20.9.18

La presencia del rito y su importancia en La historia interminable.

Texto: Ausencia y presencia del rito iniciático en La historia interminable: Una lectura sobre la función de la ausencia y presencia del rito en la novela y en las sociedades occidentales de fin de siglo XX por Alfredo Martín Torrada
Imagen: Wuselarts



Presentación del tema y relevancia.
En 1988, a través de su libro La causa de los adolescentes, Françoise Dolto planteaba, como una de las problemáticas más emblemáticas de la juventud de la sociedad moderna, los efectos negativos de la ausencia de ritos de iniciación, encargados de marcar y legitimizar el momento del traspaso de la etapa de la juventud a la adultez.

Distintas reactualizaciones de esas problemáticas pueden ser encontradas en diferentes trabajos, como el de José Sánchez Parga -El oficio del antropólogo: crítica de la razón (inter) cultural (2005)-, el de Rosana Reguillo Cruz -Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto (2000)-, o en los artículos de Cecilia Balladini y Norma Fernández -“Ritos de pasaje y de iniciación como búsqueda identitaria juvenil” (2012) y “La previa: ritual tribal de la cultura actual” (2013), respectivamente- por mencionar sólo algunos, de entre tantos.

La vigencia de las consecuencias de la ausencia de los ritos de iniciación, en la juventud moderna, también se hace tangible en el estudio de Sergio Muñoz Chacón, “En busca del Pater Familias: Construcción de identidad masculina y paternidad en adolescentes y jóvenes” (2001). En el cual el autor analiza las formas en la que los varones jóvenes enfrentan el desafío de dejar de ser niños, para convertirse en jóvenes que aspiran a la adultez.

La reflexión propuesta por Dolto, acerca de los modos en los que la ausencia de los ritos de pasaje (o de iniciación) afectan y condicionan la existencia de los (y las) jóvenes, sigue justificando su relevancia a partir de dos cuestiones que Muñoz Chacón destaca (en el artículo de su autoría ya señalado), vinculadas a dos temas de imperiosa actualidad: la violencia de género y la marginación social.

Al respecto del primero, lo que el autor describirá, será cómo los hombres, en el momento en que comienzan a despegarse de la niñez, comienzan a experimentar un impulso social que los lleva a alejarse, y a actuar en contra, de aquellas identidades que se entienden como contrarias al concepto clásico de la masculinidad.

Apoyándose en una cita de José Olavarría,[1] Muñoz Chacón afirma:
Para los hombres, la adolescencia y juventud es el momento cuando tienen que demostrar que ya no son niños y se ven obligados a manifestar una clara diferenciación con las antítesis por excelencia de la masculinidad tradicional: la mujer y el homosexual. En este sentido, “(es la) etapa de las pruebas, de los ritos de iniciación que permiten a un varón “ser hombre”. Aquello que ha sido caracterizado como “de la naturaleza de los hombres”, de su corporeidad, sería internalizado por los adolescentes/jóvenes como “lo masculino”. En esta etapa se fortalecería la homofobia, el sexismo y el heterosexismo y se harían demostraciones de ello ejerciendo violencia sobre aquellos/as que “la naturaleza” ha resuelto que son inferiores, débiles, pasivos, afeminados. Es el momento de demostrar que los varones son “verdaderamente hombres” (Olavarría, 1999 b). (Muñoz Chacón, 2001: 245).
Ante la falta de ritos de iniciación que legitimasen el fin de esa etapa (el de la adolescencia y la juventud) para iniciar la de la vida adulta, lo que termina extendiéndose es ese periodo de transición en el que el sujeto masculino «fortalecería la homofobia, el sexismo y el heterosexismo y se harían demostraciones de ello ejerciendo violencia sobre aquellos/as que ´la naturaleza´ ha resuelto que son inferiores, débiles, pasivos afeminados» (Muñoz Chacón, Ibídem).

