Texto: Linda Goodhew y David Loy en Digital Library of Buddhist Studies
Imagen: Kovács Kriszta
“Ocurría una cosa curiosa: de todo el tiempo que ahorraba, no le quedaba nunca nada. Desaparecía de modo misterioso y ya no estaba. Al principio de modo apenas sensible, pero después más y más, se iban acortando sus días” (65).
Una de las novelas más notables de finales del siglo XX es Momo, del escritor alemán Michael Ende. Aunque aparentemente escrita sólo para niños, contiene profundos conocimientos sobre nuestra actitud moderna hacia el tiempo. ¿Es una coincidencia que Ende más tarde se interesó por el budismo? Visitó Japón varias veces: el primer viaje en el año 1977 incluyó una discusión con un sacerdote zen; la segunda vez en 1989 para casarse con Mariko Sato. Este ensayo explora las profundas resonancias entre el punto de vista de Ende vertido en Momo, sobre el tema del tiempo en la perspectiva budista, especialmente en lo expresado por el maestro japonés de zen, Dogen (1200-1253). Estas resonancias van más allá del interés literario o histórico: la comprensión de lo que Ende y Dogen tienen que decir sobre el tiempo nos da información importante sobre la forma en que lo experimentamos hoy.
¿Cómo experimentamos el tiempo? Lo que los científicos sociales han calificado como un efecto de time-space compression significa que hoy en día parece que tenemos mucho menos tiempo para hacer las cosas que necesitamos o queremos hacer. Esto contribuye a crear un estilo "maníaco" en gran parte de la vida: aumento del estrés en el trabajo y en la escuela, privación del sueño, hasta la mitad de la población de trabajo E.U.A., sufren de agotamiento, adicción al trabajo y a veces muerte por exceso de trabajo, no hay tiempo para los amigos y la familia, los niños se quedan solos...
Una encuesta realizada en 1992 por la Asociación Nacional de Recreación y Parques de E.U.A., encontró que el 38% de los estadounidenses informaron tener siempre prisa en sus actividades, por encima del 22% de la encuesta de 1971. En The overspent American (1992) Juliet Schorr argumentó que los estadounidenses están trabajando muchas más horas, y recientemente, Joe Robinson en Utne Reader (septiembre-octubre de 2000) afirma que los E.U.a., han sobrepasado a Japón como el país con más exceso de trabajo en el mundo industrializado, según Robinson, la cabeza de familia de un hogar promedio de trabaja cerca de quinientas horas más al año que en 1980. Lou Harris apelando a encuestas de opinión pública que han mostrado una disminución del 37% del tiempo de ocio reportado por los estadounidenses durante un periodo de veinte años, afirma que "el tiempo puede haberse convertido en el bien más preciado de la tierra" (Levine 107). Pero ¿el tiempo mercantilizado es en sí el problema?
Una de las cosas más sorprendentes acerca de Momo es que fue publicado en 1973. Desde entonces, la pesadilla temporal que este libro presenta se ha convertido en nuestra realidad.
Momo
"Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella… Esta cosa es el tiempo. Hay calendarios y relojes para medirlo, pero eso significa poco… porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón" (55)
Michael Ende (1929 -1995) se hizo famoso por sus novelas Momo (1973) y La historia interminable (1979), ambas convertidas también en películas de éxito comercial mundial. Aunque Ende rechazó la película de Hollywood de La historia interminable y trató de detener su producción, sí autorizó la versión cinematográfica de Momo e incluso aparece en la escena de apertura. En la parte final del libro Momo, breve epílogo del autor (que en la película vemos al principio) Ende nos dice: “escribí toda esta historia de memoria, tal como me fue contada…por un pasajero curioso. Era curioso porque me resultaba totalmente imposible determinar su edad”.
