“El momento es eterno […] Todo gira simplemente en círculo. Lo que comienza debe terminar, lo que adquiere vida luego debe morir. Todo se compensa, el bien y el mal, lo bello y lo feo, la estupidez y la sabiduría”.
Estas palabras podrían haber sido extraidas del Dào Dé Jīng o de algún antiguo manuscrito budista, pero provienen de uno de los libros infantiles más exitosos de todos los tiempos: La historia interminable.
La obra, publicada por primera vez en 1979, traducida a más de 36 idiomas y adaptada a la gran pantalla, ha sido catalogada como literatura escapista o fantástica, aunque la mayoría de los psicólogos han visto en ella un viaje en clave a través del duelo y la depresión.
Sin embargo, el libro La historia interminable tiene varias capas de significado, hasta el punto que también podría considerarse como un texto iniciático al budismo. De hecho, su autor, Michael Ende, estuvo fascinado por Japón desde su infancia y visitó varias veces el país. En 1977 aprovechó su primer viaje para intercambiar ideas con un monje zen, por lo que no es extraño que la filosofía budista se transparente en su obra.
Como resultado, el libro La historia interminable revela pistas importantes y complejas para quienes quieran comprender mejor esta filosofía y adentrarse en ella.
La obra, publicada por primera vez en 1979, traducida a más de 36 idiomas y adaptada a la gran pantalla, ha sido catalogada como literatura escapista o fantástica, aunque la mayoría de los psicólogos han visto en ella un viaje en clave a través del duelo y la depresión.
Sin embargo, el libro La historia interminable tiene varias capas de significado, hasta el punto que también podría considerarse como un texto iniciático al budismo. De hecho, su autor, Michael Ende, estuvo fascinado por Japón desde su infancia y visitó varias veces el país. En 1977 aprovechó su primer viaje para intercambiar ideas con un monje zen, por lo que no es extraño que la filosofía budista se transparente en su obra.
Como resultado, el libro La historia interminable revela pistas importantes y complejas para quienes quieran comprender mejor esta filosofía y adentrarse en ella.
El primer paso: Recuperar la capacidad de desear
A través de los ojos de un niño, Ende nos va dejando pistas sobre el budismo. De hecho, ni siquiera es casual que el protagonista sea un niño porque ello representa la mente que todavía no se ha llenado por completo con los condicionamientos sociales y aún se mantiene abierta a la maravilla y la fantasía, dejándose llevar por una insaciable curiosidad.
Bastián tiene el cometido de salvar Fantasia, pero en realidad su verdadera misión es encontrarse a sí mismo y descubrir lo que quiere. La única regla que recibe para moverse por el mundo de Fantasia es: “haz lo que quieras”, las palabras escritas detrás de Áuryn, el medallón con las dos serpientes que en realidad representa el símbolo del yin y el yang.
Sin embargo, ese “haz lo que quieras” no significa que pueda hacer lo que se le antoje, sino que debe seguir sus deseos, que son el hilo conductor de la segunda parte del libro. Los deseos lo llevarán a encontrar su verdadera voluntad. Esa es la búsqueda que emprende Bastián por Fantasia, aunque al principio no es plenamente consciente de ello.
No es casual que los deseos aparezcan una y otra vez en el libro La historia interminable ya que la sabiduría antigua les confería una importancia especial.
La palabra deseo proviene del latín “sideris”, que significa “astros”. Por tanto, antiguamente “desear” sigificaba dejar de mirar a los astros; o sea, dejar de “con-siderar” el camino que marcaban las constelaciones para mirar dentro y preguntarse qué era lo que queríamos. Desear es, por tanto, volver la vista hacia uno mismo para descubrir qué es lo que realmente queremos conectando con nuestro “yo” más profundo.
Ese deseo auténtico es el que moverá a Bastián. “Los caminos de Fantasia se pueden encontrar gracias a tus deseos. Puedes proseguir solo con un deseo sucesivo. Lo que no deseas permanece inaccesible. Ese es el significado de las palabras ‘cerca’ y ‘lejos’. No basta solamente con irse de un lugar. Debes desear llegar a otro. Debes dejarte guiar de tus deseos”.
