19.2.21

El pintor 'degenerado' que inspiró los mundos de Michael Ende

Texto: Ana Ramírez en El Confidencial
Imagen: Edgar Ende




A Michael Ende le gustaba comparar su forma de escribir con la pintura. “Trabajo en realidad como un pintor: empiezo por una esquina de la imagen, después encuentro algo… Surge un determinado color o algo que me hace continuar. Así, lentamente, se va construyendo toda la imagen”.

Para los hijos de los años 80 –y para unos cuantos más-, los universos de Ende fueron un lugar donde crecer. Una fábula que comienza en un desván, leyendo bajo una manta, y se eleva a un mundo nuevo e inmenso como el de los mitos, abarrotado de símbolos y de seres alegóricos. Atreyu y el dragón Fújur, Vetusta Morla, la tortuga Casiopea…

Si hubiera que encarnar el universo de ‘La historia interminable’ o de ‘Momo’ en un cuadro, tal y como imaginaba su autor, muchos escogerían a Giorgio de Chirico y sus figuras metafísicas. O quizá el surrealismo de Salvador Dalí. Pero si el autor de los libros juveniles más vendidos del siglo pasado tuviera que elegir, escogería las obras de su propio padre: el pintor Edgar Ende.

Michael fue el hijo único de este autor surrealista alemán, que se codeó con André Bretton y Samuel Beckett, y llegó a labrarse cierta fama en los círculos artísticos europeos. La influencia de las pinturas de Edgar Ende en las obras de su hijo fue determinante. Uno de los libros de relatos de Michael, ‘El espejo en el espejo’, está inspirado en una serie de ilustraciones creadas por su padre. Pero el nombre de Ende padre fue desterrado por el régimen nazi y cayó en el olvido.

Durante la Segunda Guerra Mundial, una ataque aéreo del ejército británico destruyó gran parte de sus cuadros en Múnich. Y, cuando las obras de Edgar empezaron a atraer el interés de galerías en Francia o Estados Unidos, el nazismo lo incluyó en su lista de artistas “degenerados” a los que prohibió pintar y exponer en la década de los años 30. Gracias a su hijo, los cuadros que sobrevivieron a aquel bombardeo ostentan ahora el reconocimiento que no tuvieron en la vida del pintor.
Un pintor “degenerado”

Edgar Ende nació en Hamburgo, con la entrada del siglo XX. Asistió a una escuela de artes y oficios en Altona, donde recibió una formación de aprendiz de pintura en cursos nocturnos. Sus padres no aceptaron su vocación artística y nunca recibió una formación académica estricta. En cambio, Ende perteneció a esa generación de artistas que creció bajo la enorme influencia del psicoanálisis, el estudio de los sueños y las teorías sobre el inconsciente.

En los primeros compases del siglo pasado, el sueño de la razón y la nada mental constituían un misterio irresistible para parte de la vanguardia científica y artística. Cualquier intervención de la mente consciente en la creación empañaría toda su verdad. Y bajo esta premisa, en la órbita de Sigmund Freud y Carl Gustav Jung, se desarrollaron las obras de Salvador Dalí, Giorgio de Chirico, René Magritte, Max Ernst o Edgar Ende.

Para el régimen nazi, los nuevos lenguajes del arte (surrealismo, dadaísmo, cubismo, expresionismo, fauvismo…) suponían un “insulto” para el espíritu alemán. Especialmente aquellos con influencias “bolcheviques y judías”. En 1937, el Museo Haus der Kunst de Múnich acogió la exposición de “Arte degenerado”, organizada por el Reich a partir de cuadros confiscados de colecciones privadas y otros museos. Se trataba de una muestra de más de 700 obras, colocadas con la intención de ridiculizarlas e instruir a la ciudadanía para reconocer la “decadencia” del arte “antialemán”: Kirchner, Nolde, Kandinski, Picasso, Feininger… Se calcula que el régimen de Hitler confiscó más de 20.000 obras, según una investigación de la Universidad Libre de Berlín. Y en la base de datos elaborada por esta institución, aparecen también las obras del padre de Michael Ende.

