Fantasia es el reino de los mitos y los cuentos de hadas, el reino del que proceden todas las historias y el deseo de contarlas y de escucharlas. No en vano, el viaje a través de este reino se llama
La historia interminable, porque, como la imaginación humana, Fantasia no tiene límites.
En este mundo no hay distancias exteriores mensurables, y por eso las palabras "cerca" y "lejos" tienen un significado diferente. Todas estas cosas están sujetas al ánimo y a la voluntad de quien esté recorriendo una ruta particular. Dado que Fantasía no tiene límites, su centro puede estar en cualquier lugar, o más bien, no está más cerca ni más lejos que cualquier otro lugar. Depende completamente de la persona que desee llegar al centro y este es, por supuesto, la Torre de Marfil.
Cierto que, en Fantasia se mencionan ocasionalmente algunos puntos cardinales (el Oráculo del Sur, los Gigantes de los Vientos), pero estos no son absolutos; más bien, cambian dependiendo de dónde estés situado. E igual que una casa descansa sobre unos cimientos, Fantasia descansa sobre los sueños olvidados de la humanidad, que se almacenan en la Mina de las Imagenes. Pero esto tampoco debe entenderse visualmente: en un reino sin fronteras no puede haber "arriba" o "abajo".
El tiempo también es interminable en Fantasia: todo lo que sucede está escrito por el Viejo de la Montaña Errante. Pero, ¿sucede porque lo escribe, o lo escribe porque sucede? La vetusta Morla dice de la Emperatriz Infantil que, su existencia no se mide en tiempo sino en nombres. Continuamente debe ser renombrada por los seres humanos o de lo contrario morirá porque es la imaginación encarnada. De la misma manera, Fantasia no tiene una historia que pueda ser contada cronológicamente, narrada por fecha y lugar de ocurrencia.
Entonces, ¿cómo aventurarse por este reino? Los humanos vivimos en ambos mundos: en el mundo que Michael Ende llamó el "Mundo Exterior" y en el mundo de los sueños y deseos, miedos y pesadillas, a saber, "Fantasia". Allí, muchas cosas son diferentes al mundo humano.
En Fantasia, por ejemplo, no se hace distinción entre el bien y el mal: todas las criaturas son igualmente importantes. Si observamos de cerca el concepto poético de Ende, empezamos a entender por qué: el arte es como un sueño, no instruye; solo retrata. ¿Qué sería de
Otelo de Shakespeare sin Yago, o de
Macbeth sin la malvada Lady Macbeth? Uno no puede juzgar los sueños desde un punto de vista moral. La representación del mal no es en sí misma mala; la representación de lo sagrado no es sí mismo sagrada.
Los habitantes de Fantasia son, pues, tan abigarrados y diversos como la imaginación de la que proceden. Una y otra vez nos encontramos con figuras que reconocemos de otros libros, que ya existen en la mente de Bastián junto con sus propios inventos. Los autores de las grandes obras maestras de la literatura, el arte y la música a lo largo de los siglos, han sido viajeros entusiastas del reino de Fantasia.
Pero, ¿cómo entrar o salir de un mundo que no tiene fronteras? Una y otra vez aparecen portales mágicos que hacen posible el viaje: puertas ocultas, pasillos secretos o plataformas de trenes invisibles... Bastian encuentra la entrada mientras lee en el ático de su escuela. Esta entrada, sin embargo, no se encuentra en el ático mismo, que forma parte del Mundo Exterior y tampoco se encuentra en el libro. Es solo a través del acto mismo de leer qué Bastian logra llegar a Fantasia.
El acto de leer es un asunto inmensamente personal, incluso íntimo. Y así, Fantasia se ve diferente para cada viajero. "Toda historia real es una historia interminable... Hay muchas puertas a Fantasia". Siguiendo las reflexiones más agudas, Michael Ende, se embarca en la mayor de todas las aventuras, la creación de un libro-espejo, en el que se alinean cuidadosamente los diferentes niveles de la realidad: el mundo del lector y el del escritor están unidos sin negarse entre sí y conforman una tercera entidad sin nombre. Es esta tercera entidad la que juega el papel más importante en la novela; es la historia de esta tercera entidad la que cuenta el libro.