Bastián descubre que desear es complicado porque en la vida cotidiana nos limitamos a querer lo que quieren los demás. Olvidamos desear. De hecho, en cierto punto del camino se lamenta: “es extraño que no se pueda simplemente desear lo que se quiere”.
Por tanto, para poder avanzar por Fantasia, Bastián debe aprender a conectar con sus deseos más profundos. Cuando los descubre, una vez que tiene claro qué desea, llega la voluntad, que es lo que permite tomar las decisiones correctas que le llevarán a hacer realidad sus deseos.
En cambio, la falta de deseos y de sueños, la carencia de imaginación y creatividad, conforman la Nada que destruye Fantasía.
A través de los ojos de un niño, Ende nos va dejando pistas sobre el budismo. De hecho, ni siquiera es casual que el protagonista sea un niño porque ello representa la mente que todavía no se ha llenado por completo con los condicionamientos sociales y aún se mantiene abierta a la maravilla y la fantasía, dejándose llevar por una insaciable curiosidad.
Bastián tiene el cometido de salvar Fantasia, pero en realidad su verdadera misión es encontrarse a sí mismo y descubrir lo que quiere. La única regla que recibe para moverse por el mundo de Fantasia es: “haz lo que quieras”, las palabras escritas detrás de Áuryn, el medallón con las dos serpientes que en realidad representa el símbolo del yin y el yang.
Sin embargo, ese “haz lo que quieras” no significa que pueda hacer lo que se le antoje, sino que debe seguir sus deseos, que son el hilo conductor de la segunda parte del libro. Los deseos lo llevarán a encontrar su verdadera voluntad. Esa es la búsqueda que emprende Bastián por Fantasia, aunque al principio no es plenamente consciente de ello.
No es casual que los deseos aparezcan una y otra vez en el libro La historia interminable ya que la sabiduría antigua les confería una importancia especial.
La palabra deseo proviene del latín “sideris”, que significa “astros”. Por tanto, antiguamente “desear” sigificaba dejar de mirar a los astros; o sea, dejar de “con-siderar” el camino que marcaban las constelaciones para mirar dentro y preguntarse qué era lo que queríamos. Desear es, por tanto, volver la vista hacia uno mismo para descubrir qué es lo que realmente queremos conectando con nuestro “yo” más profundo.
Ese deseo auténtico es el que moverá a Bastián. “Los caminos de Fantasia se pueden encontrar gracias a tus deseos. Puedes proseguir solo con un deseo sucesivo. Lo que no deseas permanece inaccesible. Ese es el significado de las palabras ‘cerca’ y ‘lejos’. No basta solamente con irse de un lugar. Debes desear llegar a otro. Debes dejarte guiar de tus deseos”.
Bastián descubre que desear es complicado porque en la vida cotidiana nos limitamos a querer lo que quieren los demás. Olvidamos desear. De hecho, en cierto punto del camino se lamenta: “es extraño que no se pueda simplemente desear lo que se quiere”.
Por tanto, para poder avanzar por Fantasia, Bastián debe aprender a conectar con sus deseos más profundos. Cuando los descubre, una vez que tiene claro qué desea, llega la voluntad, que es lo que permite tomar las decisiones correctas que le llevarán a hacer realidad sus deseos.
En cambio, la falta de deseos y de sueños, la carencia de imaginación y creatividad, conforman la Nada que destruye Fantasía.
El segundo paso: Emprender el camino sin juzgar
Otro concepto clave que se repite a lo largo del libro La historia interminable está relacionado con la idea budista de que los contrarios se complementan. “Debes partir sin armas. Debes dejar que ocurra todo lo que debe ocurrir. Todo debe ser igual para ti, el Bien y el Mal, lo Bello y lo Feo, la Estupidez y la Sabiduría […] Tú solo debes buscar y preguntar, pero nunca sentenciar según tu juicio”, escribió Ende.
En Fantasia conviven todo tipo de seres. Cada uno es diferente y ninguno es juzgado. Ende enfatiza a lo largo de toda la obra en la necesidad de prestar atención a la realidad sin establecer juicios de valor o colocar etiquetas porque es la única manera de percibir sin condicionamientos y establecer relaciones genuinas.