"Una época relativamente feliz se interrumpió de un plumazo en 1933. Todas mis opciones expositivas se arruinaron. Los marchantes de arte solo se atrevían a mostrar mis cuadros a puerta cerrada. Me quedé sin nada", contaba Edgar Ende en sus memorias. En 1935, tras una exposición de Ende en la Neue Pinakothek, un alto jerarca nazi publicó una orden con la amenaza de su entrada en prisión “si se apegaba a su estilo de pintura”.

Con la censura del régimen, Ende y su esposa se mudaron porque no podían hacer frente al alquiler. Él no podía exponer ni vender sus obras, y ella buscó un trabajo para mantener a la familia. Dos años después, el ejército alemán reclutó al pintor en la división de artillería antiaérea. “Fue el peor momento de mi vida”, contaba Ende en sus escritos autobiográficos.

Mientras se encontraba en el frente oriental de Polonia, un ataque del ejército británico bombardeó Múnich. Gran parte de su obra, la que no había sido confiscada por Hitler, se perdió entre los escombros. Michael Ende tenía 15 años. Con la caída del nazismo, el padre volvió a Alemania y llegó a presidir la Haus der Kunst en tres ocasiones. Participó en la Bienal de Venecia y, tras su muerte por un infarto en 1965, se convirtió en miembro honorario de la Academia de Bellas Artes de Múnich.
En busca del “misterio”

“Si se quieren entender bien las intenciones artísticas de mi padre, es imprescindible saber que él era profundamente religioso, si bien de un modo heterodoxo, aconfesional. La realidad de un mundo espiritual, no perceptible por los sentidos, estaba para él fuera de toda duda”, explicaba Michael Ende en sus ‘Carpeta de apuntes’. La obra de Edgar Ende, pintor “degenerado” en busca del inconsciente, está vinculada con la de los surrealistas franceses. Pero el alemán nunca estuvo del todo conforme con las aspiraciones de esa corriente.

No eran las pulsiones primitivas y automáticas, “la paranoia consciente” que bautizó Dalí, lo que interesaba a Edgar Ende, sino ese mundo espiritual. Para idear sus imágenes y poblarlas de figuras estáticas y metafísicas, el pintor entraba en trance. “Su frase era: ‘Voy a hacer bocetos’. -contaba su hijo-. Eso significaba, para mi madre y para mí, que mi padre deseaba que no le molestaran bajo ningún concepto. Se encerraba en su taller, por lo general lo dejaba incluso completamente a oscuras, se echaba en el sofá y se concentraba”.

“Según me explicó él una vez, la dificultad de esa concentración no consistía en concentrarse en un determinado pensamiento, en una idea determinada, sino en no concentrarse en nada. Había que olvidar toda intención, reducir al silencio todo pensamiento, hacer desaparecer toda idea. Entonces, con una conciencia totalmente vacía, pero en una especie de creciente estado de vigilia, esperaba. Este era, según me explicó, el momento más difícil, pues al menor descuido, al menor relajamiento de la 'presencia de espíritu', irrumpía de nuevo en la quietud la conciencia normal del estado de vigilia, con su torbellino de pensamientos y palabras”.

Según su hijo, Ende vaciaba la mente para encontrar sus imágenes. Y, en el momento en el que la razón intervenía, las imágenes se esfumaban. El pintor no debe manipular los paisajes revelados con su imaginación, porque así solo alteraría la pureza de ese estado “pre-lógico” y anterior al pensamiento. El momento más sufrido para Edgar Ende, contaba Michael, era el de encontrar un título para la obra. “Ante ese problema, mi padre estaba muchas veces perplejo y casi desesperado. Llamaba en su ayuda a la familia y a los amigos. Tenía que ser un título que inspirase al observador sin fijarle en ninguna dirección”.