Lo individual es lo que cuenta, no lo colectivo. La imaginación subjetiva es el camino a Fantasia, no existe una fórmula perfecta para la entrada. Michael Ende desconfiaba de todas las ideologías, para él, la idea de que la sociedad genera conciencia era profundamente sospechosa. No podría haber estado más alejado de Brecht y de la noción de literatura que dominó hasta bien entrada la década de 1980, pues en opinión de Ende, solo un nuevo tipo de conciencia individual podría crear un cambio en la sociedad y de acuerdo con este punto de vista, Bastián no tiene ningún interés en los libros en los que "se daba cuenta de que lo querían convencer de algo.” Esos libros no le ayudarían a encontrar el camino a Fantasia.
Esto, toca uno de los puntos centrales del mundo imaginario de Michael Ende: todo lo que es esencial tiene su propósito en sí mismo y esto incluye el arte que no trata de explicar el mundo, más bien, lo retrata. Por eso, no tiene por qué justificarse con un mensaje. Un artista considera
Erkenntnis-Ideen –‘ideas de conocimiento' o 'ideas reveladoras’, como, por ejemplo, un mensaje- no como su objetivo, sino como parte de su material. Los artistas puede admirar los palacios del pensamiento, pero son nómadas: una vez que han agotado una visión del mundo, siguen adelante.
Pero, ¿qué es Fantasia? ¿un mundo alternativo en el que podemos proyectar nuestro anhelo de paz? ¿un lugar donde los niños gordos y lentos como Bastián Baltazar Bux, de repente se convierten en héroes guapos, fuertes y valientes? No es nada de esto. El heroísmo de Bastian no consiste únicamente en tomar decisiones claras, buenas y nobles. Queda embrujado por las artimañas de la hechicera Xayide e incluso levanta su espada mágica contra su amigo Atreyu, y apenas escapa de la Ciudad de los Antiguos Emperadores, que recuerda sombríamente a un manicomio. Al interior de Fantasia, acechan pantanos mortales, tortugas gigantes indiferentes y monstruos peligrosos como Ygrámul, la criatura con forma de araña o el hombre lobo Gmork. Y a diferencia de las que se encuentran en las obras de la literatura fantástica, estas criaturas no están ahí simplemente para ser derrotadas por el héroe. Atreyu no mata ni a Ygrámul ni a Gmork. Ellos no son los que representan un peligro para Fantasia; no hay razón para acabar con ellos.
La intención de Ende no era huir del mundo humano a un mundo mejor llamado Fantasia, como a menudo se le acusó en el eterno debate sobre el escapismo. Después de todo, la Nada que amenaza Fantasia, es ese mundo banal y sin sentido en el que la imaginación es negada o ridiculizada como una invención de locos o imbéciles. La Ciudad de los Antiguos Emperadores, como su imagen especular, es, igualmente un sitio banal y sin sentido donde terminan aquellos humanos que no pueden encontrar el camino de regreso de Fantasia. La Nada y la Ciudad de los Antiguos Emperadores, representan la banalidad y la creatividad, como imágenes especulares la una de la otra, pues de la nada surge la voluntad de acción creativa.
Fantasia y el mundo humano son dos caras de la misma moneda que no podrían existir el uno sin el otro. El reino de la Emperatriz Infantil no es trascendental, sino parte de este mundo humano. La imaginación, en efecto, no es sólo un sentimiento, sino un todo completo, que también abarca el intelecto y los sentidos. Karl Konrad Koreander describe esta interacción entre mundos: "Hay seres humanos que no pueden ir a Fantasia […] y los hay que pueden, pero se quedan para siempre allí. Y luego hay algunos que van a Fantasia y regresan. Como tú. Y que devuelven la salud a ambos mundos."