Nosotros conocemos a Momo en las ruinas de un anfiteatro, sin un tiempo determinado que generalmente colocamos en la Italia moderna. Ella es una niña de la calle, sin hogar, de apariencia gitana que ni siquiera sabe su propia edad. Después de haber escapado de una institución, es adoptada por las familias pobres que viven en las inmediaciones, que pronto se encuentran visitándola a menudo. Momo tiene una influencia maravillosamente calmante y el don de escuchar verdaderamente a los otros: por ejemplo, ayuda a dos viejos amigos Salvatore y Nino a poner fin a una larga disputa, ¡e incluso consigue que un canario enmudecido vuelva a cantar! Ella conoce el valor de cada alma individual, de modo que incluso "si alguien sentía que su vida había sido un completo fracaso", después de hablar con ella se da cuenta "de que sólo había una persona como él en todo el mundo" (18 a 19).
La trama se complica cuando todo un ejército secreto de hombres con trajes grises planean dominar el mundo y poco a poco avanzan sobre la ciudad. Descubrimos más tarde, que son seres que viven sólo del tiempo de otras personas, gracias a los cigarros que constantemente fuman y que realmente son flores horarias enrolladas, es decir, tiempo robado de las personas. Prometen a sus "clientes" más tiempo en el futuro, y para ello debe ser almacenado en el Banco del Tiempo, pero a cambio, sus víctimas deben ahorrar tanto tiempo presente como sea posible, acelerando su trabajo, rompiendo con la vida social, y en el proceso, destruyendo toda alegría de vivir. El lema de los hombres grises -muy familiar para nosotros hoy- es " El tiempo es precioso — no lo pierdas El tiempo es oro —ahórralo" (67).
Fígaro el barbero es una de sus primeras víctimas. Cuando está de mal humor, dudando del valor de su existencia y sintiendo que ha fracasado, es la víctima perfecta para sus argumentos espurios y matemáticos sobre el ahorro del tiempo. Uno de los hombres grises recomienda que ahorre tiempo al eliminar todas las actividades que dan sentido y calidad a su vida: el tiempo que pasa con su anciana madre, con su amiga discapacitada la señorita Daria, su vida social, sus lecturas, incluso su ensoñación. De repente su vida se ve orientada hacia el futuro, con consecuencias desastrosas. "El propósito de ahorrar tiempo para poder empezar otra clase de vida en algún momento del futuro se había clavado en su alma como un anzuelo…. Cada vez se volvía más nervioso e intranquilo, porque ocurría una cosa curiosa: de todo el tiempo que ahorraba, no le quedaba nunca nada. Desaparecía de modo misterioso y ya no estaba”
Muchos otros habitantes fueron afectados de manera similar “Es cierto que los ahorradores de tiempo iban mejor vestidos que los que vivían cerca del viejo anfiteatro. Ganaban más dinero y podían gastar más. Pero tenían caras desagradables, cansadas o amargadas y ojos antipáticos ... El que a uno le gustara su trabajo y lo hiciera con amor no importaba; al contrario, eso sólo entretenía (66-67) Nadie se daba cuenta de que, al ahorrar tiempo, en realidad ahorraba otra cosa. Nadie quería darse cuenta de que su vida se volvía cada vez más pobre, más monótona y más fría... Pero el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón. Y cuanto más ahorraba de esto la gente, menos tenía (68)
Salvatore el albañil, dice a Momo “Muchas veces bebo demasiado… Si no, no puedo soportarlo. Va contra la conciencia de un albañil honrado… Lo peor son las casas que hacemos. Eso no son casas, eso son... eso son... almacenes de gente. Se le revuelve a uno el estómago” Él lamenta la pérdida de satisfacción en el trabajo, pero no ve ninguna respuesta excepto soñar despierto sobre el futuro. "Antes era diferente, y me sentía orgulloso cuando hacíamos un trabajo bien hecho. Pero ahora... Algún día, cuando haya ganado bastante, dejaré mi trabajo y me dedicaré a otra cosa" (76-77).
