Texto: José Andrés Muñoz en Granbosque
Graógraman es un personaje que aparece en el libro La Historia Interminable de Ende. Si no has leído el libro, lo recomiendo.
Antes de empezar a hablar sobre un personaje de un libro infantil, me temo que tengo que justificarme. En primer lugar: ¿por qué hablar sobre un personaje de un libro infantil? Michael Ende no era un escritor cualquiera ni La Historia Interminable es un libro infantil cualquiera. Ende trata a los niños como adultos y cuenta historias que, si bien son accesibles para todos los públicos, dejan que sea el lector el que marque el ritmo de cuánto profundizar.
Ese equilibrio me parece muy difícil de conseguir, y por eso es uno de mis escritores más admirados.
Con esto quiero decir que la historia tiene muchas capas, para que puedas disfrutarla tanto si la lees con los ojos de un niño que se queda en las aventuras y excentricidades, o comprender las metáforas y dilemas si lo lees con cierta madurez.
Ende creció en la alemania nazi y se crió en una familia que no comulgaba con el régimen. Siempre estuvo rodeado por un ambiente muy estimulante, de artistas e intelectuales. Y dicho por él mismo, su intención era usar la fantasía como medio de educación y de reflexión. Era su forma de luchar contra el adoctrinamiento.
Por eso creo que se puede analizar con la misma seriedad que se analizaría un texto para adultos.
Voy a intentar resumir brevemente el capítulo, que es corto y básicamente consiste en una descripción del personaje, con poca acción. Graógraman es un león que vive en una selva. Su particularidad es que su presencia hace desintegrarse a todo lo que hay a su alrededor. La selva se desvanece y se convierte en un desierto, con dunas de arena que son los restos de las plantas, pájaros y demás seres de la selva, pulverizados. Por eso lo llaman La Muerte Multicolor.
Cada noche, Graógraman muere. Cuando muere, deja de ser aniquilador, tóxico o como queramos definirlo. Cuando él muere, cada noche, la selva vuelve a nacer.
Lo que más me llamó la atención sobre el capítulo dedicado a Graógraman, cuando lo leí de niño, creo que fue la fuerza visual. La selva que crece cada noche, en movimiento; el desierto de colores y el león solitario. Me fascinan los escritores de situaciones, como Philip K Dick, y este fragmento es un buen ejemplo.
El protagonista del libro, Bastian, que tiene en su poder un amuleto que le garantiza la inmunidad, conoce a Graógraman y éste le cuenta su historia. Para prepararlo para cuando lo vea convertirse en piedra y que Bastian no se asuste ni se preocupe.
¿Qué es lo que no comprendía entonces? Sinceramente, aún con mi mente de niño me parecía una historia muy bonita, en el sentido artístico, pero como siempre he tirado hacia el pensamiento científico, encontraba un montón de incoherencias.
La primera: ¿¿¿por dice Graógraman que muere cada noche si no muere??? Vamos por partes. Bastian va a pasar la noche en el palacio donde vive Graógraman. Éste le advierte que si lo oye gritar o ve cualquier cosa rara, que no se asuste, que es normal y que por la mañana vuelve a despertar. El león se queda petrificado, inmóvil, convertido en piedra oscura, muerto, y la selva comienza a crecer de nuevo. Esto ocurre todas las noches. Después, cuando Graógraman despierta, todo se pulveriza, de nuevo. Pero, y aquí está la cuestión, Al pasar la noche, Graógraman sigue con su vida. ¿Es que resucita? Además, parece que recuerda lo que ha acontecido antes, desde luego recuerda a Bastian. No es que haya nacido de nuevo, como otro ser diferente, como un bebé. Más bien es como si hubiera estado en coma.
Y tan enigmático.
¿Qué necesidad hay de asustar a Bastian y a los niños lectores hablando de vida y muerte?* Puede que para Ende lo verdaderamente terrible no sea la irreversibilidad ni el olvido, sino que para él el fin de la vida consista en la impotencia, inmovilidad, o en el dolor.