En 1984, Ende hijo publicó ‘El espejo en el espejo’, una serie de relatos dedicados a su padre e inspirados en sus obras. En uno de los cuentos, reinterpreta el mito de Dédalo e Ícaro, padre e hijo encerrados en el laberinto del rey Minos. “El hijo se había soñado alas bajo la experta dirección de su padre y maestro. Durante muchos años las había creado, pluma por pluma, músculo por músculo y huesecillo por huesecillo en largas horas de trabajo, de sueño, hasta que tomaron forma”.

“Las había dejado crecer de sus omóplatos en la posición correcta (era especialmente difícil percibir con toda exactitud la propia espalda en sueños), y había aprendido poco a poco a moverlas adecuadamente. Había sido una dura prueba para su paciencia seguir practicando, hasta que tras interminables y vanos intentos fue por primera vez capaz de elevarse al aire por unos instantes”. El proceso creativo del padre condicionó la obra del hijo, al que enseñó a elevarse hacia otros mundos. Y quizá en sus dos novelas más conocidas, 'La historia interminable' y 'Momo', Michael Ende se inspiró en las pinturas del artista "degenerado" y olvidado en vida. Para imaginar ese universo infinito, estático y onírico en el que muchos niños se han sumergido. Más allá de la razón infantil… o antes de ella. 


16.2.21

Momo fue escrito como un libro que amenaza el sistema

Texto: Dominik Erhard y Alexander Markus Oberleitner en Philosophie Magazin
Imagen: xetobyte



Michael Ende es conocido por millones de personas como autor de libros juveniles. En su reciente monografía Michael Ende's Philosophie im Spiegel von Momo und Die Unendliche, Alexander Oberleitner explora las dimensiones filosóficas del trabajo de Ende y explica por qué su influencia no termina en la puerta de la habitación de los niños.



Sr. Oberleitner, ¿qué hace que el trabajo de Ende sea filosóficamente interesante?
Por supuesto que, puedo entender la clasificación de Michael Ende como autor de libros para niños y jóvenes, pero no la comparto. Si echa un vistazo más de cerca a La historia interminable o Momo, sin mencionar sus obras menos conocidas como El espejo en el espejo, notará que las historias de Ende tienen una carga filosófica considerable.



¿En qué manera?
Los libros de Ende plantean la cuestión de qué nos define como humanos. Y su respuesta a esto, está en varias formulaciones: el hombre tiene la capacidad de ser creativamente activo en un sentido amplio. En consecuencia, le interesa qué nos permite utilizar esta capacidad o qué puede impedirnos hacerlo. A diferencia, por ejemplo, de J.R.R. Tolkien, un autor al que también aprecio mucho y que cuenta una historia abrumadora con El señor de los anillos, por ejemplo, utilizando grandes emociones y lenguaje visual, los libros de Ende son más procesos de pensamiento a los que invita activamente a sus lectores a participar.



¿Darías un ejemplo de esto?
La historia interminable. Es un libro que ocurre en sí mismo y, por lo tanto, se muestra como una obra de arte. Recordemos brevemente que la novela trata sobre un niño llamado Bastián Baltasar Bux que roba un libro, La historia interminable, de una tienda, lo lee y se da cuenta de que él mismo es parte de esta historia. Así que tiene la aventurera tarea de salvar el reino de Fantasia que está pronta a desaparecer. En tanto que Bastián como lector se mete en del libro mismo y pasa a formar parte de él, Ende crea el lector prototípico con este personaje. Todos somos Bastián cuando leemos La historia interminable. Es igualmente fascinante que Fantasia no sea solo un mundo de ficción limitado como la Tierra Media, sino una metáfora de todos los mundos de fantasía. Esto también deja en claro el rasgo socialmente crítico de Ende, ya que denuncia el mundo en el que escribe su libro como hostil a la fantasía.

