12.4.19

La historia Interminable de Michael Ende dirigida por Wolfgang Petersen

Texto: Iván Montero en El libro durmiente
Imagen: C. Morrow

Si hay una novela que me apasiona por encima de muchas otras, esa es La Historia Interminable, del fallecido Michael Ende.

En 1979 se publica por primera vez, y en alemán, La Historia Interminable. Esta novela es una auténtica oda a la fantasía y a la capacidad de soñar, pero nos advierte de los peligros existentes al tratar de vivir en uno solo de los dos mundos que nos conforman: el real y el fantástico.

Así, aunque la novela fue catalogada como ‘literatura juvenil’ —un concepto que jamás he comprendido demasiado bien, la verdad—, en ella se esconde una crítica brutal e hiriente de una realidad que, desde que se escribiera hasta hoy, se ha visto agravada por las tecnologías que nos rodean, por el sistema de vida que se ha impuesto, y por la dificultad que entraña cada vez más acceder al mundo de la fantasía. De hecho, su propio autor indicó en repetidas ocasiones que el contenido de la obra sobrepasaba la narración para alzarse como una crítica —y si me lo permitís, digna de ser estudiada en todos los centros de educación secundaria y universitaria de manera obligatoria—, inspirada, en gran medida, en la Divina Comedia de Dante Alighieri.

Dado que no pretendo hacer una crítica o reseña de la obra más conocida de Ende (reñida, sin lugar a dudas, con la enorme Momo), debo ceñirme a lo que toca: la adaptación cinematográfica de La Historia Interminable.

Coproducida entre la República Federal de Alemania (Alemania occidental) y los EE.UU. de América en el año 1984, la cinta, cuyo título original fue Die Unendliche Geschichte (La Historia Interminable en España, La Historia sin fin en Hispanoamérica, y The Neverending Story en los EE.UU.), provocó un enorme dolor estomacal en el bueno de Ende; y es que, lejos de lograr extraer la esencia de la novela, apenas si fueron capaces de representar con fidedigna destreza a los personajes de la misma. Fue tal el enfado del escritor, que solicitó que quitaran su nombre de los créditos al considerar la película una adaptación plana y meramente comercial.

Pero, ¿estaba justificado el enfado de Ende? Considerando que un libro es como un hijo para su autor, ¡vaya si lo estaba!

Si habéis leído el libro y visto la película, coincidiréis conmigo en algunas cosas que ahora voy a relatar.

Para empezar, La Historia Interminable cinematográfica no es La Historia Interminable literaria; y esto es así no porque no termine de ajustarse del todo a la trama, o porque su autor jurase en hebreo al ver el film. No. Esto es así porque la película solo cuenta la mitad de la obra literaria: la historia en la que Bastián va acercándose a Fantasía, la parte en la que es requerido por la Emperatriz Infantil. Si queremos completar la adaptación —la parte en la que Bastián se adentra en Fantasía—, deberemos recurrir a The Neverending Story II: The Next Chapter. Sin embargo, si la primera se pone en tela de juicio, de esta segunda es mejor no mencionar palabra alguna… Por supuesto, si no deseáis verme convertido en uno de los Balrogs de Morgoth de las obras de Tolkien, mejor no me preguntéis por La Historia Interminable III… ¡Seamos amigos!

Bien, como decía, la película solo adapta la primera parte de la novela; y su adaptación, como ya he dicho —coincidiendo plenamente con el bueno de Ende—, no logra ni remotamente transmitir la esencia mágica del libro Pero, ¿por qué?

Bajo mi punto de vista, no puedo hacer otra cosa que decepcionarme ante la que podría haber sido una auténtica obra maestra, pues la materia prima es excepcional. Solo con que hubieran mantenido ciertos aspectos de la novela, quizá retocando simplemente unos pocos detalles o diálogos en la adaptación, podríamos haber salvado la cinta de la quema en la que arde. Y es que no me refiero a mejoras en los efectos especiales —consciente de las complicaciones que las capacidades técnicas de la época tenían—, sino de aspectos tan triviales como mantener un diálogo existente en el libro, suprimido o modificado indecentemente en la película.

En realidad, si no hubiera habido libro, podríamos decir que la película es incluso genial… Pero claro, estamos comparándola con la obra de Ende… y eso la convierte en una colosal decepción.

Pero vamos a ver por qué es esto así.

Para empezar, Bastián no es un chico carente de complejos; es gordo, gordo y torpe, y vive atemorizado por las clases de gimnasia. Si recordáis la película, el actor es un niño delgado, del cual podríamos decir incluso que es majo, ¡seguramente era uno de los guapetones de la clase! Además, parte de su carácter se debe a que entre él y su padre existe una frialdad que no se refleja en la película. Esta frialdad, sin lugar a dudas, emana de la desaparición de la madre de Bastián, lo cual es un detalle que marca bastante el estado anímico del padre, y tiene cierta relevancia en los capítulos finales de la obra. Así, este punto genera cierto matiz melancólico que la película no supo reflejar; simplemente se basó en el hecho de que Bastián sufre bulling por parte de algunos compañeros de clase, y de que en ocasiones añora a su madre.

Asimismo, al margen de la esencia general, vemos que este dramatismo tampoco se refleja en momentos más puntuales, como en la muerte de Ártax —el caballo de Atreyu—. Para empezar, Ártax habla, y lo que dice en el Pantano de la Tristeza poco antes de morir hace honor al escenario con creces. En la película, sin embargo, los muebles quedan salvados por la banda sonora y el grito final de Atreyu, unido esto a la pantalla en negro (¡que sí!, que me provocó alguna que otra lagrimilla). Lo que quiero decir es que es un detalle que cambia la naturaleza de la película para transformarla en una adaptación que ni logra ni parece desear conservar el espíritu de la obra literaria; y eso, amigos, debió molestar mucho a Ende (a mí, también me habría pasado).

Sin embargo, bajo mi muy personal punto de vista, lo que más hace que se aleje la cinta del libro es la conversación que mantienen Gmork y Atreyu en la Ciudad de los espectros (capítulo IX). Deseo de corazón que leáis el libro y saboreéis este capítulo con auténtica devoción, tanto si ya lo habéis leído como si no. Sin lugar a dudas, la filosofía que en él se esconde no tiene parangón alguno. De hecho, creo que este es el punto definitivo para desvincular libro y película de un modo irreversible. Haber quitado esa parte en la adaptación cinematográfica hace que la película se convierta en una buena películael rato con los críos en el sofá, pero no como adaptación de la magnífica obra de Ende.

No deseo enrollarme más. Quisiera, ya que andan con los dichosos remakes arriba y abajo, que un buen director (y a la mente me vienen Tim Burton y Guillermo del Toro, ¡fíjate!) se pusiera manos a la obra para realizar una labor que definitivamente logre hacer un hueco de honor en la gran pantalla para una obra que, hoy más que nunca, precisa ser leída por muchos.

Y vosotros, ¿qué pensáis? para pasar

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