14.4.15

El espejo en el espejo, de Michael Ende: Un paseo por nosotros mismos

Texto: Alberto Muñoz en Fantasymundo
Imagen: Edgar Ende



Ende se centra en ese momento que se produce cuando dos planos de existencia, aunque pertenezcan a un mismo ser, confluyen en una prolongada y fantástica duermevela.

“Cuando dos lectores leen el mismo libro, no es el mismo libro el que leen. Cada uno de ellos sumerge sus pensamientos y relaciones en la lectura, sus experiencias, su imaginación, su capacidad. Se puede decir rotundamente que un libro es un espejo en el que se refleja el lector […] se puede decir igualmente que el lector es un espejo en el que se refleja cada libro”.

Con este párrafo del propio Michael Ende (1929-1995), incluido en la cuidada introducción de Ana Belén Ramospara Cátedra, se definen de manera sencilla, los preceptos que rigen no solo "El espejo en el espejo. Un laberinto" (disponible en FantasyTienda), sino probablemente la totalidad de la obra del autor bávaro; desde "Momo" (1973) o "La historia interminable" (1979) hasta otras menos conocidas como "Jojo, historia de un saltimbanqui" (1982). Con la publicación de "Carpeta de apuntes" (1994), Michael Ende nos dejó entrever, poco antes de su fallecimiento, lo que representaba la literatura para él, el propio hecho de escribir, y la importancia del lector en la recepción de lo escrito. De manera que la propia historia se conforma también mediante el acto de la lectura e, ineludiblemente a través de la propia cosmovisión del que la lee. 

Criado en sus primeros años dentro del ambiente bohemio frecuentado por su padre, el pintor Edgar Ende (1901-1965), el pequeño Michael sufrió también los horrores del alzamiento del partido Nazi, y los posteriores bombardeos aliados. Sin destacar demasiado en sus estudios terminó por estudiar teatro y, además de actuar, escribir varias obras siguiendo la escuela Brechtiana. Llegó a la literatura juvenil casi por casualidad cuando un amigo le propuso realizar un libro ilustrado; de ahí nació "Jim Botón y Lucas el maquinista" (1960). Pero Ende nos dejó también gran número de obras de teatro, ensayos, poemas, y por supuesto, cuentos dirigidos al lector adulto. 

A modo de reunión de aforismos disfrazados de relato, sin moralina patente, esperando pacientemente completarse, es como se nos presenta "El espejo en el espejo. Un laberinto". La recopilación de treinta cuentos desarrollados durante más de una década por Michael Ende podría compararse con un gran rompecabezas donde las piezas se amontonan esperando ser colocadas, pero cuyo estudio previo e individual delata la belleza y el valor inherente de éstas, y su propio acabado sin mácula. Sin necesidad de encajar necesariamente en un todo preconcebido. No en vano, uno de los pilares en que se sustenta el libro se resume en la frase de Ende: “La belleza es, por su esencia, trascendente”.

Esta idea, se relaciona con el recuerdo de las pinturas y grabados surrealistas que su padre realizó durante toda su carrera, con mayor o menor éxito, pero siempre en la línea de provocar la extrañeza y la actividad propia de aquél que contemplara su obra. Además, la edición de Cátedra incluye gran número de reproducciones de la obra de Edgar que la complementan, puesto que padre e hijo utilizan herramientas similares para provocar idénticas reacciones que, a posteriori, pasarán por el tamiz variopinto del receptor aguzado.

A pesar de ello, no puede obviarse que existen una serie de ingredientes que se reproducen a lo largo de los textos aportando una unidad si no formal, que también, de temática subyacente. Así, la magia entendida como fenómenos que traspasan las leyes naturales, la imaginación como bien irrenunciable del ser humano , el humor quizá oscuramente amargo, y la pasión por la belleza como puerta a lo trascendente, son máximas que aparecen ( o quizá encontramos nosotros mismos ) en cada narración. El lector debe predisponerse a ese juego del “eterno infantil”, sin necesidad de renunciar a la visión más crítica durante la lectura, y hallará gran número de senderos que recorrer, ya sean conocidos, ignorados hasta ahora, o recuperados de lo más profundo de su psique. La continua reaparición de objetos, personajes, e incluso de algún escenario de manera tangencial ayuda también, como decía, a crear esa cohesión formal asimismo muy presente en el vocabulario utilizado. Todo ello teniendo en cuenta la escritura, intermitente en el tiempo, de los relatos que componen el volumen.

Resultaría bastante complicado, y sobre todo extenso, hablar por separado de cada uno de los relatos de "El espejo en el espejo. Un laberinto", así que se hace necesario que resulte igualmente apropiado hacerlo como conjunto. Podría decirse que la ausencia de título de los textos (que se indizan a través de la primera frase), y la idea de viaje en círculo que proporciona la ordenación de los mismos, nos facilita la entrada y salida, cual puerta giratoria, a ese mundo onírico y por definición catártico, que muchas veces hallamos en nuestro propio laberinto interno. Quizá no en todos los cuentos, pero en su gran mayoría, la acción se centra en ese momento que se produce cuando dos planos de existencia, aunque pertenezcan a un mismo ser, confluyen en una prolongada y fantástica duermevela.

En definitiva, si estamos dispuestos a habitar estaciones de ferrocarril donde los trenes no parten y las fuentes manan dinero, a convertirnos en marineros cuyo descenso de la cofa se ve interrumpido por un agudo funámbulo en inevitable intersección, cruzar una habitación que resulta un desierto interminable, reflexionar junto a un bailarín en posición tras un telón que nunca se abre, o intentar huir de un laberinto cuya ley reza “solo quien abandona el laberinto puede ser feliz, pero sólo quien es feliz logrará escapar”, sin duda, deberíamos visitar sin falta ese circo creado por Ende cuyo maestro de ceremonias grita a los cuatro vientos:

“No tenemos ninguna intención, ni tan siquiera la de engañarles a ustedes. Nosotros no argumentamos. No queremos demostrar, denunciar, ni evidenciar nada. Sí, ni siquiera queremos convencerles de la realidad de nuestra representación, en caso de que prefieran aceptarla como una fantasía. Puede parecer, damas y caballeros, que no les necesitamos en absoluto, pero no es así.”


0 comments:

Publicar un comentario

El primer banner, hace 20 años. Con la tecnología de Blogger.

*