Dado que Fantasia representa todos los mundos imaginados y éstos se ven amenazados con la desaparición, surge naturalmente la pregunta de en qué consiste este peligro desde el punto de vista de Ende. Eso nos lleva al núcleo de su pensamiento filosófico. En qué consistía, desde su punto de vista, este peligro para la imaginación, se puede afirmar claramente: en el capitalismo. Ende fue un crítico vehemente de este sistema porque, en su opinión, amenaza la creatividad humana, es decir, lo que nos hace humanos en primer lugar, al dirigir toda la atención del mundo interior al mundo exterior y tratar de diversificar todas las áreas de la vida.

Esta idea también juega un papel destacado en otro libro de Ende: Momo. Y esta superposición temática entre La historia interminable y Momo no es de ninguna manera accidental, ya que La historia interminable surgió de un fragmento de la novela titulada Der Niemandsgarten y planeada como una secuela de Momo.



¿De qué se trataba este fragmento?
La historia de Der Niemandsgarten es, hay que decirlo, la negación total del final feliz de Momo. El libro tiene un final clásico de cuento de hadas, el conflicto básico no se resuelve, pero el telón cae de todos modos. Porque el problema de ahorrar tiempo no está resuelto. La gente no ve que la caja de ahorros de tiempo es una gran estafa. En Momo, los hombres grises son burlados por la autoridad metafísica del maestro Hora, pero en Der Niemandsgarten, por otro lado, los hombres grises han tomado el control total y han sometido a todos en un régimen de tiempo racionado. Solo la niña Sophie ha conservado una chispa de su poder creativo al huir a una forma preliminar de fantasía llamada Tierra de Nadie.



¿Y qué detuvo finalmente a Ende de continuar Der Niemandsgarten?
Se dio cuenta de que no hay salvación para un mundo que de facto se ha deshumanizado por completo y que, por lo tanto, no es una buena historia. Para La historia interminable, inicia de forma diferente y no se centra en la extinción del poder creativo, sino en su amenaza. En pocas palabras, se podría decir que tanto La historia interminable como Momo tratan sobre la amenaza a lo creativo por parte del capitalismo, con La historia interminable enfatizando lo creativo y en Momo la amenaza.



El político y filósofo Erhard Eppler describió una vez a Momo como "peligroso para el sistema". ¿Entonces es verdad?
Si, cien por ciento. Momo fue escrito como un libro que amenaza el sistema; incluso diría que cualquiera que no vea a Momo de una forma u otra como una crítica del capitalismo, simplemente no ha entendido el libro. Sobre todo, en su recepción en Japón queda claro que el proyecto de Ende fue un éxito. Antes de que se publicara la traducción, prácticamente no existía ningún discurso crítico del capitalismo, sobre todo porque el marxismo se percibía casi exclusivamente como un espectro, eso cambió después de la publicación de Momo en Japón, difícilmente se puede sobrestimar el efecto de la crítica de Ende al capitalismo. Además, Ende fue uno de los pocos autores que vio y enfatizó la amalgama de capitalismo y cuantificación con mucha claridad. En resumen, la idea es que, un sistema cuyo propósito final es aumentar el capital, tiene que estandarizar las cosas y dividirlas en unidades contables para poder utilizarlas de manera rentable. Los hombres grises de Momo no hacen otra cosa: dividen la vida en segundos contables para poder manejarlos como objetos empíricos.



¿Ende rechazó entonces totalmente el pensamiento cuantitativo y científico?
No, simplemente se oponía a la omnipotencia de la cuantificación, tal como la encontró en su forma más destructiva en el capitalismo. Al contrario de otras voces, yo no llamaría a Ende un antirracionalista, sino que usaría la palabra místico. Pero solo en el sentido en que el filósofo danés Søren Kierkegaard lo era.



¿Cómo era Kierkegaard un místico?
No en el sentido clásico, porque por definición, el misticismo es un área que escapa al pensamiento racional, es un terreno difícil para la filosofía. Sin embargo, en la medida en que llevó su pensamiento a cierto punto y luego dijo: bueno, de aquí en adelante ya no podemos pensar, ahora se requiere un salto de fe. Ende es muy similar, en el sentido de que Momo solo puede vencer a los hombres grises a través del poder de la armonía eterna y Bastián tiene que descubrir que solo puede salvar Fantasia si aprende a amar.

