: el viaje del héroe

Texto: Eliana Marcela Fernández en Asociación de Psicología Analítica en Colombia
Imagen: wuselarts



“Todas las cosas devienen, se elevan y regresan. Las plantas florecen, pero solo para volver a la raíz. El volver a la raíz es como la búsqueda de la tranquilidad. La búsqueda de la tranquilidad es como un movimiento hacia el destino. Moverse hacia el destino es como la eternidad. Reconocer la eternidad es la iluminación y no reconocerla trae el desorden y el mal. El conocimiento de la eternidad hace al hombre comprensivo y la comprensión amplia su mente; la amplitud de visión trae nobleza y la nobleza es como el cielo.”
Lao Tse. Tao Te King


Con este film demuestro de una forma didáctica algunos aspectos importantes de la teoría de Carl Gustav Jung en los conceptos del arquetipo del héroe, de la iniciación del masculino y cómo se entretejen dichos conceptos para lograr la individuación. He escogido de entre muchas películas que tocan el tema del viaje del héroe “La historia sin fin”, porque muestra de una manera evidente las pruebas que debe pasar el héroe para lograr su cometido. Estrenada en el año 1984, para ese momento tenía unos efectos especiales maravillosos y unos personajes que aún siguen siendo muy bien caracterizados desde el punto de vista plástico y de maquillaje. Cabe anotar que el libro de Michael Ende es más rico en detalles.

El director es Wolfgang Petersen. Los personajes principales son Bastian y Atreyu, los personajes secundarios son la emperatriz, el padre de Bastian, el librero, Artax, Falkor, Morla, Urgl, Engywood, Gmork. Otros personajes: la gente que habita fantasía, el comepiedras, el duende nocturno, el caracol, el murciélago.

Para el análisis tomo como referencia a: Joseph Campbell (1) y James Hillman (2).

13.7.16

La historia interminable. Una singularidad cuántica literaria

Texto: Rubén Muñoz Herranz en El electrobardo
Imagen: Jian Guo



Habitualmente utilizo en los talleres de narrativa del electrobardo el ejemplo de Michael Ende para ilustrar lo que es la memoria sensorial, la imaginación y todos los porqués que explican que no es necesario haber experimentado algo para hacer un uso narrativo de ello. 

¿Cuál es el conflicto central de La historia interminable? Una Nada que no deja de crecer ha surgido y hace desaparecer a los personajes y tierras del país de Fantasía. Ende no solo emplea esa Nada como elemento neurálgico de la trama de su libro: dota de vida propia esa no presencia que no habla, que no huele, que no se puede ver, palpar ni destruir. 

Pero está ahí, y cómo. Nos enteramos de ella por lo que cuentan los personajes de Fantasía, refugiados privados de su hogar ante su «destructivo» paso (entrecomillo el vocablo ‘destructivo’ porque los actos de la nada tampoco son destructivos, como sí lo serán los de Bastian cuando el libro avance: los actos de la Nada no se pueden catalogar, porque no corresponden a las categorías creativas que conocen los personajes de Fantasía). 

Momo de Michael Ende

Texto: Beatriz Abad en Mecánico unicornio
Imagen: Marianna



Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes.

La pequeña Momo vive en un anfiteatro en ruinas, es huérfana y viste un abrigo masculino que le queda enorme. No posee nada, y tampoco sabe el nombre de sus padres ni la fecha de su nacimiento: «que yo sepa, siempre he existido», responde cuando le preguntan. Momo es una niña extraordinariamente sensible y tranquila, que posee una manera muy particular de escuchar, por eso los demás acuden a ella en busca de consejo. Sin embargo, ella no da ninguna orientación, no predica, ni siquiera les responde: se limita a dedicarles toda su atención. De esta manera, los hombres hallan por sí solos las respuestas a sus preguntas.