Transmite la idea de que absolutamente todos los seres son necesarios, con sus virtudes y supuestos defectos, porque se complementan. Pretende romper el pensamiento dicotómico y moralista característico de la cultura occidental demostrando que existe un equilibrio entre las cosas y que todas son necesarias, aunque algunas no nos gusten.
De hecho, alerta de las palabras que usamos para etiquetar y de cómo se convierten en una trampa. “Los hombres viven de ideas y esas se pueden guiar como uno quiera”. En la filosofía budista se establece una diferenciación entre las ideas y la realidad, ya que las primeras a menudo son una imagen distorsionada de la misma. Por esa razón, Ende afirma que “para tener poder sobre los hombres, basta cambiar sus ideas”. Pero dado que las ideas no siempre reflejan la realidad, se convierten en un terreno fértil para la mentira.
Según Ende, “ese es el único poder que realmente cuenta” en la sociedad actual, el poder para desvirtuar la realidad manipulando la opinión y vidas de las personas. Pero “cuando uno se convierte en siervo del poder, queda sin voluntad e irreconocible. Induce a los hombres a comprar cosas que no necesitan, a odiar lo que no conocen, a creer cosas que los vuelven obedientes o a dudar de aquello que los podrían salvar”.
Ende, por tanto, nos anima a salir del mundo de las palabras, las etiquetas y los juicios para constatar la realidad, una realidad que puede ser tan maravillosa como cruda porque no se guía por las leyes humanas sino por el flujo de la naturaleza. Nos anima a dejar atrás el pensamiento dicotómico para abrazar un pensamiento holístico en el que no hay bien ni mal absolutos.
Otro concepto clave que se repite a lo largo del libro La historia interminable está relacionado con la idea budista de que los contrarios se complementan. “Debes partir sin armas. Debes dejar que ocurra todo lo que debe ocurrir. Todo debe ser igual para ti, el Bien y el Mal, lo Bello y lo Feo, la Estupidez y la Sabiduría […] Tú solo debes buscar y preguntar, pero nunca sentenciar según tu juicio”, escribió Ende.
En Fantasia conviven todo tipo de seres. Cada uno es diferente y ninguno es juzgado. Ende enfatiza a lo largo de toda la obra en la necesidad de prestar atención a la realidad sin establecer juicios de valor o colocar etiquetas porque es la única manera de percibir sin condicionamientos y establecer relaciones genuinas.
Transmite la idea de que absolutamente todos los seres son necesarios, con sus virtudes y supuestos defectos, porque se complementan. Pretende romper el pensamiento dicotómico y moralista característico de la cultura occidental demostrando que existe un equilibrio entre las cosas y que todas son necesarias, aunque algunas no nos gusten.
De hecho, alerta de las palabras que usamos para etiquetar y de cómo se convierten en una trampa. “Los hombres viven de ideas y esas se pueden guiar como uno quiera”. En la filosofía budista se establece una diferenciación entre las ideas y la realidad, ya que las primeras a menudo son una imagen distorsionada de la misma. Por esa razón, Ende afirma que “para tener poder sobre los hombres, basta cambiar sus ideas”. Pero dado que las ideas no siempre reflejan la realidad, se convierten en un terreno fértil para la mentira.
Según Ende, “ese es el único poder que realmente cuenta” en la sociedad actual, el poder para desvirtuar la realidad manipulando la opinión y vidas de las personas. Pero “cuando uno se convierte en siervo del poder, queda sin voluntad e irreconocible. Induce a los hombres a comprar cosas que no necesitan, a odiar lo que no conocen, a creer cosas que los vuelven obedientes o a dudar de aquello que los podrían salvar”.
Ende, por tanto, nos anima a salir del mundo de las palabras, las etiquetas y los juicios para constatar la realidad, una realidad que puede ser tan maravillosa como cruda porque no se guía por las leyes humanas sino por el flujo de la naturaleza. Nos anima a dejar atrás el pensamiento dicotómico para abrazar un pensamiento holístico en el que no hay bien ni mal absolutos.
