23.2.18

Haz lo que quieras

Imagen: cubierta de libro
Haz lo que quieras es un ensayo que trata de establecer relaciones filosóficas y literarias entre un texto como La historia interminable / Die unendliche Geschichte (1979) y el pensamiento vitalista y estético del filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Indagando en la novela y en la biografía del escritor Michael Ende, recorriendo las influencias borgianas por las que la novela se eleva a un mundo literario muy superior a su clasificación de literatura juvenil, su autor, Héctor Martínez Sanz, va mostrando los distintos símbolos y las numerosas concomitancias con el vitalismo de Nietzsche en elementos principales de la filosofía del último, tales como como la crítica metafísica y cosmológica de la cultura occidental, el Nihilismo, la Voluntad de Poder, el Eterno Retorno y la concepción del Superhombre.

Un libro indispensable para quien guste de la filosofía y la obra de Ende

22.2.18

El hijo del pintor

Texto: Noemí Risco Mateo en Laberinto de ideas
Imagen: Marinella Terzi y Noemí Risco Mateo


El pasado 12 de febrero se celebró en la Casa del Lector de Madrid la quinta sesión ya del ciclo CHARLA ENTRE TRADUCTORES, que creé entre Barcelona y Madrid hace unos años. En esta ocasión entrevisté a Marinella Terzi, traductora de obras de Michael Ende como El ponche de los deseos o El secreto de Lena, editora durante veintiún años en SM, que actualmente realiza trabajos editoriales como autónoma y lo combina con la escritura de sus propios libros. El hijo del pintor, editado en 2015 por Anaya, es una de sus últimas publicaciones y está inspirado en la infancia de Michael Ende.
A continuación, sin que sirva de precedente, tenéis la entrevista íntegra. Espero que la disfrutéis.

Noemí: ¿Cómo se te ocurrió la idea de escribir este libro?
Marinella: Creo que la idea bullía desde hace muchos años en mi cabeza, pero sí hubo un detonante. En realidad, Ende siempre ha sido un autor por el que he sentido gran admiración y, además, por esas casualidades de la vida, he tenido la oportunidad de acercarme a su obra y a su persona en varias ocasiones. Empecé a leerle a los ocho, nueve años, cuando no sabía nada de él. Jim Botón y Lucas el maquinista, el primer libro que él escribió, fue también el primer libro que leí yo de él, y me gustó muchísimo. Después vino la segunda parte: Jim Botón y los trece salvajes. Son dos libros que todavía conservo desde mi infancia. A pesar de los cambios de vivienda que ha habido, siempre han ido conmigo. Muchos años después, cuando yo ya era adulta, llegó La historia interminable. En esa época la novela me dejó sorprendidísima, era algo absolutamente diferente a lo que había leído hasta entonces. En ese momento decidí indagar más sobre su obra y descubrí que era el autor de aquellos dos libros que habían marcado mi infancia. Luego vendrían Momo y tantos otros, y, con el paso de los años, la posibilidad de traducirle e, incluso, de conocerle personalmente. Descubrí que su padre era pintor, y pintor surrealista, además. La pintura, y la pintura surrealista concretamente, me interesan. Ya en un libro anterior –Falsa naturaleza muerta- hablé de ellas. Como escritora, siempre he tenido claro que, por mucha ficción que escribamos, todo lo que creamos tiene que ver íntimamente con nuestra forma de ser y con nuestra vida. Estoy convencida de que Ende imaginó y escribió lo que escribió porque vivió lo que vivió junto a unas determinadas personas: y su padre era, sin duda, una de las que más le influyeron. El detonante que me hizo ponerme a novelar su infancia en El hijo del pintor fue un libro de un autor alemán, Alois Prinz, y la forma de llegar a él también fue absolutamente casual. Por mi trabajo como lectora freelance tuve que hacer el informe de una biografía sobre Jesucristo que había escrito Prinz. Me gustó el libro, busqué datos del autor en Internet y descubrí que tenía un libro titulado Rebellische Söhne, que hablaba justamente de las relaciones entre distintos padres e hijos, entre ellos, Edgar Ende y su hijo Michael. Encontré el libro en la librería alemana de Madrid, lo leí y, a partir de ahí, mi idea empezó a materializarse. 