Como poco a poco va corriéndose la voz de las cualidades de Momo, alrededor del anfiteatro va consolidándose una comunidad de personas atraídas por la pequeña. Como recompensa a sus atenciones, la gente le lleva comida y algunos muebles para que su habitáculo, situado debajo del monumento, resulte más confortable. También llegarán niños de todas partes deseosos de jugar con ella, porque junto a Momo los viajes resultan siempre más fantásticos, los peligros más arriesgados y las aventuras más emocionantes.

El rincón utópico o el por qué de la fantasía

Texto: Alberto Coronel en Juego de manos



En 1940 un Michael Ende de doce años recorría eufórico las calles bombardeadas de Múnich atraído por la luz de las llamas como una polilla. Hijo de una psicóloga y de un pintor surrealista a quien los nazis prohibieron seguir pintando por degenerado, creció en un mundo en que las fronteras entre lo imaginario y lo real, lo subjetivo y lo objetivo se fueron difuminando primero en su infancia, luego aparecerán dibujadas en sus obras en línea discontinua. Con La historia interminable se metería en los estantes de literatura juvenil de media Europa —estantería más, estantería menos—. Este 12 de noviembre Ende cumpliría ochenta y seis años, y no hubiese querido presenciar las razones por las que hemos movido a Momo de la sección de literatura juvenil para ponerla en la de literatura imprescindible.

Poco se conoce el pasado de Michael Ende en el «Frente Libre Bavariano», una organización clandestina antinazi, de cómo hacía de mensajero entre ciudades bombardeadas. No cuesta imaginarse a un joven Ende con poco más de quince años recorriendo el mundo con algún mensaje urgente como haría después Atreyu, cuidándose ambos muy mucho de no ser absorbidos por la nada

Tras pasar una década en el teatro, la poesía y escribir todo lo que fuere que se vendiere, nuestro autor se irá volcando cada vez más en la literatura fantástica y el cuento infantil. Alemania durante los años sesenta estaba en el apogeo del realismo social, por lo que Ende fue criticado por producir literatura de evasión o escapismo. Esta crítica denuncia el mirar las estrellas en aquellas trincheras sociales en que habría que pasarse el día a tiros. Para colmo, el zángano invita a los demás a hacer lo mismo. En esas andaba y en esas andamos. El bueno de Ende hace una prosa que compite en cristalina con Stefan Zweig, y con ella enfrenta el espíritu de la producción de prisa.Momo apunta al corazón de lo que Weber identificó como el espíritu del capitalismo. Y es que uno no tarda en percibir que la literatura de Michael Ende tiene su némesis en aquella ética del ahorrador de tiempo, azote del zángano y acumulador de riquezas. La literatura de Ende es una apología luminosa de los jardines del mundo interior contra el «y yo qué gano» y la ansiedad del «quién soy yo al fin y al cabo»; en defensa del hablar con la calma y vivir con esa tranquilidad que llena el tiempo.

17.5.16

El espejo en el espejo, Serás libre o no existirás


Texto: Rocío V. Ramírez en Fabulantes




¿Qué se ve en un espejo que se mira en otro espejo? ¿Lo sabes tú, Señora de los Deseos, la de los Ojos Dorados? ― Viejo de la Montaña Errante en La historia interminable.


El inconsciente, ese otro lugar al que nuestra conciencia no alcanza, quedó definitivamente separado de la razón en los albores de la Modernidad. La mente interior, con sus visiones y espacios oníricos, sólo podía aceptarse cuando aparecía domesticada por las teorías científicas. De otro modo era rechazada hacia los territorios exteriores, hacia la locura. El pintor Edgar Ende (1901-1965) creó una obra que rompió esta impostura de la racionalidad, ahondó en introspecciones para pescar las imágenes y visiones más puras e incorruptibles para los procesos conscientes. Aunque se le tildó de pintor surrealista, nunca pretendió reflejar el mundo de las ideas con símbolos oníricos. Cada pintura era el resultado de una metodología visionaria única: el artista se encerraba en su estudio, donde se concentraba en alejarse de todo pensamiento. Apartando de sí toda intención, toda emoción previa, la mente terminaba mostrando imágenes cuyo significado era inexpresable y que le sorprendían a él mismo. Estas visiones se convirtieron en la materia prima de sus obras, mostrando sus deliberados paseos por el inconsciente.