 
 
El hecho de que la obra filosófica de Kierkegaard fuera una de las palabras clave más importantes para Ende también se puede ver en citas casi directas en sus obras, ¿verdad?
En La historia interminable, usa la frase "Siempre es sólo un momento", que es prácticamente una cita directa del concepto de temor de Kierkegaard. Allí dice que "la eternidad es el momento, la verdadera repetición es la eternidad”.

También en La historia interminable, Ende retoma la idea de Nietzsche del eterno retorno. Para Nietzsche, esto significa que cada momento se repite indefinidamente. Aquellos que pueden aceptar esto, según Nietzsche, llevan una vida plena. Ende, por otro lado, se vuelve estrictamente contra este punto de vista cuando Bastián en el capítulo central de su novela repite lo vivido una y otra vez en La historia interminable hasta que se da cuenta de lo absurdo y sin sentido de este círculo. Dice literalmente: “Entraremos en el círculo del Eterno Retorno. Eso significa el final” Esto muestra que, para Ende la idea de un eterno retorno no podía ganar nada, no era de ninguna manera satisfactoria, sino más bien infernal.

Aquí también está comprometido con la concepción del tiempo de Kierkegaard, como la realización en un momento de la confluencia de todos los tiempos. Un evento, por otro lado, que haría imposible para los hombres grises pudieran dividir este momento en porciones de tiempo más pequeñas y calculables para utilizarlas.



En conclusión, ¿dirías que deberíamos terminar leyendo a Ende como pensador en la liga de Kierkegaard y Nietzsche?
Sería un error retratar a Ende como un gran filósofo. Ciertamente su obra literaria es fuertemente filosófica, pero su fuerza no radica en un pensamiento puramente abstracto, sino más bien en el hecho de que su literatura estimula el pensamiento. Esto se puede ver muy tangible en el efecto que tiene Momo para la crítica japonesa del capitalismo que también está de acuerdo con la visión del hombre de Ende, según la cual cada uno puede contribuir creativamente de manera específica para hacer el mundo más armonioso. Para él, no existe una diferencia cualitativa significativa entre un novelista y un panadero, ambos aportan cosas nuevas al mundo al crearlo a través del poder de su imaginación y sus manos. La única diferencia es que el novelista suele ser más reflexivo, es decir, piensa en su trabajo mientras lo hace. Sin embargo, eso no lo hace mejor ni peor que el panadero. El proceso de creación es esencialmente el mismo.

1.2.21

La historia interminable. Una reconciliación personal.

Texto: José Manuel Rodríguez Canales en Cuadernos Literarios
Imagen: Sebastian Meschenmoser


La celebración del centenario del nacimiento de Hans Christian Andersen es ocasión para reflexionar sobre la literatura infantil y juvenil. En primer lugar, surge el cuestionamiento sobre las clasificaciones de este tipo. ¿Por qué es juvenil Sandokan o Verne? ¿Por qué es juvenil La historia interminable? ¿Por qué no es juvenil Cien años de soledad. ¿Por qué no es juvenil La ciudad y los perros o los cuentos de Ribeyro? Las clasificaciones traen siempre el peligro de reducir o de etiquetar. En concreto sobre esta etiqueta de «juvenil e infantil» se cierne la sombra de pensar que es literatura de menor calidad, no adulta, menos profunda, «pedagógica>> dirán algunos, menos artística, menos <<literaria>>. Si de eso se trata, es falso que exista una literatura juvenil e infantil. Si se trata de textos de más fácil lectura, podría considerarse; pero la fácil lectura no es fácil de producir. A veces hay mucho más ingenio en un texto simple que en uno complejo. Estos cuestionamientos posiblemente no tendrían fin como La historia interminable del escritor alemán Michael Ende, etiquetado, también, por la crítica como juvenil. 