El posadero Nino y su esposa Liliana también son víctimas de esta marcha acelerada, de esta forma comercializada de vida. Para aumentar sus ganancias, necesarias a causa de un aumento en el alquiler, Nino expulsa a un grupo de hombres pobres y ancianos, entre ellos el tío de su esposa. Liliana rechaza el valor del ahorro del tiempo: "Si ha de ser con crueldad, si ya empieza así, no. Entonces me iré cualquier día. Haz lo que quieras", e incluso Nino admite que la atmósfera en el mesón es “Extraña. Fría, ¿entiendes?" Así que decide resistir la presión del grupo y se disculpa, pasando brevemente de nuevo a la vieja vida, más simple, donde las personas son más valoradas que las ganancias (79). Sin embargo, él también finalmente sucumbe. Cuando Momo vuelve un año más tarde se entera de que su pequeña taberna se ha convertido en un restaurante de autoservicio rápido donde cada cliente “llevaba bandejas con platos y botellas e intentaba conseguir un sitio en una de las mesitas. Detrás de los que estaban en las mesas y comían a toda prisa ya había otros que esperaban su sitio” (173).
Ende también se dirige a los juguetes modernos y el consumismo excesivo de los adultos, lo que resulta en la desintegración familiar y la creciente incapacidad de los niños para usar su imaginación. Después de que los hombres grises comienzan a cambiar la sociedad, "la mayoría de esos niños [los recién llegados] simplemente no sabían jugar”, porque "los niños trajeron toda clase de juguetes con los que no se podía jugar de verdad, como, por ejemplo, un tanque de mando a distancia” y así sucesivamente. "Está claro que eran juguetes muy caros, como nunca los habían tenido los amigos de Momo, y no digamos la propia Momo”, pero no dejan nada a la imaginación y también son insatisfactorios, dejando a los niños que se "sentaban durante horas y miraban atentos y, al mismo tiempo aburridos " (70-71).
La vida familiar se deteriora rápidamente: una niña va al cine todos los días porque es más barato que tener una niñera; un niño tiene once discos de cuentos porque su madre está fuera todo el día y su padre está demasiado cansado para contarle historias; Paolo sostiene que los adultos reparten dinero “para librarse de nosotros”, y todos ellos con tristeza admiten que se sienten abandonados (73).
Expertos en el consumismo, los hombres grises tientan a Momo con Lola Living Doll, un juguete tipo Barbie que cuenta con un armario interminable de ropa, accesorios e incluso amigos coleccionables, el juguete perfecto para enseñar a los niños la lección económica más importante que es “siempre hay algo más que desear "(85) Según su tentador, "Lo único que importa en la vida… es llegar a ser alguien, llegar a tener algo. Quien llega más lejos, quien tiene más que los demás recibe lo demás por añadidura: la amistad, el amor, el honor, etcétera” (87).
Debido a la importancia de la capacidad creativa e imaginativa de los niños que viven tan plenamente en el presente, los hombres grises creen que "nadie resulta tan peligroso para nuestro trabajo como los niños que son 'nuestros enemigos naturales'. Si no existieran, hace tiempo que la Humanidad estaría en nuestras manos. Los niños son mucho más difíciles de empujar al ahorro de tiempo que todos los demás hombres."(106-107). Pronto se persuade a los adultos a legislar el tiempo libre e impedir el soñar despierto tan normal en los niños, con el argumento de que "los niños son el material humano del futuro”, los expertos y técnicos del mañana (167).
La cárcel para los niños es obligatoria, vista como depósitos de niños (¿centros de cuidado infantil y escuelas modernas?), en dónde únicamente pueden realizarse juegos controlados y autorizados, útiles y educativos, de modo que los niños "olvidaron la capacidad de alegrarse, de entusiasmarse y de soñar.” A medida que el condicionamiento entra en vigor "los niños tuvieron la misma cara que los ahorradores de tiempo. Desencantados, aburridos y hostiles, hacían lo que se les exigía." (168). Cuando Momo, un año más tarde, se reúne con tres antiguos compañeros de juegos, los encuentra vestidos con uniformes grises y rostros extrañamente rígidos y sin vida, de camino a clases para aprender los juegos que no son divertidos, pero sí "útiles para el futuro" (192-193).
Luego de que un agente de los hombres grises no logra sobornar a Momo, estos deciden atacar a los dos mejores amigos de Momo: Guido el narrador (convirtiéndolo en un personaje mediático de gran éxito) y Beppo el barrendero (al que envían a un hospital psiquiátrico). Las historias de Guido se convierten en un gran éxito y lo hacen rico y famoso, tiene tantos negocios que finalmente se encuentra totalmente controlado por sus secretarios y asesores. Desde la perspectiva de Ende -que rechaza "el tiempo es dinero" a favor de "el tiempo es vida"- su supuesto éxito se convierte sólo en ridículo.