8.2.18

El hijo del pintor, mi especial homenaje a Michael Ende

Texto: Marinella Terzi en El té de las cinco
Imagen: Marinella Terzi y Michael Ende


Micha no era un niño cualquiera. Era el hijo de un pintor. De un pintor, además, que no dibujaba cosas reales, no. Dibujaba sueños, y a veces, pesadillas. Y eso marca.

"El hijo del pintor". Col: Sopa de Libros. Ed: Anaya, 2015 
Los libros de Michael Ende me han acompañado desde mi infancia. Leí “Jim Botón y Lucas el maquinista” con ocho años, y, enseguida, “Jim Botón y los trece salvajes”. Fue un impacto, disfruté tanto con ellos… De hecho, son los libros que más recuerdo de los numerosos que tenía de niña. Por supuesto, entonces no tenía ni idea de quién era su autor, pero sí conocía perfectamente a Jim, y al bueno de Lucas. Años después, ya adulta, leí un libro que me dejó chocada, era distinto a todo lo que había leído anteriormente. El título, “La historia interminable”. Resultó que su autor era alemán y que se llamaba Michael Ende. La obra me llamó tanto la atención, que quise indagar más sobre la biografía y los otros libros del escritor. Así descubrí que, sin saberlo, él ya llevaba años formando parte de mi vida porque era el creador de Jim Botón, ni más ni menos. Luego, durante mi etapa de editora, tuve el enorme privilegio de traducir varios libros suyos -“El teatro de sombras”, “El secreto de Lena”, “El pequeño títere” y “El ponche de los deseos”- y de conocerle personalmente en 1990, durante su visita a El Escorial para participar en un curso sobre literatura fantástica. Sé por propia experiencia que los argumentos no nacen de la nada y que, por muy imaginativos que sean, están firmemente enraizados en las vivencias de los escritores. "El hijo del pintor", mi nueva novela, nació porque deseaba dar forma a ese niño reflexivo, profundamente imaginativo, que absorbía cultura y arte por todos sus poros. La pintura, los cuentos, el teatro… estaban presentes en Ende aun antes de su propio nacimiento, a pesar de la época en que le tocó crecer: en la Alemania del nazismo. El Tercer Reich acabó con las aspiraciones pictóricas de su padre, Edgar Ende, y marcó su literatura para siempre.

1.2.18

El hijo del pintor, de Marinella Terzi

Texto:  Elena Martínez Blanco en El alijo
Imagen: Portada del libro



¿De dónde surgieron los hombres grises en la obra de Ende? ¿Sabíais que cuando era pequeño le tocó vivir rodeado de ellos en su Alemania natal? Su padre, Edgar, fue un pintor al que esos hombres grises prohibieron pintar porque no entendían las obras que creaba su imaginación, y Micha, el joven Michael Ende, aprendió a crear mundos imaginarios que más tarde nos regalaría en papel.

OPINIÓN
 ¿Habéis leído Momo o La historia interminable? Si es así, la lectura de este libro seguro que os hace sonreír a pesar de la dureza del trasfondo que contiene. 
Marinella Terzi nos brinda la oportunidad de conocer la infancia de uno de los autores favoritos de varias generaciones de niños y niñas: Michael Ende. Es una novelita corta, apenas 69 páginas, pero que nos abren el mundo de la familia Ende, en la que la creatividad y la imaginación campaban a sus anchas hasta que aparecieron los hombres grises, esos hombres malvados que no querían que hubiese diversidad ni fantasía, que llevaban la Nada allá por donde pasaban. Esos hombres grises que fueron los culpables de la destrucción de miles de vidas… 
Leyendo sobre la infancia de Micha, como le llamaba en casa, conocemos a Edgar, su padre, un pintor surrealista de cierta fama que guardaba como oro en paño su caja de dibujos, en la que iba guardando las ideas que se le ocurrían para trabajar en ellas posteriormente. Vemos en él a un hombre tremendamente creativo, obligado a callar su arte por la incomprensión de unas personas que querían acallarle no solo a él, sino a toda Europa. 
Como contraste, Lise, la madre de Micha, es un personaje fuerte y luchador, quien saca a la familia adelante en los momentos más difíciles y que entiende a la perfección que su marido, el artista, es en el fondo un niño grande al que hay que cuidar porque tiene la cabeza en el mundo de la fantasía.
Aprendemos también la importancia de las palabras, el poder que pueden ejercer en otras personas, tanto para bien como para mal. Nuestro querido Micha, que había heredado el don de entrar en el Reino de Fantasía en su cabeza, hace uso de esas palabras para vencer a un futuro hombre gris, para plantar en él la semilla que quizá un día hiciese de él un hombre, por lo menos, con un poquito de color. 
Entre estas páginas veremos referencias indudables a las obras más conocidas de Ende y que, sin duda, se empezaron a fraguar en su infancia, cuando las palabras en su mente eran un refugio ante tanto monocromismo que reinaba a su alrededor. Recomendable para introducir la obra de este autor a nuestros alumnos y trabajar el contexto histórico que rodeó su infancia.