En cuanto al segundo, la cuestión de la marginación social, lo que le interesa destacar a Muñoz Chacón es la imposibilidad de sectores marginados (o de menores recursos) de constituirse como sujetos de valor dentro de una comunidad en la que el rito de pasaje al mundo de la adultez ha quedado reducido a la conclusión de los estudios universitarios, a los que no toda la población tiene las mismas facilidades de acceso (y, especialmente, de finalización):
En las sociedades modernas dichos ritos han perdido su sentido, o por lo menos su ejecución formal, mediante ceremonias públicas ha desaparecido o quedado reducida a grupos específicos económicos o sociales, siendo que el pasaje de la niñez o juventud a la edad adulta se vuelve más problemático porque no hay muchas evidencias que puedan sancionarlo. (...)

De esta forma al señalar un autor que “... si buscamos un equivalente del rito de pasaje adolescente en nuestra sociedad podemos ver que, en el presente, los desafíos esforzados que se designan para servir como demostración decisiva en los roles prestigiosos de nuestra sociedad, probablemente no sean tanto el vigor físico como la propia independencia personal y la capacidad para pensar y trabajar. Los proyectos académicos, las disertaciones y tesis se acercan más a esta descripción” (Larson, citado en Krauskopf, Ob.cit), expresa la situación de un sector que considera el período de juventud a partir de un largo proceso educativo dirigido a la formación profesional que, se inicia en la primaria y finaliza en la educación universitaria. Lo intelectual es sobredimensionado y aspectos biológicos, físicos y emocionales fundamentales para el adolescente son pasados por alto. Sin mencionar que dichas aspiraciones sólo pueden ser compartidas por un número reducido de individuo. (Muñoz Chacón, 2001: 248-249).
Lo que se genera para el autor, a través de este vacío al que quedan sometidos jóvenes y adolescentes, a partir de la ausencia de ritos u operaciones que convaliden y sentencien su ingreso al mundo adulto, es una violencia que deja de estar orientada al sexo opuesto y a aquellas configuraciones identitarias que puedan ser consideradas como contrarias a lo masculino, para dar lugar a una violencia destinada, incluso, contra ellos mismos.
...una forma de mostrar el paso de la niñez a la juventud es mediante comportamientos de riesgo como fumar, beber, conducir autos, usar drogas, sexualidad promiscua, etc. (Muñoz Chacón, 2001: 249).
En La historia interminable, novela sobre la cual girará este trabajo, la fábula comienza con el personaje de Bastian escapando de la violencia que sus propios compañeros de clases ejercen contra él. Quien, víctima de la cobardía, ejecuta, como única respuesta posible, una carrera que le permite escapar del enfrentamiento, y que lo llevar a ocultarse en la librería de la cual toma el libro que se convertirá en su propio rito de iniciación. Permitiéndole, al final de su lectura, la apropiación de la identidad y del coraje.

La presencia del rito y su importancia en La historia interminable.
En la presentación del personaje de Bastian, de La historia interminable, se encuentran todos aquellos rasgos que Dolto, a causa de la pérdida de la tradición de los ritos iniciáticos, encuentra en los jóvenes de las sociedades occidentales modernas.

El personaje de Bastian es presentado como un niño aislado del mundo, temeroso, rodeado de una inmensa soledad, al cual le resulta imposible hacer uso de sus propias fuerzas, o plantarse ante la sociedad como alguien de valor.

La muerte de la madre de Bastian, y la depresión a la que tal acontecimiento lleva al padre, dejan al personaje en una completa soledad: “Después, todo había cambiado entre su padre y Bastian. (…). Antes, había jugado de buena gana con él. A veces, hasta le había contado o leído historias. Pero todo aquello había terminado. Ya no podía hablar con su padre. Alrededor de este había como una pared invisible que nadie podía atravesar. (Ende, 1993: 36).

Posteriormente a que Bastian no regrese a su casa, y luego de que hayan transcurrido varias horas, es el propio discurso el que pone en duda la preocupación de su padre por él, al presentar esa preocupación en forma de interrogante: “Si es que lo había notado, su padre debía de haber notado ahora, como muy tarde, que Bastian no había vuelto a casa. ¿Se estaría preocupando? Quizá saldría a buscarlo. Quizá habría avisado ya a la policía. Quizá transmitirían avisos por radio” (Ende, 1993: 94).