Como barrendero, Beppo ha sido deliberadamente lento, incluso con una actitud zen, poniendo toda su atención en el momento presente. Debe barrer todo el día y nota que no funciona el darse prisa: “Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida… Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser” (36). En el antiguo Japón podría haber sido considerado como un maestro zen, pero en lugar de eso la mayoría piensa que "no está del todo bien de la cabeza", porque emplea todo el tiempo del mundo para responder a las preguntas que le realizan, ya que ha determinado no volver a decir nada falso (35). Cuando Beppo trata desesperadamente de escapar del hospital psiquiátrico, un hombre gris aparece con la mentira de que Momo ha sido secuestrada y le autoriza la salida bajo el acuerdo de que Beppo pagará el rescate de Momo, con cien mil horas de duro trabajo.
Mientras tanto Momo sigue a Casiopea la tortuga, hasta la residencia mágica del profesor Secundus Minutus Hora, que vive en Ninguna Parte en la Casa de Nunca Más, “sitio de donde proviene todo el tiempo del mundo" (142). Él es el guardián del tiempo, pero no tiene poder para detener a los ladrones del tiempo porque "lo que los hombres hacen con su tiempo, tienen que decidirlo ellos mismos" (143). Es el enemigo jurado de los hombres grises y al único que temen más que a Momo. Cuando Momo le pregunta si él es la Muerte, sonríe y le dice que "si los hombres supiesen lo que es la muerte ya no le tendrían miedo. Y si ya no le tuvieran miedo, nadie podría robarles, nunca más, su tiempo de vida"(144). En el libro no se desarrolla esta conexión entre la muerte y el tiempo, pero vamos a volver a este tema más adelante, cuando se considere la perspectiva budista.
El profesor Hora le muestra a Momo el secreto del tiempo: las flores horarias. Momo tiene una experiencia mística (¿un satori?) al ver cómo un péndulo de tiempo se balancea hacia atrás y hacia delante a través de un lago donde crece una flor parecida a un lirio que se desvanece para dar paso a otra. Ella comienza a escuchar música y luego palabras: "el sol y la luna y todos los planetas y las estrellas que revelaban sus propios nombres, los verdaderos. Y en esos nombres estaba decidido lo que hacen y cómo colaboran todos para hacer nacer y marchitarse cada una de esas flores horarias" Ella se da cuenta con asombro de que "todo el mundo, hasta las más lejanas estrellas, estaba dirigido a ella como una sola cara de tamaño impensable que la miraba y le hablaba” (147). El profesor le dice que ella ha estado en las profundidades de su propio corazón, viendo su propio tiempo, porque "en cada hombre existe ese lugar, en el que acabas de estar. Pero sólo puede llegar a él quien se deja llevar por mí. Y no se puede ver con ojos corrientes” (148).
Entonces Momo se queda dormida durante un año y un día, pero cuando despierta todos sus amigos se han ido y la vida se ha transformado en una pesadilla de eficiencia y ahorro de tiempo.
El profesor Hora diseña un plan para ayudar a traer a sus amigos de vuelta. Puede detener el tiempo solo durante una hora dándole a Momo una flor especial, pero durante ese periodo ella debe encontrar el tesoro escondido de los hombres grises que es el sitio donde almacenan las flores horarias congeladas y liberarlas. Si no tiene éxito, los hombres grises envenenarán el aire alrededor de la Casa de Ninguna Parte con su humo de cigarro y harán que todos se enfermen de una enfermedad fatal llamada "tedio mortal".
La gente se torna cada vez más aburrida hasta que "un día, ya no se tiene ganas de hacer nada…Ya no hay ira ni entusiasmo, uno ya no puede alegrarse ni entristecerse, se olvida de reír y llorar. Entonces se ha hecho el frío dentro de uno y ya no se puede querer a nadie… Se corre de un lado a otro con la cara vacía, gris, y se ha vuelto uno igual que los propios hombres grises. Se es uno de ellos"(215). Tómese en cuenta que Ende escribió esto mucho antes de su visita a Tokio y ya había observado los desplazamientos grises de gente asalariada atrapada en su tedio mortal. Esto sugiere que los hombres grises no son sólo un problema occidental u oriental, sino un problema moderno.