Michael Ende nació el 12 de noviembre de 1929 en Garmisch-Partenkirchen. Único hijo del pintor surrealista Edgar Ende, desde pequeño convivió con la bohemia de Schwabing, entre pintores, escritores y escultores. En 1940 entra al Instituto Humanístico, donde estudia cinco años hasta que toma la resolución de ser actor. Durante la segunda guerra mundial participó como mensajero de una organización clandestina anti nazi. Tras la guerra, un amigo lo acerca a una comunidad cristiana fundada por el pensador Rudolf Steiner. Allí tuvo los primeros contactos con la filosofía. Ingresó en la escuela de teatro, y permaneció en ella entre 1947 y1950, sin tener ningún éxito. Escribió guiones para cabaret y fue director del «Teatro del Pueblo» en Münich. 


Más tarde fue crítico de películas para el Bavarian Broadcasting Company. Su primera novela Jim Knopf und Lukas der Lokomotivführer fue publicada en 1960 y tuvo un gran éxito. En Estados Unidos se tituló Jim Button. En Roma escribe Momo, para muchos el texto más interesante de su trayectoria como escritor, que cosecha el Premio al Libro Juvenil Alemán en 1974. Con La historia interminable, salta a la fama y marca una pauta en la historia de la literatura infantil y juvenil, y supone una renovación del género y una reivindicación del lugar que ocupan los libros para niños. En 1985, debido a la muerte de su esposa, regresa a Alemania y se casa con quien fuera su traductora al japonés. Falleció el 28 de agosto de 1995. 


El estilo de Ende es muy limpio y claro. Resalta lo coloquial. Suele dirigirse al lector con total naturalidad y confianza según la antigua tradición de los cuentos clásicos. Pero su pensamiento, aunque expresado plásticamente, es sumamente complejo y profundo. La historia interminable sintetiza el pensamiento de Ende y lo centra sobre un asunto bastante recurrente en su obra: la reconciliación personal. La historia interminable es una suerte de gran construcción barroca, de laberinto por el que el personaje principal, un niño gordo, algo tonto y soñador llamado Bastián Baltasar Bux, va viajando hasta encontrar la imagen de sí mismo. La historia es una historia sobre una historia: La historia interminable. Ende juega con el lector el mismo juego que hace jugar a Bastián: de leer pasa a vivir la historia, por eso no termina y se va abriendo como una flor o un árbol cuyas ramas son innumerables y ya no se ven desde el tronco. 


La arquitectura de la historia es en realidad clásica y recoge alusiones innumerables a la gran cultura humanística europea que, aunque en varios pasajes se armonizan con referencias a religiones orientales, forman con ellas un mosaico de signo inequívocamente cristiano. Se puede afirmar que Ende sigue el camino tradicional de recoger de todas partes la sabiduría para comprenderla en su plenitud a la luz de la Sabiduría. 


Como el barroco, la obra es en realidad simple y esquemática, aunque encierra una infinidad de detalles, personajes y alusiones a diversas realidades morales y religiosas. En síntesis, La historia interminable se inserta en la tradición de los viajes de aventuras y del recorrido interior. 'Se puede emparentar tanto' con Tolkien como con Lewis Carroll. Del primero tiene la noción del portador de un tesoro: al igual que Frodo porta el anillo en El señor de los anillos, Atreyu lleva a Auryn; del segundo, el viaje interior y fantástico: así como Alicia entra en un mundo surrealista, Bastián entra en Fantasia. 


Se puede también, sin dificultad, entrever la presencia de la Divina Comedia de Alighieri y sus tres grandes estructuras: el infierno, el purgatorio, el cielo. Este punto en especial sería materia de un estudio muy enriquecedor. El recorrido de Bastián se puede también emparentar con el del mismo Dante, en el comienzo de la Comedia: «in mezzo del cammin di nostra vita mi ritrovai in una selva oscura ché la diritta via era smarrita». Así como el recorrido de la mano de Virgilio se inicia con la constatación de una vida torcida y sin sentido, en La historia interminable todo se inicia con el reconocimiento de la nulidad personal de Bastián Baltasar Bux. Todo comienza en la librería de Karl Konrad Koreander, el viejo gruñón a quien Bastián le roba el libro. Una librería que parece ser para Ende el refugio ideal para los tímidos, los contemplativos, los que no entienden cómo desenvolverse en un mundo que parece serles de entrada hostil. Se inicia la presentación de la historia y el gran problema. La nada se está enseñoreando de Fantasia. 