Es un reto no solo llegar a Fantasia, sino también, salir de ella, porque el verdadero motor de Fantasia es la voluntad que Ende subraya con la máxima: "Haz lo que quieras", estas son las palabras escritas en el reverso de ÁURYN, que van de San Agustín a Rabelais y a la era moderna con Aleister Crowley, un defensor del ocultismo moderno que vivió entre 1875 y 1947. Y no es solo en
La historia interminable que Michael Ende usa esta máxima. En
La escuela de magia (Die Zauberschule), escribe:
1. Solo puedes desear realmente aquello que consideras posible.
2. Sólo puedes considerar posible aquello que forma parte de tu historia.
3. Sólo forma parte de tu historia aquello que verdaderamente deseas.
Aquellos que se dejen llevar simplemente por deseos y carencias superficiales se perderán, olvidarán sus vidas anteriores, incluso sus nombres y finalmente terminarán en la Ciudad de los Antiguos Emperadores. Cuando la voluntad que te impulsa se extingue, no puedes salir de la tierra sin fronteras. Al igual que los barcos de mimbre de los yskálnari que funcionan con el poder del pensamiento puro, el viajero en Fantasia avanza solo por la fuerza de su voluntad. La voluntad como fuerza motriz en una tierra sin fronteras es, al mismo tiempo, una amenaza real que la propia vida interior representa para el Yo. Aquí Michael Ende va mucho más allá de los libros convencionales para niños. Pero, de nuevo, ¿debemos trazar una distinción tan tajante entre libros para niños y libros para adultos? ¿no encuentra Bastián La historia interminable en una tienda donde, según Karl Konrad Koreander, no hay libros para niños? ¿Y no está Koreander mismo, inmerso en ese libro antes de que Bastian lo robe?
A lo largo de su vida, Michael Ende se negó a establecer una distinción entre la literatura para niños y la literatura para adultos. Y, de hecho,
La historia interminable ha sido apreciada tanto por niños como por adultos. Ende dijo de sí mismo:
Soy un ser primitivo originario de una reserva centroeuropea […] se llama «literatura infantil». Forma parte de las reservas toleradas con una sonrisa de conmiseración por los habitantes del desierto de la civilización, e incluso mimadas por ciertas asociaciones good-doer, pero en el fondo despreciadas por todos: como, por lo demás, casi todo lo que tiene que ver con los niños.
Y, sin embargo, continuó Ende, “esas clasificaciones en literatura infantil y literatura para adultos, literatura fantástica y literatura realista son pura tontería […] En su mundo aséptico y funcional se les ha hecho desaparecer, a base de raciocinio, lo maravilloso."
Con el auge de las ciencias naturales en los siglos XIX y XX, parecía haberse hecho posible encontrar una explicación para todo. El mundo: un montón de polvo espacial. Los ideales humanos: nada más que procesos bioquímicos. Hoy en día, solo a los niños se les permite vivir en un mundo lleno de magia y propósito, un mundo que adultos y niños solían habitar juntos. Las grandes obras de la literatura mundial contienen muchos elementos fantásticos. Si
Fausto o
La Odisea fueran publicados hoy, dijo Ende, probablemente serían descartados como literatura infantil.
Pero es precisamente en el juego involuntario de un niño que, Ende -en la tradición de Schiller, pero también de Nietzsche- ve la encarnación del ideal del arte. Por lo tanto, un libro para niños puede ser igualmente un libro para adultos, así como un libro para adultos también puede ser entendido por niños.
Con respecto a sus motivaciones para ambientar historias en el ámbito de lo fantástico, Michael Ende escribió:
Lo que me mueve a hacerlo [...] no es otra cosa que lo que mueve al inconsciente de cada uno de nosotros, a expresar lo que sucede en el interior de nuestra alma, mediante imágenes oníricas. Esta forma de expresión se me facilita, porque para mí, la poesía y el arte no consisten más que en el esfuerzo de transformar las imágenes exteriores en imágenes interiores y las imágenes interiores en imágenes exteriores (como fue una vez la norma en todas las culturas, dicho sea de paso). En mi opinión, es sólo a través de esta "poetización" (Novalis) que el mundo se vuelve habitable para las personas. Lo que quiero decir con esto es que, solo cuando una persona se reconoce a sí misma en el mundo que la rodea y, a la inversa, cuando encuentra las imágenes del mundo en su propia alma, puede sentirse como en casa en este mundo. Precisamente ahí reside la esencia de toda cultura.