Cuando Momo tiene éxito y las flores horarias regresan "a su verdadero hogar en el corazón de los hombres" de repente " todo el mundo tenía tiempo de sobra." (234).
Los niños jugaban en medio de la calle, y los automovilistas, que tenían que parar, los miraban sonriendo o se apeaban para jugar con ellos. Por todos lados había corrillos de personas que charlaban amigablemente y se informaban largamente sobre el estado de salud de los demás. Quien iba al trabajo tenía tiempo para admirar las flores de un balcón o dar de comer a los pájaros. Y los médicos tenían tiempo para dedicarse extensamente a sus enfermos. Los trabajadores tenían tiempo para trabajar con tranquilidad y amor por su trabajo, porque ya no importaba hacer el mayor número de cosas en el menor tiempo posible (235)
Los valores de cada persona y el sentido del tiempo vuelven a la normalidad ¿o no? ¿Todavía consideramos tal sentido del tiempo como algo normal y saludable?
Mercantilizando el Tiempo
"U-ji" (Ser-tiempo) significa que el tiempo es el ser. El tiempo es existencia, la existencia es tiempo...Todas las cosas existen en nosotros mismos. Cada cosa, cada ser en todo el universo es tiempo. (Dogen)
Como implica Momo, nuestro problema actual con el tiempo, no es tan diferente de nuestro problema con todo lo demás. Ese problema es la mercantilización, que tiende a convertir todo en recursos comercializables apreciados únicamente en función de su valor de cambio. Toda la tierra -nuestra madre y nuestra casa- continúa siendo mercantilizada de nuevas e ingeniosas maneras, incluyendo más recientemente, los códigos genéticos de las especies biológicas e incluso la tragicomedia de los derechos de comercio de las emisiones de carbono.
La aceleración en la globalización económica ha mercantilizado los recursos de la tierra, incluyendo la vida humana (el trabajo de parto como tiempo de trabajo), compra y vende según la oferta-demanda. Reconoce al tiempo en general como el más preciado "recurso" de todos, porque nunca podemos tener demasiado de él. Los hombres grises enseñan a los amigos de Momo que su tiempo es una mercancía que puede ser ahorrada e invertida.
Se creó la mercantilización del tiempo por medio del reloj. La hora marcada por el reloj se convirtió en el centro de la organización social, la vida se vio "centrada en el vaciamiento de tiempo (y espacio) y el desarrollo de un cálculo abstracto, divisible y universalmente medible de tiempo." La objetivación colectiva del tiempo-reloj significa que ahora todos vivimos de acuerdo a ella, porque la complejidad de nuestras interacciones sociales requieren un continuo para su coordinación, a pesar del hecho de que "nuestra forma mecánica de tiempo rediseñado ha dado lugar a una forma de conocerlo que está totalmente separado de la realidad. Hemos reducido el tiempo a número puro "(Aveni 135).
Aveni, un antropólogo que estudia los diferentes sistemas temporales, también se pregunta si "nuestra búsqueda de la hora exacta del día puede pasar a la historia como la mayor obsesión del siglo XX" (100), Antes de hacer nada Gulliver consulta su reloj; él lo llama su oráculo y los liliputienses concluyen, como es natural, que debe ser su Dios. Las sociedades tribales premodernas, que carecen de un punto de referencia para ejemplificar esta idea abstracta, no objetivan un tiempo, aparte de las actividades que tienen lugar “en" el mismo. El clásico estudio de Evans-Pritchard sobre los nuer de África central concluye más bien con nostalgia (103):
No creo que experimenten nunca la misma sensación de lucha contra el tiempo que nosotros, o de tener que coordinar sus actividades con un paso abstracto del tiempo, porque sus puntos de referencia son principalmente las propias actividades, que generalmente son de carácter pausado. Los eventos siguen un orden lógico, pero no están controlados por un sistema abstracto, ya que no hay puntos de referencia autónomos a los que las actividades deban ajustarse con precisión.