Su hijo, el escritor Michael Ende, representó este proceso de recuperación creativa en La historia interminable (1979). En el Pozo Minround, Yor, el minero ciego, desenterraba cada día los sueños olvidados por la humanidad. Este personaje, al igual que su padre, huía de la influencia del materialismo. Así conseguía unas imágenes que, sin la resonancia de su creador, podían generar ideas y sentimientos en los espectadores, ayudándoles a conformar su identidad a través de su experiencia estética. Cinco años más tarde, en 1984, Ende presentó una obra en la que treinta relatos surrealistas se mezclaron con las pinturas de su padre en un extraño híbrido creativo: El espejo en el espejo (Cátedra Letras Populares, 2014). A la pregunta formulada años atrás a través del Viejo de la Montaña Errante, la mejor respuesta son unas narraciones que reflejan, como un espejo en otro, las infinitas posibilidades de la existencia.

17.3.16

Osito Teddy conoce el existencialismo por Michael Ende

Texto: Luis Cermeño en Mil inviernos
Imagen: Aksam Gunesi



Desde la conmovedora historia de Brian Aldiss “Los superjuguetes duran todo el verano” no había leído un texto en donde un osito de peluche se interrogara tan arduamente por su propio ser y se cuestionara tanto sobre la artificialidad, como en el cuento infantil El osito de peluche y otros animales, de Michael Ende.

La pregunta no nace del oso por sí mismo, es un moscorrofio el que le pica la duda a Lavable (nombre de la etiqueta que lo bautizó), por supuesto, recriminándolo sobre su aparente inutilidad y su insignificante existencia. El osito Lavable está tirado, abandonado por su dueño, después de que éste creciera, se fuera, y el oso quedara como una parte del mobiliario, encima del mueble, perplejo, a veces inclinado, sobre el sofá. Al moscorrofio le irrita ver algo tan aparentemente inútil, y le hace preguntar al oso qué hace en este mundo, cuál es su sentido e importancia en este mundo.

Para encontrarlo, Lavable emprende un periplo alrededor del mundo, en que da con toda clase de animales, que lejos de darle una respuesta, lo alejan, y le hacen sentir diferente, poca cosa y residual. Por los valores que da cada especie de animal al valor de la existencia, se deduce son antropos, sino en forma sí en sustancia, y de allí que uno adivine en cada una de estas criaturas un oficio humano, o unas características propias de cada grupo humano que considera son mejores sobre otras. Allí tenemos al vanidoso artista, al obsesivo calculador positivista, a los odiosos filósofos y pensadores, a los hacendosos obreros. Y el osito Teddy sabe que no puede ser ninguno de ellos, además porque todos lo rechazan debido a que su ser peludo no se ajusta a los altos valores que estos consideran son los de la existencia.

Michael Ende, maestro de inocular filosofía a través de sencillos relatos, nos brinda una nueva versión del osito de peluche, con una aparente ingenuidad embarga el ánimo de la misma melancolía y confusión epistemológica que el cuento de Brian Aldiss, en fin, la pregunta es sobre la existencia de nosotros mismos y cómo un peluche artificial puede ser más auténtico que toda esa clase de animales que seguros de encontrar los valores en el mundo se pierden de encontrar algo más fundamental, y esto es el amor.

Porque el osito Lavable estaba hecho sencillamente para amar y ser amado. No les contaré más de la historia. Vayan a la sección infantil de la biblioteca pública, siéntense en el piso, y si encuentran un niño léanle el cuento, y verán que para eso este libro estaba hecho.


