14.11.21

Momo, utopía y alternativa

Texto: Mercedes Gasque en La experiencia literaria
Imagen: Vicente Fernando


 
Momo o lo que habrá en los años 90

Había una vez, en los años 70, una generación que, después de haber luchado más de una década por una revolución radical en los valores y modos de vida, por la igualdad y el socialismo, fue derrotada en una gris batalla, por el poder del dinero, por la globalización de la economía de mercado que, como humo, como la nada avanzaba devorando el tiempo de la vida de los seres humanos; así se perdía la esencia humana. Los primeros territorios que cayeron fueron los del Primer Mundo, Japón, Estados Unidos, Canadá y el Mercado Común Europeo. Se les bombardeó con la mayoría del capital mundial y así pasaron al dominio de las empresas y los bancos internacionales. Estos reinos vivieron una polarización social por la mala distribución de la riqueza, y con la sobreexplotación vino la violencia, el saqueo, la barbarie.

¿Qué hacer?

- Un paso adelante y dos atrás.

Y aquella utopía sigue siendo la estrategia ideal: pero en el momento actual la alternativa es la táctica para sobrevivir humanamente, en un mundo dominado por fuerzas oscuras.

La utopía socialista, la esperanza de una solución global para un mundo más justo, tuvo que ser cambiada por alternativas posibles, marginales, con las cuales, conformarse y, entre tanto, salvarse. Solo saliéndose, no participando –ni como cómplices, ni como víctimas- al renunciar al sistema, resolvieron ellos, ya en el presente, en el aquí y ahora, su vida. Al huir de la esclavitud a la que conduce el consumismo, escogen una vida sencilla, en donde puedan tener tiempo para realizar valores auténticos. Crearon grupos en espacios liberados, que son verdaderas zonas liberadas: la paz, la naturaleza, la autogestión, la libertad, son sus trincheras. Ahora no se puede enfrentar al monstruoso sistema en bloque, se opta por una desbandada en múltiples pequeños frentes de resistencia.

Se ha desenmascarado a la falsa utopía invasora, al consumismo, a su imagen televisiva, que es la zanahoria del burro, atrás de la cual se corre sin poder nunca alcanzarla; que hace creer que podrán tener, tener, tener… Pero tan solo pierden su vida presente, su único tiempo, en el espejismo de ganarla, y así se reproduce el monstruo.



¿Y la literatura?

Estaba como hechizada, jugaba con el mal, la realidad imponía degradaciones, lo positivo no tenía lugar.

Parecía no haber salida. Pero si: la alternativa la hace posible en la fantasía, en los cuentos de hadas; éste hechizo, sólo las hadas podían conjurarlo.

Pero ya había habido, hace 50 años, en Inglaterra, un mago Tolkien que en El señor de los anillos inicia un nuevo género narrativo y épico, pero fantástico. Y un día, en los años 70, un joven alemán, Michael Ende, retoma la varita mágica; escribe una novela cuento-de hadas en que decía lo que estaba pasando, y resultó ser un manifiesto poético de la alternativa: Momo. Momo.

Era literatura, pero lo imaginario es real, existe y era libertario. Su lectura libera espíritus, y potencialmente cuerpos y almas. Su voz fue recibida y comprendida por los seres críticos a la globalización, por los que buscaban vivir de otro modo que el oficial.

La universalización del humo del libre mercado, universalizaba también los valores alternativos: ambos trascienden fronteras e idiomas.

Es un signo de alerta ante el humo que avanza, incansable, hacia todos los confines del mundo.

Así, lo que pasó en los años 70 en el Primer Mundo, ya empieza a pasar aquí, y en los años 90 con el tratado de libre comercio, no podemos esperar otra cosa…

Yo he contado todo esto —digo—, como si ya hubiera ocurrido. También hubiera podido contarlo como si fuera a ocurrir en el futuro. Para mi, no hay demasiada diferencia. p.54.
Dice un misterioso joven anciano, como un oráculo fatal para nosotros.



Se predica con el ejemplo

Momo, está escrita en un lenguaje sencillo, como es el lenguaje de la sabiduría: saber vivir, saber escuchar y estar dispuesto a ayudar a los demás.

En una gran ciudad, Momo lucha contra los hombres grises por recuperar las flores horarias, el tiempo del corazón de cada ser humano.

Y es que los hombres grises se fuman en cigarros el tiempo que les roban a los humanos. Ese tiempo creen haberlo ahorrado en un banco, pero ya no es de ellos, es del banco.

Momo desenmascara este juego sucio con la ayuda del Maestro Hora, el que les da el tiempo a las gentes. Con su apoyo y su propia decisión, se atreve a enfrentarse a los hombres grises.

… sintió, de pronto, un cambio dentro de sí. El sentimiento de miedo y desamparo se había hecho tan grande que, repentinamente, se volvió en su contrario. Lo había superado. Ahora se sentía tan valerosa y confiada como si ninguna fuerza del mundo pudiera hacerle nada; o, mejor dicho, ya no le importaba nada lo que le pudiera ocurrir. p.209.

Se para el tiempo, Momo con una flor horaria en la mano y una tortuga de escudera, sale a dar la batalla para liberar el tiempo robado de las flores congeladas, y lo consigue. Las flores salen por los aires y vuelan a los corazones que pertenecen. La batalla de Momo contra los hombres grises, es la de la fuerza de lo suave que vence a lo duro. Un personaje femenino infantil realiza la misión de recuperar el grial, el tiempo robado a los seres humanos.

¿Será que recuperado nuestro ser niño y nuestra parte femenina, se puede salvar lo humano perdido?

Momo es el artista, el niño, lo femenino, lo espontáneo de cada uno de nosotros.



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