Según Edward Hall, para los indígenas Hopi el tiempo no tiene una realidad objetiva cuantificable, sólo existe en el eterno presente: "los Hopi no pueden decir que hace calor en verano, porque verano es la cualidad del calor, así como la manzana tiene la cualidad de rojo" (Levine 94).
Con la hora del reloj, se crea un tiempo objetivo independiente de la actividad a que se destine; un evento temporal, por otra parte, es una actividad determinada por el tiempo objetivo o no. A veces podemos notar la diferencia en la forma en que se crea la música: las notas siguen el tiempo determinado por la partitura, pero podemos estar tan absortos en la melodía misma que no notamos el tiempo que dura la partitura en su totalidad, porque la música lleva en sí misma su propio tiempo.
Esto sugiere que nuestro problema con el tiempo actualmente, se puede determinar con mayor precisión: es el dualismo que experimentamos entre un evento y su tiempo. Para el budismo Mahayana se trata de una ilusión fundamental que contribuye a nuestro dukkha "infelicidad". Dogen, el maestro japonés de zen quizás tiene algo más que decir acerca de este dualismo, él construye su concepto, mediante la reducción de un término al otro: dice que los objetos son el tiempo (los objetos tienen existencia propia porque son temporales) y, a la inversa, el tiempo es objeto (el tiempo se manifiesta como los procesos efímeros que llamamos objetos). "Existe un tiempo que llamamos flores de primavera (Hanami), pero las flores, a su vez expresan la época llamada Primavera. Esta no es la existencia en el tiempo. La existencia misma es el tiempo”
En su Shobogenzo, Dogen combina sujeto y predicado en el neologismo U-ji, que se traduce generalmente como "momento" o "ser-tiempo": “significa que el tiempo es el ser. El tiempo es existencia, la existencia es tiempo...Todas las cosas existen en nosotros mismos. Cada cosa, cada ser en todo el universo es tiempo” No existe diferencia entre el Ser y el tiempo ya que, en este universo de no permanencia, ser es devenir.
El tiempo no está separado de ustedes, y como ustedes están presentes, el tiempo no desaparece.Mucha gente piensa, que el tiempo está pasando, sin darse cuenta de que se trata de un aspecto de lo que es no-pasando. No darse cuenta también es estar siendo. Ambos, realización e ignorancia, están contenidos en U-ji, siendo tiempo. Si no lo comprendéis, nunca os desataréis verdaderamente. Es muy difícil tener una real comprensión de uno mismo, porque la autoconcepción cambia contínuamente y se descubre más y más sobre el Real Uno mismo. Si tienes completa comprensión, incluso de ideas, sobre la libertad de la iluminación o del grado de liberación, serán provisionales e ilusorias. U-ji no depende de ideas. El continuo de la existencia es el mundo entero actuando a través de sí mismo. La continuada existencia de la primavera, es primavera. (Dogen 76-80)
Al tratar el tiempo como una mercancía, se crea una ilusión que nos hace apresurarnos con el fin de tener más tiempo para un futuro -la trampa que tienden los ladrones del tiempo en Momo-. Entonces, la actitud mercantil de ahorrar tiempo la llevamos encima el resto de nuestras vidas, el tiempo se convierte en un recurso a ser utilizado y perdemos la capacidad de ser él. Somos nosotros quienes lo objetivamos.
Si la mercantilización del tiempo es un problema, ¿que nos motiva a hacerlo? ¿Por qué no distinguimos claramente entre lo que el tiempo-reloj (absoluto) y los acontecimientos que suceden en el tiempo?