El rincón utópico o el porqué de la fantasía. Un homenaje a Michael Ende

Texto: Alberto Coronel en Juego de manos
Imagen: Mahir Ates



En 1940 un Michael Ende de doce años recorría eufórico las calles bombardeadas de Múnich atraído por la luz de las llamas como una polilla. Hijo de una psicóloga y de un pintor surrealista a quien los nazis prohibieron seguir pintando por degenerado, creció en un mundo en que las fronteras entre lo imaginario y lo real, lo subjetivo y lo objetivo se fueron difuminando primero en su infancia, luego aparecerán dibujadas en sus obras en línea discontinua. Con La historia interminable se metería en los estantes de literatura juvenil de media Europa —estantería más, estantería menos—. Este 12 de noviembre Ende cumpliría ochenta y seis años, y no hubiese querido presenciar las razones por las que hemos movido a Momo de la sección de literatura juvenil para ponerla en la de literatura imprescindible.

Poco se conoce el pasado de Michael Ende en el «Frente Libre Bavariano», una organización clandestina antinazi, de cómo hacía de mensajero entre ciudades bombardeadas. No cuesta imaginarse a un joven Ende con poco más de quince años recorriendo el mundo con algún mensaje urgente como haría después Atreyu, cuidándose ambos muy mucho de no ser absorbidos por la nada

Tras pasar una década en el teatro, la poesía y escribir todo lo que fuere que se vendiere, nuestro autor se irá volcando cada vez más en la literatura fantástica y el cuento infantil. Alemania durante los años sesenta estaba en el apogeo del realismo social, por lo que Ende fue criticado por producir literatura de evasión o escapismo. Esta crítica denuncia el mirar las estrellas en aquellas trincheras sociales en que habría que pasarse el día a tiros. Para colmo, el zángano invita a los demás a hacer lo mismo. En esas andaba y en esas andamos. El bueno de Ende hace una prosa que compite en cristalina con Stefan Zweig, y con ella enfrenta el espíritu de la producción de prisa. Momo apunta al corazón de lo que Weber identificó como el espíritu del capitalismo. Y es que uno no tarda en percibir que la literatura de Michael Ende tiene su némesis en aquella ética del ahorrador de tiempo, azote del zángano y acumulador de riquezas. La literatura de Ende es una apología luminosa de los jardines del mundo interior contra el «y yo qué gano» y la ansiedad del «quién soy yo al fin y al cabo»; en defensa del hablar con la calma y vivir con esa tranquilidad que llena el tiempo.

En una entrevista publicada en El País en 1984, Jean-Luis de Rambures, le pregunta a Michael Ende si el país fantástico que describe no está «lejos de nuestra realidad». Ende responde:
Mis libros no son westerns. No hay que matar a los malos al final para que todo vuelva a estar en orden. No ataco a individuos, sino a un sistema (llámele, si quiere, capitalista) que está a punto (nos daremos cuenta dentro de 10 o 15 años) de hacernos caer en el abismo.
Vayamos ahora a 1987. Margaret Thatcher le concede una entrevista a la revista Woman’s Own para marcarse el siguiente solo de ideología que hoy es célebre munición de think tank:
Hemos atravesado un periodo donde a demasiados niños y a demasiada gente se les ha hecho pensar de esta forma: «¡Tengo un problema, la labor del Estado es resolverlo!». O «¡Tengo un problema, conseguiré un subsidio para resolverlo!». O «¡No tengo vivienda, el Estado debe dármela!». Al hacer eso trasladan sus problemas a la sociedad, y ¿quién es la sociedad? No existe tal cosa. Lo que existe son hombres y mujeres individuales, existen las familias. No hay Estado que pueda hacer nada sino es a través de las personas, y las personas se preocupan primero de sí mismas.
Poco después —y esto es algo que se ha revelado hace poco a los periodistas independientes de Juego de Manos— Thatcher recibe la noticia de que Momo anda por Londres. La orden es clara: «Esperad a que esté sola antes de hablar con ella. Y no falléis. Quiero estar liberando cosas mañana por la mañana».