Se describe a la Emperatriz Infantil que está enferma y es como el corazón de Fantasia. Ello recuerda a Bastián a su madre muerta. De la historia salta a la realidad en la que se describe la profunda tristeza de este niño. Su padre ya no le hablaba, estaba como ausente, perdido también en la nada. La forma simbólica de presentar el gran problema de la novela que, según creo, es el encuentro con uno mismo, es de una belleza sobrecogedora. Ende comprende y ama la niñez. Y la tristeza y soledad de Bastián, la nada simbólica, la ausencia de fantasía en una realidad escolar y familiar dura e inmisericorde son el punto de partida para la aventura. La única solución es enviar a alguien con el Auryn, la alhaja de poderes especiales de la emperatriz infantil para encontrar la solución a la enfermedad y a la presencia de la nada. 


La única solución comienza, en la realidad, cuando uno entra en sí mismo. El héroe elegido es Atreyu, un niño cuyo nombre significa 'el hijo de todos'. El uso de un nombre adámico no pasa desapercibido. Así como Adán es el padre de todos, Atreyu es el hijo de todos. ¿Una alusión bíblica? No sería raro dada la tradición cristiana en la que vive y respira nuestro autor. Es el hijo de todos el que trae la salvación a Fantasia y la salvación del mismo Bastián en la realidad. Atreyu debe atravesar el Pantano de la Tristeza en busca de la vetusta Morla, una sabia tortuga que le dirá lo que necesita la Emperatriz Infantil. 


En cuanto al Pantano de la Tristeza sería muy interesante analizar el simbolismo a la luz de la tradición espiritual que habla de la acidia. Ártax, el caballo de Atreyu se hace más pesado por la tristeza y finalmente se hunde y muere. En Ende, tristeza, mediocridad, prisa y amargura son los componentes fundamentales de lo inhumano. En su obra Momo, sobre el tiempo, los hombres grises parecen sintetizar estas ideas. Se trata de parásitos que roban el tiempo, seres insustanciales que viven solamente de la necedad de los hombres. Lo que Morla le revela a Atreyu es que la princesa infantil necesita un nombre nuevo. Otro tema fuerte en la novela, lleno de múltiples alusiones. El nombre salvará a Fantasia. Salta a la vista la presencia de una tradición bíblica fundamental: la teología del nombre. El nombre es identidad, invocación, no mera idea. Y es justamente el ponerle nombre a la emperatriz de Fantasia la primera invitación a Bastián para que entre en la historia. Solamente un humano real puede hacerlo. 


El resto es un recorrido por diversos parajes en los que viven personajes disímiles, misteriosos, simpáticos, tristes o agresivos. Pero no tenemos tiempo ni espacio para comentar cada personaje, lugar y símbolo que aparecen en La historia interminable. Sería como describir un altar barroco cuando en realidad nada suple el tener que mirarlo. Por lo demás sería una traición al mismo lector para quien Ende trabajó con tanto ahínco. Me limitaré a extraer algunas ideas fundamentales a la luz de personajes y lugares que me impresionaron especialmente. Los personajes se dividen básicamente en buenos y malos, y tanto en la bondad y la maldad aparecen matices de intensidad y características diversas que representan actitudes humanas, vicios y virtudes. Atreyu y Bastián son los héroes, es decir, los que emprenden la aventura, por lo tanto, encarnarán la ambigüedad humana y su necesidad profunda de una pedagogía que los lleve a la reconciliación personal. Al final no pasa desapercibido que son prácticamente la misma persona. 