Para Aveni, nuestra motivación más básica y el denominador común de nuestros esquemas temporales, es la búsqueda de orden, necesario para comprender el cosmos y el ser que lo habita."Temporalmente hablando, deseamos la capacidad de anticipar hacia dónde se dirigen las cosas, para así aliviar nuestra ansiedad por conocer lo que la naturaleza hará" (331). Damian Thompson habla de algo más que el deseo de orden, que él describe como nuestra "profunda necesidad humana de escapar del tiempo, que, en las sociedades más tempranas, por lo general se ve como el regreso a una época dorada" (325). El cristianismo puso fin a eso al encauzarnos hacia el final y no al principio de los tiempos. Sin embargo, la diferencia es menos importante que la necesidad de trascender el tiempo tal como lo conocemos, por su curso ineludible nos lleva al mismo destino final, de vuelta a lo que dijo el profesor Hora sobre el miedo humano a la muerte. Thompson resume su estudio del tiempo apocalíptico, al concluir que la comprensión humana del tiempo siempre está distorsionada por la muerte: "La creencia de que la humanidad ha llegado al momento crucial de su historia refleja una falta de voluntad para llegar a un acuerdo con la fugacidad de la vida humana y sus logros. Nuestro deseo de celebrar el paso del tiempo no logra ocultar un impulso aún más profundo de escapar de él" (332).
Rest not! Life is sweeping by;
Go and dare before you die
Something mighty and sublime,
Leave behind to conquer time. (Goethe)
¿A quién no le gustaría conquistar el tiempo? Porque el tiempo que lo conquista todo, ciertamente nos conquista a nosotros también. Goethe tenía un gran miedo a la muerte (¿mayor que el nuestro o simplemente más consciente?), pero alcanzó la inmortalidad simbólicamente gracias a su éxito literario. Sin embargo, lograr esto no tiene que ser tan dramático. El psicoanalista Neil Altman se pronunció en términos similares acerca de sus años como voluntario del Cuerpo de Paz en el sur de la India:
Me tomó un año desembarazarme de mis sentimientos, basado en mi cultura estadounidense, de que tenía que hacer que pasara algo. Siendo estadounidense y un estadounidense más o menos obsesivo, mi primera estrategia fue la de intentar sentirme seguro tratando de hacer cosas y de sentiré útil cumpliendo objetivos. Mi tiempo era algo que tenía que llenar con el avance hacia esa meta" (Levine 204-5).
Las culturas individualistas enfatizan el logro más que la afiliación. En términos psicoanalíticos, la presión que sentimos para lograr algo es una introyección de las intenciones que proyectamos hacia el mundo. Cuando el Yo carece de una esencia propia, según el budismo, comienza un proceso continuo de búsqueda perpetua y vana, para sentirse seguro y hacerse más real. Este Yo más individualizado y moderno, no es más que una ilusión insatisfactoria; dicha insatisfacción se debe a no alcanzar las metas planteadas. Dado que los objetivos que mi Yo se traza, no logran acarrear ninguna satisfacción, se plantean proyectos más y más ambiciosos.
Por desgracia, esta dinámica parece estar operando en la actualidad: nuestra preocupación moderna por el crecimiento económico y el desarrollo tecnológico. Como se dio cuenta Max Weber, este proceso histórico se ha vuelto aún más obsesivo, porque no tiene ninguna meta en particular, excepto el "más y más ..." Ende comprendió esto y dijo en una charla en Japón en julio de 1985, publicada posteriormente en el Diario Asahi: "Mi preocupación más urgente es cómo lograr que los seres humanos se vean libres de la obsesión del crecimiento económico"
El tiempo objetivo para nosotros, se convierte en un alienador en sí mismo y se emplea con el fin de tratar de obtener algo de él –lo mayor posible-, también es por el tiempo que tomamos conciencia de nuestro propio final de vida. Es este sentido de separación del tiempo el que nos motiva a tratar de asegurar un sitio dentro del mismo (perpetuidad), sin embargo, según el budismo, la única solución satisfactoria es la realización esencialmente religiosa de comprender que no somos distintos de él.