Era ya de noche cuando Beppo y Gigi se marcharon. No pasaría más de una hora cuando el agente número BLW_,553_,3 se bajó del coche con un cigarrillo entre los labios.
Surge en primer lugar la pregunta siguiente —prosiguió el hombre gris—: ¿De qué les sirve a tus amigos el que tú existas? ¿Les sirve para algo? No. ¿Les ayuda a hacer carrera, a ganar más dinero, a hacer algo en la vida? Decididamente no. ¿Los apoyas en sus esfuerzos por ahorrar tiempo? Al contrario. Los frenas, eres como un cepo en sus pies, arruinas su futuro. Puede que hasta ahora no te hayas dado cuenta de ello, Momo, pero lo cierto es que, por el mero hecho de existir, dañas a tus amigos. En realidad, y sin quererlo, eres su enemiga. ¿Y a eso le llamas tú quererlos?

Momo no sabía qué contestar. Nunca antes había visto las cosas de este modo. Durante un instante tuvo la duda de si no tendría razón el hombre gris[1].
Ende y Thatcher son, para pensar lo social, dos polos antagónicos: Momo es cuidada por sus vecinos y ella cuida de todos, Atreyu es el hijo de todos al que envidia el pobre Bastián que es el hijo de nadie. Está claro: al neoliberalismo del yo divinizado se le resiste el lazo social, el que nos nombremos y comuniquemos con el lenguaje del otro y que nos haga falta siempre un buen nosotros. La sociedad existe, y también la Nada. ¿Qué nos van a decir con la que ha caído en España? Apoyándose también en Ende, Amador Fernández-Savater escribe en «La política y la Nada: la España en crisis» que el vacío creado tras el desahucio simboliza la expansión de la Nada, luego —y todavía mejor— que los desahucios se paran socialmente antes de pararse físicamente, por eso el neoliberalismo tiene que romper el cordón de brazos que cierra el lazo social, las redes de solidaridad y la cooperación colectiva; tiene que seducir a las personas una a una para convertir la sociedad en una jauría de personas-empresa. Cualquiera puede triunfar en el capitalismo, pero no todos. El método es la economía —le gustaba decir a Thatcher—, el objetivo es cambiar el corazón y el alma. ¿Cómo se cambia el corazón y el alma? Recordemos la historia de Fusi el barbero, a quien siempre le había encantado charlar con sus clientes y siempre había estado orgulloso de su manera, insuperable a su juicio, de afeitar a contrapelo. Pero hay momentos —dice Ende— en que uno se olvida de todo eso. Le pasa a todo el mundo.
¿Qué se ha hecho de mí? Un insignificante barbero, eso es todo lo que he conseguido ser. Pero si pudiera vivir de verdad sería otra cosa distinta.

Claro que el señor Fusi no tenía la menor idea de cómo habría de ser eso de vivir de verdad. Sólo se imaginaba algo importante, algo muy lujoso, tal como veía en las revistas. Pero, pensaba con pesimismo, mi trabajo no me deja tiempo para ello. Porque para vivir de verdad hay que tener tiempo. Hay que ser libre. Pero yo seguiré toda mi vida preso del chasquido de las tijeras, el parloteo y la espuma de jabón.

En ese momento se acercó un coche lujoso, gris, que se detuvo exactamente delante de la barbería del señor Fusi[2].
Las cuentas salen, pero no cuadran. Cuando el agente número XYQ_,384_,2 abandonó la barbería delseñor Fusi, éste había sido brutalmente convencido de que si seguía haciendo las cosas que venía haciendo diariamente habría gastado ya todo el tiempo que le quedaba de vida. Horrorizado, el pobre Fusi entiende que las horas que dedica a ver a su madre, a charlar con sus clientes o a comer con calma le hacían perder un tiempo muy valioso.
Nadie se daba cuenta de que, al ahorrar tiempo, en realidad ahorraba otra cosa. Nadie quería darse cuenta de que su vida se volvía cada vez más pobre, más monótona y más fría.