La historia interminable, la mítica novela de fantasía cuyo autor se avergonzó de la película

Texto: Juan Rivera en ABC Cultura
Imagen: Wolf-Waldemar


En 1979 la novela «La historia interminable» llegó a las librerías alemanas bajo su nombre real, «Die unendliche Geschichte». Desde el mismo momento en el que salió fue un éxito de ventas, traduciéndose en años posteriores a más de 36 idiomas. Los libros del germano Michel Ende (1929-1995) se han convertido en uno de los referentes mundiales de la novela juvenil.

La novela y su argumento han sido objeto de muchas interpretaciones y versiones. Ha sido tanto película, como serie de animación y videojuego, ha inspirado a músicos a componer canciones y ha sido reeditada varias veces en versiones comentadas y como audiolibro. Incluso el filme fue reestrenado de nuevo el pasado 22 de julio.

La prolífica descendencia generada también ha conseguido éxitos por méritos propios. Las tres películas que plasman «La historia interminable» fueron éxitos de taquilla tras sus respectivos estrenos. En conjunto y por separado, las tres películas son consideradas un clásico de la narrativa audiovisual, sobre todo por el aquel entonces novedoso uso de los efectos especiales.

Sin embargo, pese a los éxitos de taquilla las adaptaciones de «La historia interminable» no contaron con la aprobación de Ende. El autor de los libros lo consideró una adaptación plana y comercial del profundo mensaje presente en las novelas y pidió que retirasen su nombre de los títulos de crédito.

Más allá de ser una simple novela juvenil, su autor siempre defendió el transfondo metafísico y de crítica oculto en su novela. En un primer momento fue catalogada como una «historia de aventuras para niños», siendo necesarias varias lecturas para llegar al fondo verdadero. Lo que su autor denominó «una búsqueda del paraíso a la inversa».

En la «La historia interminable» se narran dos aventuras diferentes, la del guerrero Atreyu, personaje de un mundo literario, y la del joven Bastián, lector de las aventuras del guerrero como forma de evadirse de su realidad diaria. En realidad, la novela narra una búsqueda del paraíso desde un punto difierente al habitual.

Inspirado por la obra de Dante en su Divina Comedia, el proceso por el que maduran ambos protagonistas en «La historia interminable» es una búsqueda del estado perfecto de las cosas. Atreyu, cumpliendo su tarea como guerrero y Bastián, encontrando un mundo en el que siente que pertenece más que al real. La alegoría principal de la búsqueda del paraíso va un paso más allá en el segundo volumen, cuando Bastián comienza un viaje de verdad por los paisajes de las historias que ha estado leyendo, cerrando el círculo de la evasión y sintiendo que ha encontrado su lugar en el mundo.

La obra también se inspiró en el transfondo filosófico creado por el alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche. En «La historia interminable» el triunfo de la voluntad, representado por Bastián en su deseo de evadirse en un mundo de fantasía, se ve entorpecido por obstaculos que son más evidentes en las fantasiosas aventuras del guerrero Atreyu y sutiles en el caso del niño lector. Conforme avanza la obra, la busqueda de la felicidad como triunfo de la voluntad también pierde sentido.

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