Texto: Isabel Ramos Fajardo en Fundación Alonso quijano
Imagen: Trier (Dayli) Photo
”El tiempo es un bien escaso y a nadie le sobra. Y hay que ser alguien en la vida, tener bienes propios y un nombre, un prestigio".
Ya en 1973 Michael Ende hizo una advertencia en su novela Momo: la sociedad iba por el camino equivocado.
Momo es una niña, sin hogar ni familia, que tiene una virtud maravillosa: saber escuchar y ofrecer su tiempo. Es la mejor amiga de los pequeños y a la vez fuente de inspiración y confianza para los adultos. Desde que Momo había llegado a aquella ciudad, los hombres contaban sus historias y los niños jugaban inventando cada vez. Es que Momo era capaz de escuchar el silencio, esa música callada que es preciso no le falte al alma.
Ende nos presenta una enorme crítica sólo con la cualidad de éste personaje: la de saber escuchar. Y así por medio de un personaje perfectamente delineado, se arma una trama real, existente, pero disfrazada de fantasía. Se abre al lector una historia en la que esta pequeña, se da cuenta que a los hombres les están robando su tiempo libre y con ello su imaginación e individualidad. Los culpables -en la historia- son unos hombrecillos grises y contaminantes, creados por la gente aburrida e inconforme, quienes han trastocado la posición de las cosas, haciendo de lo superfluo, importante y de lo importante, superfluo.