Texto: Marcela Carranza en Imaginaria
Imagen: Aurora Sogna
Aparece en escena el harapiento grupo de artistas de un circo en bancarrota. Atrás de ellos las máquinas de construcción asemejan monstruos a punto de despertar.
Jojo el payaso ha logrado un acuerdo con los dueños de la empresa de químicos que va a desalojarlos. El grupo actuaría en una campaña publicitaria para la empresa, pero a condición de abandonar a Eli, una niña retrasada mental que los saltimbanquis recogieron de la calle. La niña no resulta adecuada para los propósitos publicitarios de la empresa. En ese momento, a pedido de Eli, Jojo comienza a narrar un cuento. El cuento del payaso se hace realidad en el escenario. Mundos perfectos soñados y el dolor del mundo real se entremezclan en contrapunto hasta el momento final en el que el regreso a la realidad implica una decisión. Decisión que obliga a los personajes a situarse éticamente en un mundo que les es adverso y en el que apenas pueden sobrevivir.
La representación en dos planos: realidad y fantasía, permite a personajes como el bufón hacer visible la ficción de lo que se muestra, preguntarse por las decisiones del autor sobre la vida de sus personajes en escena.
"Bufón (Le grita desesperado.)
¡Jojo! ¡No sigas adelante!
¡Da otro rumbo a la historia!
¿Acaso abandonas a los hijos de tu fantasía?
¡Esta broma, sí que llega demasiado lejos!
(Llora.)"
"En este mundo ya no hay lugar para nosotros", dirán los saltimbanquis. Y su situación ofrece una mirada crítica hacia los valores que impone un modo utilitario y consumista de ver las cosas.
Antítesis de la dura realidad vivida por los artistas, lugar de la utopía, serán "los reinos del Mañana", país creado por el sueño del payaso-príncipe Jojo-Joan. Lugares incontaminados, perfectos, donde los hombres se someten a la única ley interior de su conciencia, los bienes terrenales se comparten y "cada cual es, a su manera, artista". Allí los hombres, "el juego por placer consideran sagrado, expresión de su libertad".
En esos mundos de maravillas Angramain, la gran araña, será la encarnación del mal. En el pensamiento de Angramain, "quien no come primero será comido"; el amor sólo sirve para provocar confusión y desorden, es un error y en nada contribuye a la perfección.
A esto objetará el payaso-príncipe:
"Jojo ¿Desprecias lo que ignoras?
¿Acaso no es real la fantasía?
Los mundos futuros surgen de ella,
y en nuestras creaciones vive la libertad."
En el mundo de maravillas el bien y el amor vencen al mal. De regreso en el plano de lo real, los personajes deben otra vez enfrentar al mal, encarnado en las máquinas excavadoras, que avanzan atronando sobre sus carromatos.
En los mundos imaginarios, situados fuera del tiempo, la poesía del lenguaje, su ritmo, sus canciones, nos aproxima por momentos al teatro clásico. Las ilustraciones que nos descubren uno a uno los personajes, poseen también el trazo idealizado del relato de maravillas.
En Jojo. Historia de un saltimbanqui la realidad no se resuelve con la facilidad de los finales felices para mundos imaginarios. Pero para sus personajes, la imaginación es el lugar desde donde resulta posible pensar mundos mejores, y defender espacios de libertad. Una obra de teatro del famosísimo autor de Momo y La historia Interminable, cuya fuerza desde el punto de vista ideológico se ve acompañada de complejidad y belleza artística. Una y otra se corresponden si nos preguntamos con Jojo: "¿Acaso no es real la fantasía?"
Recomendado a partir de los 11 años.
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