En toda esta historia, creo que hay una tragedia aún mayor, que es la soledad cósmica de Graógraman. De hecho, le pide ayuda a Bastian para comprender su propia existencia. Nunca ha podido salir del desierto porque lleva el desierto con él, ni ha podido nunca hablar con nadie. Ni siquiera sabe que cuando duerme (ejem) el paisaje cambia.
Volviendo al punto de partida de este artículo, hay una metáfora clara y evidente en este personaje. Todo tiene dos caras. Nada es completamente bueno ni completamente malo. Graógraman vive, la selva muere. La selva muere, Graógraman vive. El ciclo de la vida puede parecer cruel pero es inevitable, incluso necesario. No hay mal que por bien no venga.
Esta idea es fácil de comprender hasta para un niño de ocho años.
Es fácil de comprender intelectualmente hablando. Es fácil entender las palabras, saber qué significan, asimilar que es una metáfora. Pero no es fácil de entender de verdad.
Para este concepto, entender de verdad, me falta una palabra más adecuada, que no sé si en castellano (o en otro idioma) existe. No es lo mismo saber algo, que haberlo experimentado, aplicado, vivido, saber que es cierto, estar de acuerdo con el símil, interiorizarlo.
En mi vida de adulto, como todo el mundo, me he encontrado situaciones así.
Destrucciones que acaban siendo regeneraciones, finales que son principios, alegrías para unos que son tristezas para otros, extremos que se complementan. Y en esas situaciones, a toro pasado, es cuando uno entiende de verdad las cosas que antes sólo sabía.
¿Qué pienso ahora sobre Graógraman? Que es una semilla, plantada por el autor, que su solemnidad y vistosidad están pensadas para que quede en la memoria del lector, aunque no lo entienda de verdad, para que lo recuerde años después, para que cuando se enfrente a una pérdida, a un cambio drástico o un dilema, tenga un recuerdo remoto y agradable.
Que la extravagancia no es gratuita. Que el señor Ende sabía muy bien lo que hacía, y aquí estoy yo en pleno 2019 hablando sobre la vida y la muerte.
¿Hay mejor forma de dejar huella en el mundo?
Antes de empezar a hablar sobre un personaje de un libro infantil, me temo que tengo que justificarme. En primer lugar: ¿por qué hablar sobre un personaje de un libro infantil? Michael Ende no era un escritor cualquiera ni La Historia Interminable es un libro infantil cualquiera. Ende trata a los niños como adultos y cuenta historias que, si bien son accesibles para todos los públicos, dejan que sea el lector el que marque el ritmo de cuánto profundizar.
Ese equilibrio me parece muy difícil de conseguir, y por eso es uno de mis escritores más admirados.
Con esto quiero decir que la historia tiene muchas capas, para que puedas disfrutarla tanto si la lees con los ojos de un niño que se queda en las aventuras y excentricidades, o comprender las metáforas y dilemas si lo lees con cierta madurez.
Ende creció en la alemania nazi y se crió en una familia que no comulgaba con el régimen. Siempre estuvo rodeado por un ambiente muy estimulante, de artistas e intelectuales. Y dicho por él mismo, su intención era usar la fantasía como medio de educación y de reflexión. Era su forma de luchar contra el adoctrinamiento.
Por eso creo que se puede analizar con la misma seriedad que se analizaría un texto para adultos.
Voy a intentar resumir brevemente el capítulo, que es corto y básicamente consiste en una descripción del personaje, con poca acción. Graógraman es un león que vive en una selva. Su particularidad es que su presencia hace desintegrarse a todo lo que hay a su alrededor. La selva se desvanece y se convierte en un desierto, con dunas de arena que son los restos de las plantas, pájaros y demás seres de la selva, pulverizados. Por eso lo llaman La Muerte Multicolor.
Cada noche, Graógraman muere. Cuando muere, deja de ser aniquilador, tóxico o como queramos definirlo. Cuando él muere, cada noche, la selva vuelve a nacer.
Lo que más me llamó la atención sobre el capítulo dedicado a Graógraman, cuando lo leí de niño, creo que fue la fuerza visual. La selva que crece cada noche, en movimiento; el desierto de colores y el león solitario. Me fascinan los escritores de situaciones, como Philip K Dick, y este fragmento es un buen ejemplo.
