Imagen: Andrew Wyeth
El extraordinario escritor Michael Ende (Alemania, 1929) se encargó de obsequiarnos historias pletóricas de fantasía, pero de una fantasía que trasluce la más cruda realidad. Tocar las fibras más sensibles ─fibras que se ha buscado mutilar─ para re-pensarnos y re-pensar a nuestro entorno en aras de un cambio, es el nutriente fundamental del mundo mágico en el que nos envuelve. Y tomando su viaje eterno un 28 de agosto de 1995, recordemos hoy sólo dos de sus últimos libros, de toda una obra prolífica que nos legó.
Momo es una novela de corte fantástico en la que Ende busca evidenciar lo que la realidad —individualismo a ultranza, afán de riqueza, consumo compulsivo— efectúa en los individuos. Momo es una pequeña que apareció sin más en un barrio pobre. Al enterarse los habitantes, acuden a entrevistarse con ella. No desean que viva sola y sin ningún apoyo. Empero, la simpatía que les produce la niña los orienta a aceptar su decisión de vivir ahí.
Cada uno de ellos le llevará comida y compañía. Momo les retribuirá de manera peculiar. Toda vez que surge un conflicto entre sus amigos, la van a buscar para hablar de ello. Momo sólo escucha. Los tímidos dejan de serlo. Los abrumados, también. Los pleitos se resuelven. Y es que todos ellos se encuentran a sí mismos al hablar frente a ella.
Pero existen los hombres de gris, que andan en busca del tiempo de los demás. “Quien posee el tiempo de los hombres tiene un poder ilimitado.” Sin mayor preámbulo ellos se presentan para hablar del “ahorro del tiempo”. Todo se reduce a trabajar y trabajar sin descanso, evitando los instantes de conversación, de afecto humano.
Los hombres grises paulatinamente se apoderan de todos. Ya nadie quiere ir a ver a Momo. Nadie tiene tiempo para vivir. Los grises desean eliminar a la pequeña, pues ella en un momento dado desvela su plan destructivo. “Porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón”, Momo buscará salvar a sus amigos.
Los niños que la visitaban para divertirse ─su imaginación generaba la invención de sus juegos─, se ven confinados en lugares para su cuidado. Como los adultos ya no tienen tiempo, los grises crean estos centros infantiles; pero ahí sólo pueden dedicarse a juegos en donde no se desarrolle la imaginación. Ellos tampoco deben perder el tiempo.
La sociedad toda se enajena. El concepto “tiempo es dinero” se instala inexorable. La lógica de los grises indica: “Lo único que importa en la vida, es llegar a ser alguien, llegar a tener algo. Quien llega más lejos, quien tiene más que los demás, recibe lo de más por añadidura: la amistad, el amor, el honor, etcétera.”
Momo es una novela que nos remite, por su forma, a los cuentos de hadas infantiles; imágenes y sucesos se transfiguran por la fantasía del autor. No obstante, sutilmente nos refiere sobre las consecuencias de la pérdida del ser uno mismo, de la vida en sí.
Por otro lado, Ende en su libro de relatos La prisión de la libertad, nos conduce por los senderos que cubre el hombre en su objetivo, directo o indirecto, de alcanzar la libertad. También a través de la ficción de orden fantástico, el autor nos arrojará, ingeniosamente, a la más agreste realidad.
“La leyenda de Indicavía” narra la historia de un hombre que se frustra al conocer que la magia y los hechos maravillosos no existen, que todo ello es ilusión. Su interés por continuar con esta actividad, que es su vocación, se pervierte. No obstante, en un momento dado se le presenta la puerta de entrada al mundo de lo maravilloso, que tanto buscó. Pero no acepta la invitación. Se siente sucio por engañar y por sus excesos mundanos. Su sentimiento de culpa será su no-libertad.
En “La prisión de la libertad”, un sujeto disoluto es llevado misteriosamente al centro de un lugar rodeado de infinidad de puertas. Sólo una de ellas es su salvación. Desea que se le diga cuál de todas es la correcta. Pero las respuestas que escucha únicamente lo violentan a que él, y sólo él, decida. El margen de decisión se convierte en una terrible libertad.
Como bien puede desprenderse de estos relatos ─de ocho que son─, tendremos que conforme a lo que apunto nuestro autor: “La libertad total es la falta total de libertad”. Mejor aún: el hombre es su propia libertad o su no-libertad.
En suma, en uno y otros libros Michael Ende emplea la fantasía no como vehículo de evasión, sino de reflexión. Rescatarnos a niños y adultos de la cotidianidad enajenante en forma entretenida y sutil para instalarnos en el humanismo perdido, es lo mejor que podría sucedernos a los que somos sus lectores.
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