Texto: Ulises Lugo en Revista Kya!
Imagen: Volker
A riesgo de encasillar mis artículos en el tópico de la mitología, me atrevo a tocar la más afamada obra de Michael Ende; La historia sin fin, desde esta misma arista, pues una novela como ésta forma parte de un legado que permite a la humanidad seguir manteniendo encendido el fuego de la pedagogía mediante el símbolo, de la enseñanza a través del cuento, del relato, la parábola.
Dentro de La historia sin fin, hallamos un enriquecido lenguaje simbólico, en ocasiones más oculto que en otras, pero que siempre remite de súbito a la sabiduría popular de antaño. Si se me permite, colocaría sin dudar a esta obra al lado del Peter Pan de J. M.Barrie, del Señor de los anillos de J.R.R. Tolkien, del Pinocho de Carlo Collodi y de Las crónicas de Narnia de C.S. Lewis, como las opus magna de la mitología occidental moderna; catalizadoras y propulsoras de la herencia simbólica que nos acompaña desde que abrimos los ojos como especie consciente de sí misma.
Así pues, aprovecho caprichosamente la oportunidad que Kya! me extiende, para desglosar brevemente los vestigios simbólicos más importantes que Ende expone mediante los contenidos de La historia sin fin, y su clara conexión con nuestras propias, sublimes, mundanas y soñadoras existencias.
Vale comenzar con el personaje principal, Bastián Baltasar Bux, quien cumple con el rol del héroe viajero, cuya hazaña empieza con la lectura de un misterioso libro en un añoso desván. Aquí, el portal que conduce a la aventura, al mundo de Fantasía, es Áuryn; el amuleto de las serpientes entrelazadas que le es dado a Bastián. Como otrora hiciera el armario en Las Crónicas de Narnia, Áuryn o “La alhaja” es el camino que vincula al mundo humano del héroe con el mundo donde realizará su viaje. El portal, funge como simbolismo de puente conector entre la realidad consciente y el inconsciente, entre aquello que tenemos en cuenta mientras nos movemos diariamente y aquello otro que yace dormido u oculto en la profundidad interior. Diversos mitos recurren a este símbolo, donde el héroe habrá de sumergirse o cruzar, a fin de ser transportado hacia una realidad interior de reflexión, madurez y crecimiento; eso que es el viaje en sí mismo.
Por citar ejemplos del símbolo del portal, hallamos el pozo donde el José del Antiguo Testamento es arrojado por sus hermanos, el viaje náutico de Hércules en la copa del sol, la cueva donde Jesucristo permanece tres días sepultado o las ballenas que devoran a Jonás y a Pinocho respectivamente. En la misma línea, nótese que todos los citados anteriormente, igual se hallan inmersos en un viaje/aventura, donde el punto clave radica en el antes y el después, pues todos finalizan la hazaña habiendo claramente evolucionado: José termina siendo el brazo derecho del faraón, Jesucristo resucita, Heracles vuelve victorioso del inframundo (sinónimo de la resurrección), Jonás se convierte en predicador; Pinocho, en un niño de verdad.
Otro rasgo en relación con Bastián y que de igual modo nos remite al arquetipo, es la presencia de la transmutación, es decir de la evolución desde el héroe inicial hasta el héroe ya maduro y pleno. Tal cuestión es ejemplificada aquí en su alter ego: Atreyu, cazador tribal que cumple con los rasgos más clásicos del héroe y en los que se personifica el factor compensatorio a las expectativas del propio Bastián: llegar a ser una figura aguerrida, bravía y con un sentido de pertenencia arraigado, pues según se explica, Atreyu significa en la lengua oriunda de Fantasía “Hijo de todos”, contrario a Bastián, cuyo personaje es esencialmente solitario e introvertido. Paulatinamente en la novela, el personaje y su alter habrán de unificarse para ser una sola esencia, una integración completa de todas las facultades heroicas. Cuando el héroe del mito vive esta evolución, remembra el propio proceso de crecimiento interno que cada humano debe vivir por sí mismo: nadie nace siendo héroe, sino que paso a paso, el proceso de las experiencias vividas y la forma de afrontarlas, va configurando esa consolidación heroica en cada uno de nosotros. Como referente volvemos a Pinocho; de títere a humano, a Jesús, quien tras morir, alcanza la resurrección y con ello la plenipotencia de su máxima virtud como Hijo de Dios: el ser eterno, a Aragorn quien finalmente se corona como rey. Otra manera de personificar la transmutación, es la del héroe enmascarado, quien bajo la envestidura de su alter ego, es capaz de alcanzar una etapa plus ultra y desenvolver así, todas sus campeonas cualidades; de Bruce Wayne a Batman, de Peter Parker a Spiderman.
Siguiendo con el compendio mitológico en la novela, encontramos a Falcor, que haciendo uso de una imagen bestial, representa al espíritu guía que acompaña al héroe. La idea del animal mítico que juega los roles de protector y mentor, es un elemento clásico que hallamos en las culturas de mayor contacto con el medio silvestre, como las nativo americanas, africanas, algunas asiáticas y polinesias. Falcor es descrito más específicamente como un dragón de la suerte, una criatura del viento y del clima generoso, que recuerda de facto a los dragones orientales, quienes a diferencia del dragón europeo, son criaturas benignas, sabias e inclusive curativas.
En el punto diametralmente opuesto al noble dragón, esta Gmork; el lobo al servicio de La Nada, de la oscuridad que combate ávidamente a la fantasía y la creatividad. Es la bestia al servicio de las fuerzas destructoras. Ejemplos de estas criaturas, y en especial bajo forma lobuna, pueden hallarse cuantiosas en relatos de todas partes; sin embargo, poseen mayor arraigo en Europa, donde el lobo jugaba un factor clave como competencia y peligro a la prosperidad de las comunidades humanas. Por ello, allí germinan con facilidad las anécdotas de los licántropos y damos también con el Lobo Fenrir; monstruo mitológico, hijo de Loki y amenaza para los mismísimos dioses de Asgard.
Si continuásemos, habríamos de recordar mil elementos más, pero de nuevo, me quedo corto y esperando que otro día, en otro artículo, halle posibilidad de seguir extendiendo la suprema temática de la mitología a través de nuestra cultura popular. Por ahora cierro con el precepto fundamental de Ende en La historia sin fin, que es en sí mismo, una invitación para seguir leyendo, buscando y escudriñando entre los viejos mitos y relatos del mundo: Dejad que la fantasía viva. La simplicidad y digitalización del mundo actual, nos pone en jaque ante un posible aletargamiento permanente de la iniciativa creativa, una alineación de gustos e intereses que mate de tajo la bella diversidad que da color a nuestra realidad, donde La Nada impere y Fantasía se extinga. Por ello, vale la pena seguir soñando, imaginando, proponiendo, sin temor al ridículo, a “perder el tiempo con tonterías”. La fantasía, la imaginación y la creatividad, son las únicas fuerzas originales que pueden salvar al hombre del hombre mismo, son el motor de búsqueda hacia nuevos e infinitos horizontes, las herramientas fundamentales para conocernos y comprendernos como especie, y desde ahí, reconstituirnos cada que sea necesario, para, como nuestros héroes, transmutar hacia la luminosidad, la unificación y la perfección.
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