Los que lo sentían con claridad eran los niños, pues para ellos nadie tenía tiempo.

Pero el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón.

Y cuanto más ahorraba de esto la gente, menos tenía[3].
Los hombres grises, leales servidores del Banco de Tiempo le guardarán todo el tiempo que ahorre. Pero… ¿quiénes son los hombres grises? Momo lo sabe: quienes se fuman el tiempo de trabajo humano, que no es el tiempo que tienen, sino el tiempo que son.

Dicho esto podría sorprender que Momo fuese prohibido en la República Federal Alemana hasta que la Unión Soviética lo publicó, eso sí, con la censura de uno de los cuentos que relata Gigi de Marxenius Communus —Marjencio Communo en algunas ediciones—, un cruel tirano que quiso cambiar el mundo haciendo uno nuevo. Moviendo piedra a piedra, árbol a árbol, lo cambió todo utilizando los únicos materiales de los que disponía, y así no dejó sino otro idéntico (en el que están ustedes ahora mismo).
Desde Newton —le dice Ende a Rambures— nos hallamos cruelmente divididos en dos mundos: el de los objetos, llamado real, y el supuestamente ilusorio del yo. Para no seguir siendo un extraño, el hombre debe aprender de nuevo, como Goethe, a llamar de tú a la Luna.
Y esta es la lucha que libra Ende con su literatura para nutrir el mundo interior y llenar de estrellas nuestra intimidad. Nos invita a buscar la realidad desde la fantasía y mantener los mundos de fuera y dentro en equilibrio sin dejarnos llevar por unos ritmos de vida, de trabajo y de socialización que matan la imaginación. Utópico, sí, pero de otra manera, porque para Ende no hay patria humana posible fuera del lenguaje. La utopía se vive, no se hace. Primero se escribe: ¡alguien tiene que pronunciarla! ¿No lleva cada civilización un libro gordo bajo el brazo? En ese caso la fantasía o utopía no es un programa a realizar sino un espacio habitable que sólo existe cuando lo frecuentamos y se hace más grande cuanto más se visite; un espacio que llena patios maravillosos, cafeterías con terraza y colegios con calefacción, facultades con alumnos y hospitales sin aduanas; ese templo de lo común en el que siglo sí, siglo también toca expulsar a los mercaderes. Ese reino siempre asediado por la prisa donde reside el bendito derecho a un ratito más.


 
[1] ENDE, M. (1988), Momo, Madrid, Alfaguara, pp. 93-94. La novela completa puede verse en el siguiente enlace: http://latejapride.com/IMG/pdf/momo.pdf.

[2] Op. cit. pp. 61-62.

[3] Op. cit. p. 74.


Laberintos de desesperanza

Texto: José de Segovia en Entrelíneas
Imagen: Tamás



El movimiento pacifista y ecologista alemán, de tanta relevancia en nuestros días, tomó como símbolo de su sueño de rebeldía dos novelas fantásticas de un autor germano, casi desconocido, excepto por el público infantil: Michael Ende. Sus libros Momo y La historia interminable se han convertido en dos de las obras de ficción de más popularidad en todo el mundo. 

La literatura alemana no había conocido tal éxito de ventas desde el legendario Tambor de hojalata de Günter Grass, en 1959. Ahora, Michael Ende ha vuelto a la ciudad alemana de Münich, de donde ha estado alejado desde 1971, cuando se marchó con su mujer, Ingeborg, a una finca italiana cerca de Roma.

Allí, el famoso hijo del pintor surrealista Edgar Ende había pasado sus últimos quince años escribiendo, hasta la desgraciada muerte de su esposa, el año pasado. Ende se dio a conocer al público infantil con cuentos como Jim Botón o El tragasueños, pero hace ya demasiado tiempo que ha dejado de ser aquel desconocido autor de oscuras ediciones para pequeños lectores. Una película e infinidad de ediciones y traducciones le han hecho un artista de extraordinario testimonio social, de una joven Alemania que cree que ′el sueño no se ha acabado′. 