Del lado del bien está también Fújur, el dragón blanco de la suerte. Aparece de modo totalmente gratuito guiando y ayudando a Atreyu en el viaje hacia el nombre. Con él, Atreyu atraviesa la puerta del enigma, alusión al misterio en la que ve al mismo Bastián leyendo el libro. El dragón vuela y es totalmente fiel, como la gracia. Como él, los demás personajes bondadosos o sabios de la obra constituyen un todo unitario con diversas expresiones: la Emperatriz Infantil, símbolo de pureza e infancia; Morla, alusión a la vejez y la experiencia; Uyulala, la voz, alusión a la palabra que resuena en el corazón, la intuición, el misterio; el Auryn, el símbolo que da la fuerza. 


De lado del mal aparece en primer lugar la nada. Se trata de la disolución de la creatividad, de la libertad de crear, de la posibilidad de correr el riesgo de vivir el misterio de ser persona y tener la capacidad de asombrarse con serlo. La nada también cobra expresiones diversas como Gmork, la criatura de la oscuridad que toma forma de hombre lobo, alusión demoníaca que resalta el tema de devorar, del hambre que señalara tan brillantemente Lewis en su Cartas de Escrutopo. También está Ygrámul, el múltiple, otro signo satánico de falta de unidad, de profunda y ruidosa división interna, por eso es una criatura hecha de una infinidad de insectos. Cabe mencionar también a la gentuza que son los condenados consumidos por la locura y la nada que convierte la fantasía en mentiras y niega al mundo real la posibilidad de la humanidad. En el elenco de personajes malos están también los «schlabuffos» que han surgido de la frivolidad y autosuficiencia del mismo Bastián. Y para terminar este incompleto elenco, es necesario mencionar a los reyes que nunca fueron, personajes que hacen cosas absurdas, pura demencia que recuerda los viejos tratados cristianos sobre el infierno. 


Y al hablar de la nada, el horror principal, Ende, como los grandes escritores recoge de su situación concreta la opresión nazi que sufrió), la enseñanza universal: «el horror pierde su espanto cuando se repite mucho». En este sentido es sumamente sugerente la relación entre la muerte de Fantasia y las mentiras. Mientras que una fantasía puede ser una fecunda expresión de la verdad, la mentira es un discurso dirigido a manipular, a convertir a los demás en insumo de alguna finalidad egoísta. 


Por esta razón la segunda parte se inicia con la máxima que reza: «Haz lo que quieras», afirmación de una libertad que Bastián tiene que ir aprendiendo y que no se reduce al mero «hacer lo que me venga en gana». En realidad, hacer lo que uno quiere es sumamente difícil porque no es raro que uno no sepa realmente qué es lo que quiere. Gracias al nombre, Bastián se interna en Fantasia. Es la segunda parte del libro la más interesante y que le da sentido a la primera. Bastián tendrá que aprender a gobernarse para saber quién es. 


Se trata de un camino ascético de autoconocimiento en el que siempre se corre el riesgo de no enfrentar y fugar. Bastián es convencido por una hechicera que recuerda a Circe, el personaje de la Odisea. Esta hechicera adula a Bastián y logra convencerlo de que sus enemigos son Atreyu y Fújur y su influencia solo termina cuando nuestro héroe cae y se encuentra solo en medio de un paraje hostil. Hacia el final, después de que las falsas expectativas fundadas en sus miedos y complejos se han derrumbado, después de haber perdido incluso el nombre, lo único que le queda es una débil imagen de sí mismo. Imagen que solamente recuperará con mucho dolor y humillación, pero que lo hará muy fuerte y capaz de enfrentar el mundo partiendo del autoconocimiento, la auto aceptación y el autodominio. Hasta aquí se ha esbozado rápidamente algunos aspectos de La historia interminable. Termino diciendo que si esta reseña sirve para que lean a Ende y descubran alguna necesidad interior que los impulse a la búsqueda de sí mismos y a la compasión, habrá de sobra cumplido su cometido.


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