Como señala el profesor Hora, poco después de que Momo tiene su experiencia mística con las flores horarias: “Si los hombres supiesen lo que es la muerte ya no le tendrían miedo. Y si ya no le tuvieran miedo, nadie podría robarles, nunca más, su tiempo de vida" (144)
Para Dogen, existe una interdependencia entre los objetos y el tiempo, si los objetos son irreales, también el tiempo objetivo es irreal -y por lo tanto existe un engaño implícito en el supuesto tiempo mercantil. Si sólo existiera el tiempo, entonces no podría existir realmente, porque no puede haber un contenedor (tiempo) sin un contenido (objetos). Ya que no existen objetos fuera del tiempo, entonces no tiene sentido hablar de cosas como ser joven o como el envejecimiento. Dogen aclara este punto usando la imagen de la leña y las cenizas:
El fuego de leña se hace cenizas; nunca podrá volver a ser leña otra vez. Sin embargo, no debemos pensar que las cenizas son el futuro y la leña es el pasado. Recordad: la leña permanece en su posición de leña en el Dharma [la expresión fenoménica] que incluye completamente el pasado y el futuro y es independiente del pasado y el futuro. Así como la leña no vuelve a ser leña después de ser ceniza, no se vuelve a nacer después de la muerte. Siendo así, es una forma establecida en el buddha-dharma negar que el nacimiento se convierte en muerte. En consecuencia, el nacimiento se entiende como no-nacimiento. Es por eso por lo que hablamos de no aparición, no devenir (Fu sho). Y es la enseñanza del Buda haciendo girar la rueda del Dharma decir que la muerte no se convierte en vida. Es por eso por lo que hablamos de no desaparición, no extinción (Fu metsu). La vida es una posición instantánea y la muerte es también una posición instantánea. Es idéntico por ejemplo a la relación entre el invierno y la primavera. No pensamos que el invierno se hace primavera y no decimos que la primavera se hace verano" (Dogen 70-1)
Debido a que nuestra vida y muerte, como la primavera y el verano, no son parte del tiempo, sino que son el tiempo, entonces no hay verdadero nacimiento ni muerte. Mejor dicho, el nacimiento y la muerte existen en cada momento, con la surgida y despedida de cada pensamiento y acto. Entonces no hay nada que acontece en el presente que deba cumplirse en el futuro, la primavera no es una anticipación del verano, es total y completa en sí misma.
¿Qué implicaciones tiene todo esto en nuestra necesidad de reducir la velocidad y vivenciar el tiempo de una manera diferente? Concluimos con una reflexión sobre esta cuestión.
Comprender el tiempo objetivo y mercantilizado, con un nuevo enfoque, como un juego: la vida lúdica. Porque en el juego no necesitamos ganar algo de manera forzosa; cuando no es necesario obtener algo del tiempo (y lugar), no lo devaluamos contrastando el aquí-ahora con alguna otra posibilidad espacial (por ejemplo, el cielo) o temporal (el futuro, una edad dorada de la antigüedad). Entonces tendremos tiempo para participar en los juegos de los niños, para disfrutar de las flores, y hacer nuestro trabajo con mucha dedicación y cuidado.
Tales acontecimientos tomarían un aspecto más sacro, de forma que el tiempo mismo -ya no objetivo-, sería algo que sí podría preservarse, siempre con una textura y un sabor particular. Serían momentos únicos, que podrían sobrevivir a nuestra muerte, entonces podríamos recuperar la conciencia de cómo el tiempo es esencialmente misterioso -el misterio que Ende simboliza en el tiempo que duran las flores horarias del profesor Hora, eternamente florecientes y desvaneciéndose como un péndulo oscilando eternamente, hacia atrás y adelante, atrás y adelante...
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Bibliografía
Aveni, Anthony. (1995) Empires of Time, New York: Kodansha.
Ende, Michael. (1984) Momo, trans. J. Maxwell Brownjohn, London: Puffin.
Evans-Pritchard, E. E. (1969) The Nuer, New York: Oxford University Press.
Levine, Robert. (1997) A Geography of Time, New York: Basic Books.
Mori, Yoko. (2001) "Michael Ende Biography," trans. Miguel Yasuyuki HIROTA, at <http://www.geocities.com/Athens/Academy/2432/uk.michael.html>
Reiho, Masunaga. (1958) The Soto Approach to Zen, Tokyo: Layman Buddhist Society Press.
Robinson, Joe. (September-October 2000) "Four Weeks Vacation", Utne Reader.
Schor, Juliet. (1992) The Overworked American, New York: Basic Books.
Thompson, Damian. (1996) The End of Time, London: Minerva.
Welch, Dan and Tanahashi, Kazuaki. (1985) Moon in a Dewdrop: Writings of Zen Master Dogen, San Francisco: North Point Press.
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