2.2.16

Momo de Michael Ende

Texto: Alejandro Gamero en La piedra de Sísifo



Momo, como ocurre con otros libros como El principito o Platero y yo ─y por supuesto La historia interminable─, ha sido generalmente clasificado de forma errónea como libro para niños. No es que estos libros no puedan leerlos niños, naturalmente, pero un adulto puede descubrir matices que permanecen ocultos o que son meramente intuidos por un lector que se acaba de iniciar en tan placentero hábito. En el caso de Platero y yo el goce es sobre todo formal, diríase sibarítico; en cambio, Momo o de El principito, a los que se puede acceder a través de traducciones, tienen la enjundia en el contenido, nada envidiable al de los libros reconocidos y establecidos para un público adulto. Y yo, que en esto de la literatura infantil y juvenil opino lo mismo que C. S. Lewis, considero que a niños y a jóvenes ─bien preparados, porque son otros los tiempos de Lewis─ no se les puede dar gato por liebre con una literatura prefabricada con el único objeto de vender. Al fin y al cabo, los temas que aparecen en ambos libros, el tiempo y la amistad, son constantes que han preocupado a hombres de todas las edades, aunque cierto es que observados bajo el prisma peculiar de la infancia.

Una de las características, quizá la única y principal, que Lewis ─y perdonen mi insistencia─ entresaca de la literatura juvenil es la presencia del niño o del adolescente como protagonista de la historia. Se podría decir que este rasgo es común a la mala y a la buena literatura para jóvenes, aunque intuyo que por diferentes motivos: en la primera se busca una mera identificación entre el personaje y el lector; en la segunda es mucho más complejo, porque este hecho determina la cosmovisión de la obra. Por ejemplo, en el caso de Momo, que la protagonista tenga entre ocho y doce años ─con esa acertada ambigüedad temporal tan apropiada para el tema─ no es anecdótico, sino que condiciona de forma decisiva el tratamiento que se ofrece del tiempo, que no podría haber sido el mismo en caso contrario.

15.1.16

La Historia Interminable, ¿sueño o realidad?. Yo prefiero creer en mis sueños

Texto: Itziar Azkona en El blog alternativo
Imagen: Spyrre


“Una vez que alguien ha soñado un sueño,
ese sueño ya existe y no puede escapar a su propia existencia.
Pero si el que lo sueña no puede recordarlo,
¿qué pasa con él, a donde va?
El sueño se va a vivir al país de Fantasía,
a un lugar muy profundo dentro de la Tierra.
Hay sueños olvidados,
todos almacenados en distintas capas.
Cuánto más profundo logres cavar,
más cerca estarás de él.
El país de Fantasía
se levanta sobre los sueños olvidados”
—Michael Ende-, “The Neverending Story”


En ocasiones me encuentro con dichos, textos o vídeos de hace tiempo que me sorprenden por su actualidad. Y siempre me pregunto lo mismo, si serán premoniciones de seres con su máquina del tiempo puesta a punto… hasta que caigo en la cuenta de que no, más bien es que el ser humano hemos avanzado bien lento en nuestra evolución de consciencia comparado con nuestro desarrollo tecnológico.

Mi sorpresa más reciente es la película de la Historia Interminable. Un cuento como todos, hecho para entretener a los niños y despertar a los adultos.

La historia nos cuenta como, Bastian, a través de la lectura de un libro, acompaña al protagonista, Atreyu, a vivir la realización de su propio sueño. Vive muchas aventuras en Fantasía, el país donde La Nada avanza destruyéndolo todo.

14.1.16

El ponche de los deseos de Michael Ende




El ponche de los deseos era, es y siempre será uno de mis libros favoritos, de esos que puedo releer mil veces sin aburrirme. Ya que estamos cerca de las vacaciones de Navidad, quiero recomendar su lectura. 

