Texto: Joaquín Torán en Fabulantes
Imagen: Irene Bordoy
Jim Botón y Lucas el maquinista (Noguer y Caralt, 2009) es la primera mitad de un libro largo que, por razones editoriales, se vio partido en dos: su continuación (más bien la segunda parte de su alma), Jim Botón y los Trece Salvajes, fue publicada en 1962, y en ella se resuelven los flecos que quedan pendientes sobre los orígenes del intrépido aprendiz de maquinista negro. Para entonces, el libro que hoy nos ocupa ya había sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura Alemana, y se había convertido en un auténtico clásico. Tanto es así que la adaptación al medio televisivo se hizo bajo la (única) forma (posible) de teatro de títeres, una idea verdaderamente feliz que captó la esencia de este conmovedor cuento y además emocionó profundamente a su autor, Michael Ende (1929- 1995).
Michael Andreas Helmut Ende nació en Garmish-Patenkirchen (en la región alemana de Baviera) en la tarde del 12 de noviembre de 1929, hijo del pintor surrealista Edgar Ende y de la vendedora de joyas Luisa Barthölomä. El niño Ende recibiría una densa formación artística y humanística y conocería, gracias a sus padres, a varios intelectuales que serían fundamentales en su posterior trayectoria como fabulador de historias extraordinarias. Fue un mal estudiante y militante antinazi en el momento más álgido de la Segunda Guerra Mundial, y sintió una auténtica pasión por el teatro, que le llevó incluso a fundar su propio grupo, “El teatro del desván” (llamado así porque se originó en los bajos de la American House de Stuttgart). Su experiencia en este mundillo duró casi diez años en los que hizo de todo, delante y detrás de las tablas. La llama de la literatura, que llevaba tiempo avivándose dentro de él, terminó de encenderse cuando, por invitación de un amigo, escribió algunas páginas de la que sería su primera obra, Jim Botón y Lucas el maquinista (1960).