El tercer paso: Deshacerse de la intención
En el budismo existe la práctica de la no intención. Es un concepto difícil de entender para la mente racional porque nos parece imposible poder actuar conscientemente sin intencionalidad. Parece imposible desear y al mismo tiempo deshacerse de la intención. De hecho, suele ser una de las prácticas más difíciles de alcanzar incluso para quienes tienen experiencia en la meditación.
Sin embargo, es una de las pistas iniciáticas más valiosas que deja Ende en uno de los capítulos del libro. Cuando Atreyu debe atravesar la Puerta sin Llave, detrás de la cual podrá encontrar la respuesta que está buscando, debe deshacerse de la intención. “Si uno logra olvidarse de toda intención de pasar y no desea más nada, entonces la puerta se abre por sí sola, como por arte de magia”, explicó Ende.
De la misma forma, en la meditación muchas veces se anima a la persona a deshacerse de los objetivos porque estos pueden terminar guiando la mente y alejándola de las respuestas que está buscando. Se trata de una conciencia integral sin esfuerzo, en la que aprendemos a estar plenamente conscientes, pero sin juzgar la realidad, simplemente viviéndola.
Ese estado de conciencia nos permite insertarnos en el Wu-wei, o estado de flow como se le conoce en Psicología. En ese punto realizamos una acción no dual porque no se produce una bifurcación entre el sujeto y el objeto. Al contrario, el sujeto se fusiona con la actividad que realiza. En este estado la mente se mantiene atenta y despierta, pero no se detiene en nada, ni en los hechos ni en el pensamiento, sino que se mantiene fluyendo, tomando con naturalidad las decisiones que nos conducirán a hacer realidad nuestros auténticos deseos.
El libro La historia interminable es, desde esa perspectiva, una auténtica historia infinita porque contiene innumerables significados y símbolos, de manera que cada vez que volvamos a leer sus páginas podremos descubrir una pista nueva. No es, por tanto, un libro solo para niños, sino para mentes curiosas que no se cansan de buscar. Es un libro para quien “siempre quiso ser otro, pero nunca había deseado cambiarse a sí mismo”, como dijera Ende.
En el budismo existe la práctica de la no intención. Es un concepto difícil de entender para la mente racional porque nos parece imposible poder actuar conscientemente sin intencionalidad. Parece imposible desear y al mismo tiempo deshacerse de la intención. De hecho, suele ser una de las prácticas más difíciles de alcanzar incluso para quienes tienen experiencia en la meditación.
Sin embargo, es una de las pistas iniciáticas más valiosas que deja Ende en uno de los capítulos del libro. Cuando Atreyu debe atravesar la Puerta sin Llave, detrás de la cual podrá encontrar la respuesta que está buscando, debe deshacerse de la intención. “Si uno logra olvidarse de toda intención de pasar y no desea más nada, entonces la puerta se abre por sí sola, como por arte de magia”, explicó Ende.
De la misma forma, en la meditación muchas veces se anima a la persona a deshacerse de los objetivos porque estos pueden terminar guiando la mente y alejándola de las respuestas que está buscando. Se trata de una conciencia integral sin esfuerzo, en la que aprendemos a estar plenamente conscientes, pero sin juzgar la realidad, simplemente viviéndola.
Ese estado de conciencia nos permite insertarnos en el Wu-wei, o estado de flow como se le conoce en Psicología. En ese punto realizamos una acción no dual porque no se produce una bifurcación entre el sujeto y el objeto. Al contrario, el sujeto se fusiona con la actividad que realiza. En este estado la mente se mantiene atenta y despierta, pero no se detiene en nada, ni en los hechos ni en el pensamiento, sino que se mantiene fluyendo, tomando con naturalidad las decisiones que nos conducirán a hacer realidad nuestros auténticos deseos.
El libro La historia interminable es, desde esa perspectiva, una auténtica historia infinita porque contiene innumerables significados y símbolos, de manera que cada vez que volvamos a leer sus páginas podremos descubrir una pista nueva. No es, por tanto, un libro solo para niños, sino para mentes curiosas que no se cansan de buscar. Es un libro para quien “siempre quiso ser otro, pero nunca había deseado cambiarse a sí mismo”, como dijera Ende.