Los acontecimientos transcurren durante la tarde y noche de San Silvestre, la última noche del año. Belcebú Sarcasmo es un mago, pero no un mago de cuento de hadas, no uno de esos amables y generosos que quieren el bien para todo el mundo y profesan amor incondicional a todos los seres vivos de la Tierra ... ¡Tonterías! Belcebú es malo, egoísta y con muy mal humor, desagradable oportunista que se encuentra al servicio de un líder peor que él.

Y es un emisario de este último (Belcebú), en la víspera de fin de año, quien visita a nuestro mago. Él quiere saber por qué las malas acciones previstas en el contrato infernal no se han cumplido, y antes de la medianoche, si no se respeta el acuerdo, se llevará el alma de Belcebú Sarcasmo quien terminará en el infierno. Terrible, ¿no es así? 

6.1.16

The neverending story, 30 años de aventuras en Fantasia

Texto: Ivonne Lara en Hipertextual
Imagen: Christian



The Neverending Story cumple 30 años de su estreno en el cine. Basada en la novela de Michael Ende, esta cinta dejó su influencia al cine de fantasía.

'Die unendliche Geschichte' es el título original de esta historia que no termina, de esa novela prodigiosa de Michael Ende. Así mismo, el título de la película basada en esta obra que fuera publicada en 1979. La cinta, dirigida por Wolfgang Petersen, se estrenó en España un día como hoy pero de 1984.

Acorde a esas fechas, en realidad, hay mucho que recordar y festejar. 35 años de la publicación de La Historia Interminable, así como 30 años de la película, que, entre otras cosas, tuvo un gran éxito en su estreno, aunque fue del descontento del autor que pidió, incluso, retirar su nombre de la cinta. Aun con esto, la película figura como una referencia en cuanto a películas de fantasía debido a sus efectos especiales y porque tuvo un presupuesto histórico para ese tiempo para una producción alemana: 27 millones de dólares.

Leer la novela de La Historia Interminable es toda una aventura en sí misma. Cada capítulo inicia con una letra del abecedario y, según sea la edición, la capitular estará decorada con el contenido del mismo capítulo. Los diálogo están divididos por colores (para distinguir la "verdad" de la fantasía) y, como una puesta en abismo, el libro se describe así mismo. La película abarca los hechos ocurridos en la primera parte del libro. Recordemos que no sólo existe una secuela de La Historia Interminable, incluso hay una tercera entrega. No sin extensas discusiones de si son realmente una trilogía, ya que la tercera parte no se basa en la novela, gran parte de los personajes son nuevos, cambió el director y los escenarios.

¿Qué es la literatura infantil? Un poco de leña al fuego

Texto: Joel Franz Rosell en Proyecto Cultural Sur


La llama
¿Será la literatura infantil un género literario como lo son la poesía, la novela, el cuento o el ensayo? ¿Acaso libros tan diversos como Struwelpeter, de Hoffmann-Donner; Cuentos de Mamá Oca, de Perrault; La Edad de Oro, de José Martí; Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain; el poemario En aquellos tiempos, de Rabindranath Tagore, o los libros sin texto de Mitsumasa Anno permiten sintetizar un modelo estructural que sirva como “criterio de clasificación y agrupación de textos (atendiendo a las semejanzas de construcción, temática y modalidad de discurso literario) y como marco de referencia y expectativas para escritores y público”? ¿Habrá en libros tan o más variados aún que los citados, pertenecientes a tradiciones nacionales y épocas de las más diversas, algo específico y único, insustituible e intrínseco, sin lo cual, por otra parte, la literatura universal quedaría incompleta y no sería la misma?

Lo cierto es que suele aplicarse muy a la ligera el impreciso concepto de literatura infantil. Para empezar, lo más frecuente es que se cometa la grosera amalgama de homologar la generalidad que constituyen los libros infantiles (literarios, de aprendizaje, lúdicos, de divulgación…) con la literatura infantil, que es sólo una parte de ellos; quizás numéricamente menor, pero definitoria y más prestigiosa.
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