Ni pueril ni fantasioso: La historia interminable de Michael Ende como exponente de la poética de la literatura infantil fantástica.
Texto: Paula Rivera Donoso en Arboloria
Imagen: Hamid
Escrita por Ende el 1979, LHI plantea un modelo invaluable para ver la LIJ Fantástica en su máxima expresión. Hay dos historias en una sola novela: la de Bastián, un niño con conflictos con su padre que lee un libro, y la del libro mismo, que cuenta sobre el mundo de Fantasia, a punto de ser engullido por la Nada. Al transcurrir la narración, Bastián va adentrándose tanto en el texto que descubre que sus pensamientos influyen en los episodios de Atreyu, el subprotagonista, hasta que aquel logra ingresar a Fantasia para salvarla. La segunda parte de la novela fusiona ambos argumentos, con un Bastián que al ser convertido en héroe en Fantasia corre el peligro de perderse en un mundo ajeno, hasta que la ayuda de Atreyu le hace regresar a su realidad, con su padre.
La fantasía en LHI no es un decorado ni una metáfora sicológica del abandono de Bastián. Será la experiencia de leer el libro y adentrarse literalmente en esa metahistoria lo que le permitirá crecer y volver enriquecido a su realidad. En Fantasia coexisten varias razas, regidas por la Emperatriz Infantil. Inicialmente, ella necesita un nuevo nombre para recobrar su salud, concepto que es imposible de trasladar a un contexto cotidiano sin alterar su significado; no es simplificable a una identidad de pasaporte.
Bastián llega a Fantasia por su imaginación. Es la falta de ésta la que la carcome, pues esta pérdida es literal: este mundo y sus historias dependen de la imaginación de personas reales. Aquí se concentra la esencia de la Fantasía y los relatos para niños: historias que fomentan la capacidad de crear lo que no existe o lo imposible y gozar de ello, lo que abarcaría el concepto de Evasión.
Sin embargo, LHI no se queda sólo en lo más encantador de este potencial. Bastián logra salvar Fantasia, pero al adquirir el amuleto ÁURYN (que puede otorgarle cualquier deseo) se vuelve peligroso, peleándose con Atreyu por no entender sus intenciones de protegerlo. Se trata de un poder de creación irresponsable, que sólo busca la satisfacción egoísta y que en lugar de volverse Consuelo, termina siendo su perdición.
Bastián cae porque se encandila por Fantasia, olvidando su propio mundo y su existencia como niño normal. Él intenta renegar de su identidad (pierde su nombre) y no regresar a su vida real, renunciando a la Renovación: le basta la belleza de la Fantasía y resulta incapaz de llevársela a lo cotidiano para enriquecerlo. Pero este potencial creador tiene sus reglas, costes y consecuencias; no es algo nada más “fantasioso”, sin peligros:
Imagen: Hamid
Escrita por Ende el 1979, LHI plantea un modelo invaluable para ver la LIJ Fantástica en su máxima expresión. Hay dos historias en una sola novela: la de Bastián, un niño con conflictos con su padre que lee un libro, y la del libro mismo, que cuenta sobre el mundo de Fantasia, a punto de ser engullido por la Nada. Al transcurrir la narración, Bastián va adentrándose tanto en el texto que descubre que sus pensamientos influyen en los episodios de Atreyu, el subprotagonista, hasta que aquel logra ingresar a Fantasia para salvarla. La segunda parte de la novela fusiona ambos argumentos, con un Bastián que al ser convertido en héroe en Fantasia corre el peligro de perderse en un mundo ajeno, hasta que la ayuda de Atreyu le hace regresar a su realidad, con su padre.
La fantasía en LHI no es un decorado ni una metáfora sicológica del abandono de Bastián. Será la experiencia de leer el libro y adentrarse literalmente en esa metahistoria lo que le permitirá crecer y volver enriquecido a su realidad. En Fantasia coexisten varias razas, regidas por la Emperatriz Infantil. Inicialmente, ella necesita un nuevo nombre para recobrar su salud, concepto que es imposible de trasladar a un contexto cotidiano sin alterar su significado; no es simplificable a una identidad de pasaporte.
Bastián llega a Fantasia por su imaginación. Es la falta de ésta la que la carcome, pues esta pérdida es literal: este mundo y sus historias dependen de la imaginación de personas reales. Aquí se concentra la esencia de la Fantasía y los relatos para niños: historias que fomentan la capacidad de crear lo que no existe o lo imposible y gozar de ello, lo que abarcaría el concepto de Evasión.
Sin embargo, LHI no se queda sólo en lo más encantador de este potencial. Bastián logra salvar Fantasia, pero al adquirir el amuleto ÁURYN (que puede otorgarle cualquier deseo) se vuelve peligroso, peleándose con Atreyu por no entender sus intenciones de protegerlo. Se trata de un poder de creación irresponsable, que sólo busca la satisfacción egoísta y que en lugar de volverse Consuelo, termina siendo su perdición.
Bastián cae porque se encandila por Fantasia, olvidando su propio mundo y su existencia como niño normal. Él intenta renegar de su identidad (pierde su nombre) y no regresar a su vida real, renunciando a la Renovación: le basta la belleza de la Fantasía y resulta incapaz de llevársela a lo cotidiano para enriquecerlo. Pero este potencial creador tiene sus reglas, costes y consecuencias; no es algo nada más “fantasioso”, sin peligros:
- En todos los tiempos ha habido seres humanos que no han vuelto a su mundo (…) Al principio no querían y ahora (...) no pueden ya. Tienen que desearlo. Pero ya no desean nada. Han gastado su último deseo en alguna otra cosa.
- ¿Su último deseo? -preguntó Bastián (…)-. Entonces, ¿no se puede desear tanto como se quiera? (…) - Sólo puedes desear cosas mientras te acuerdes de tu mundo. Los que están aquí han agotado todos sus recuerdos. Quien no tiene ya pasado tampoco tiene porvenir… para ellos no puede cambiar nada, porque ellos mismos no pueden ya cambiar. (Ende 357-358)
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