22.2.18

El hijo del pintor

Texto: Noemí Risco Mateo en Laberinto de ideas
Imagen: Marinella Terzi y Noemí Risco Mateo


El pasado 12 de febrero se celebró en la Casa del Lector de Madrid la quinta sesión ya del ciclo CHARLA ENTRE TRADUCTORES, que creé entre Barcelona y Madrid hace unos años. En esta ocasión entrevisté a Marinella Terzi, traductora de obras de Michael Ende como El ponche de los deseos o El secreto de Lena, editora durante veintiún años en SM, que actualmente realiza trabajos editoriales como autónoma y lo combina con la escritura de sus propios libros. El hijo del pintor, editado en 2015 por Anaya, es una de sus últimas publicaciones y está inspirado en la infancia de Michael Ende.
A continuación, sin que sirva de precedente, tenéis la entrevista íntegra. Espero que la disfrutéis.

Noemí: ¿Cómo se te ocurrió la idea de escribir este libro?
Marinella: Creo que la idea bullía desde hace muchos años en mi cabeza, pero sí hubo un detonante. En realidad, Ende siempre ha sido un autor por el que he sentido gran admiración y, además, por esas casualidades de la vida, he tenido la oportunidad de acercarme a su obra y a su persona en varias ocasiones. Empecé a leerle a los ocho, nueve años, cuando no sabía nada de él. Jim Botón y Lucas el maquinista, el primer libro que él escribió, fue también el primer libro que leí yo de él, y me gustó muchísimo. Después vino la segunda parte: Jim Botón y los trece salvajes. Son dos libros que todavía conservo desde mi infancia. A pesar de los cambios de vivienda que ha habido, siempre han ido conmigo. Muchos años después, cuando yo ya era adulta, llegó La historia interminable. En esa época la novela me dejó sorprendidísima, era algo absolutamente diferente a lo que había leído hasta entonces. En ese momento decidí indagar más sobre su obra y descubrí que era el autor de aquellos dos libros que habían marcado mi infancia. Luego vendrían Momo y tantos otros, y, con el paso de los años, la posibilidad de traducirle e, incluso, de conocerle personalmente. Descubrí que su padre era pintor, y pintor surrealista, además. La pintura, y la pintura surrealista concretamente, me interesan. Ya en un libro anterior –Falsa naturaleza muerta- hablé de ellas. Como escritora, siempre he tenido claro que, por mucha ficción que escribamos, todo lo que creamos tiene que ver íntimamente con nuestra forma de ser y con nuestra vida. Estoy convencida de que Ende imaginó y escribió lo que escribió porque vivió lo que vivió junto a unas determinadas personas: y su padre era, sin duda, una de las que más le influyeron. El detonante que me hizo ponerme a novelar su infancia en El hijo del pintor fue un libro de un autor alemán, Alois Prinz, y la forma de llegar a él también fue absolutamente casual. Por mi trabajo como lectora freelance tuve que hacer el informe de una biografía sobre Jesucristo que había escrito Prinz. Me gustó el libro, busqué datos del autor en Internet y descubrí que tenía un libro titulado Rebellische Söhne, que hablaba justamente de las relaciones entre distintos padres e hijos, entre ellos, Edgar Ende y su hijo Michael. Encontré el libro en la librería alemana de Madrid, lo leí y, a partir de ahí, mi idea empezó a materializarse. 


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