El protagonista del libro, Bastian, que tiene en su poder un amuleto que le garantiza la inmunidad, conoce a Graógraman y éste le cuenta su historia. Para prepararlo para cuando lo vea convertirse en piedra y que Bastian no se asuste ni se preocupe.
¿Qué es lo que no comprendía entonces? Sinceramente, aún con mi mente de niño me parecía una historia muy bonita, en el sentido artístico, pero como siempre he tirado hacia el pensamiento científico, encontraba un montón de incoherencias.
La primera: ¿¿¿por dice Graógraman que muere cada noche si no muere??? Vamos por partes. Bastian va a pasar la noche en el palacio donde vive Graógraman. Éste le advierte que si lo oye gritar o ve cualquier cosa rara, que no se asuste, que es normal y que por la mañana vuelve a despertar. El león se queda petrificado, inmóvil, convertido en piedra oscura, muerto, y la selva comienza a crecer de nuevo. Esto ocurre todas las noches. Después, cuando Graógraman despierta, todo se pulveriza, de nuevo. Pero, y aquí está la cuestión, Al pasar la noche, Graógraman sigue con su vida. ¿Es que resucita? Además, parece que recuerda lo que ha acontecido antes, desde luego recuerda a Bastian. No es que haya nacido de nuevo, como otro ser diferente, como un bebé. Más bien es como si hubiera estado en coma.
—¡Ay! —balbuceó Bastián—, pensé… pensé que estabas petrificado.
—Lo estaba —respondió el león—. Muero cada día cuando cae la noche, y cada mañana despierto de nuevo.
—Yo creí que era para siempre —explicó Bastián.
—Cada vez es para siempre —repuso Graógraman enigmáticamente.
Y tan enigmático.
¿Qué necesidad hay de asustar a Bastian y a los niños lectores hablando de vida y muerte?* Puede que para Ende lo verdaderamente terrible no sea la irreversibilidad ni el olvido, sino que para él el fin de la vida consista en la impotencia, inmovilidad, o en el dolor.
En toda esta historia, creo que hay una tragedia aún mayor, que es la soledad cósmica de Graógraman. De hecho, le pide ayuda a Bastian para comprender su propia existencia. Nunca ha podido salir del desierto porque lleva el desierto con él, ni ha podido nunca hablar con nadie. Ni siquiera sabe que cuando duerme (ejem) el paisaje cambia.
Volviendo al punto de partida de este artículo, hay una metáfora clara y evidente en este personaje. Todo tiene dos caras. Nada es completamente bueno ni completamente malo. Graógraman vive, la selva muere. La selva muere, Graógraman vive. El ciclo de la vida puede parecer cruel pero es inevitable, incluso necesario. No hay mal que por bien no venga.
Esta idea es fácil de comprender hasta para un niño de ocho años.
Es fácil de comprender intelectualmente hablando. Es fácil entender las palabras, saber qué significan, asimilar que es una metáfora. Pero no es fácil de entender de verdad.
Para este concepto, entender de verdad, me falta una palabra más adecuada, que no sé si en castellano (o en otro idioma) existe. No es lo mismo saber algo, que haberlo experimentado, aplicado, vivido, saber que es cierto, estar de acuerdo con el símil, interiorizarlo.
En mi vida de adulto, como todo el mundo, me he encontrado situaciones así.
Destrucciones que acaban siendo regeneraciones, finales que son principios, alegrías para unos que son tristezas para otros, extremos que se complementan. Y en esas situaciones, a toro pasado, es cuando uno entiende de verdad las cosas que antes sólo sabía.
¿Qué pienso ahora sobre Graógraman? Que es una semilla, plantada por el autor, que su solemnidad y vistosidad están pensadas para que quede en la memoria del lector, aunque no lo entienda de verdad, para que lo recuerde años después, para que cuando se enfrente a una pérdida, a un cambio drástico o un dilema, tenga un recuerdo remoto y agradable.
Que la extravagancia no es gratuita. Que el señor Ende sabía muy bien lo que hacía, y aquí estoy yo en pleno 2019 hablando sobre la vida y la muerte.
¿Hay mejor forma de dejar huella en el mundo?