Imagen: Marinella Terzi y Michael Ende
Micha no era un niño cualquiera. Era el hijo de un pintor. De un pintor, además, que no dibujaba cosas reales, no. Dibujaba sueños, y a veces, pesadillas. Y eso marca.
"El hijo del pintor". Col: Sopa de Libros. Ed: Anaya, 2015
Los libros de Michael Ende me han acompañado desde mi infancia. Leí “Jim Botón y Lucas el maquinista” con ocho años, y, enseguida, “Jim Botón y los trece salvajes”. Fue un impacto, disfruté tanto con ellos… De hecho, son los libros que más recuerdo de los numerosos que tenía de niña. Por supuesto, entonces no tenía ni idea de quién era su autor, pero sí conocía perfectamente a Jim, y al bueno de Lucas. Años después, ya adulta, leí un libro que me dejó chocada, era distinto a todo lo que había leído anteriormente. El título, “La historia interminable”. Resultó que su autor era alemán y que se llamaba Michael Ende. La obra me llamó tanto la atención, que quise indagar más sobre la biografía y los otros libros del escritor. Así descubrí que, sin saberlo, él ya llevaba años formando parte de mi vida porque era el creador de Jim Botón, ni más ni menos. Luego, durante mi etapa de editora, tuve el enorme privilegio de traducir varios libros suyos -“El teatro de sombras”, “El secreto de Lena”, “El pequeño títere” y “El ponche de los deseos”- y de conocerle personalmente en 1990, durante su visita a El Escorial para participar en un curso sobre literatura fantástica. Sé por propia experiencia que los argumentos no nacen de la nada y que, por muy imaginativos que sean, están firmemente enraizados en las vivencias de los escritores. "El hijo del pintor", mi nueva novela, nació porque deseaba dar forma a ese niño reflexivo, profundamente imaginativo, que absorbía cultura y arte por todos sus poros. La pintura, los cuentos, el teatro… estaban presentes en Ende aun antes de su propio nacimiento, a pesar de la época en que le tocó crecer: en la Alemania del nazismo. El Tercer Reich acabó con las aspiraciones pictóricas de su padre, Edgar Ende, y marcó su literatura para siempre.
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