Esta soledad es, además, enunciada de manera explícita en otro pasaje de la novela: “Nadie podía comprender mejor que Bastian lo que eso significaba. Aunque su padre viviera aún. Y aunque Atreyu no tuviera padre ni madre. Sin embargo, Atreyu había sido educado por todos los hombres y mujeres juntos y era el ´el hijo de todos´, mientras que él, Bastián, en el fondo no tenía a nadie… Era un ´un hijo de nadie´. (Ende, 1993: 45).

La ausencia de una concepción valorativa del personaje de Bastian sobre sí mismo, por otro lado, (otro de los rasgos que Dolto señala en los adolescentes como consecuencia de la ausencia de ritos de iniciación) puede observarse en la descripción, basada en el temor, que desde el discurso se hace sobre él: “De todas formas, le daba miedo el colegio, escenario de sus fracasos diarios; le daban miedo los profesores, que le reñían amablemente o descargaban sobre él sus iras; miedo los otros niños, que se reían de él y perdían oportunidad de demostrarle lo torpe y lo débil que era” (Ende, 1993:14).

Ante todos y cada uno de estos escenarios (y ante los compañeros que lo persiguen, ante el padre que puede sentir vergüenza de él –“No, lo único que podía hacer era marcharse; a cualquier parte, muy lejos. Su padre no debía saber nunca que su hijo se había vuelto ladrón” (Ende, 1993: 14)) los únicos recursos que posee el personaje de Bastian son el de huir y el de esconderse.

El personaje que luego funcionará como su alter ego (su doble) y que posee algunos rasgos similares a Bastian (la edad, la ausencia de un entorno familiar que lo contenga, la situación excepcional en el que la historia lo ubica) es investido, por el contrario, con todos los rasgos opuestos. Y el elemento principal que posibilita esas distinciones es la existencia, dentro del mundo de ese otro personaje, Atreyu, de un rito iniciático, que concede al sujeto la posibilidad de constituirse (a través de la prueba) en un ser de valor dentro de la sociedad.

El rito de iniciación, de hecho, es el medio por el cual es presentada la figura de Atreyu, cuando el médico Cairón llega a pueblo preguntando por él:
-¿Dónde están los cazadores y cazadoras? –resopló, quitándose el sombrero y secándose la frente.
Una mujer de pelo blanco, con un bebé en los brazos, respondió:
-Todos han ido de caza. No volverán hasta dentro de tres o cuatro días.
-¿Está Atreyu con ellos? –preguntó el centauro.
-Sí, extranjero, pero, ¿de qué lo conoces?
(Ende, 1993: 41)
La descripción que se hace en el discurso de los jóvenes “pieles verdes”, tribu a la que pertenece Atreyu y que mantiene con vida el rito de iniciación, se encuentra repleta de rasgos de valoración positiva: “Llevaban una vida sumamente sobria, severa y dura, y sus hijos, tanto los chicos como las chicas, eran educados en el valor, la nobleza y el orgullo. Tenían que aprender a soportar el calor, el frío y las privaciones y poner a prueba su arrojo.” (Ende, 1993: 40).

En la tribu en la que se desarrolla Atreyu, entonces, a diferencia de lo que ocurre en las sociedades modernas contemporáneas (a la cual pertenece Bastian), existe un aprendizaje al que son sometidos los y las jóvenes del pueblo, por medio del cual van adquiriendo los valores que luego deberán legitimizar a través del rito de iniciación al que son sometidos.

El impedimento, necesario para la estructura del relato, del cumplimiento de Atreyu con el rito, le impide dar prueba de su valor como individuo dentro del grupo social (recordemos que a través de ese rito se realizará como cazador y por tanto como persona autosuficiente que ya no depende de los otros para conseguir el alimento para vivir) y eso justifica su enojo dentro relato:
-¿Qué quieres de mí, extranjero? –preguntó- ¿por qué has venido a mi tienda? ¿Y por que me has privado de mi caza? Si hubiera matado hoy al gran búfalo –y mi flecha estaba ya en la cuerda cuando me llamaron- mañana sería un cazador. Ahora tendré que esperar un año entero. ¿Por qué?
(Ende, 1993: 43)
La situación familiar de Atreyu, descontextualizada socialmente, es aún peor que la de Bastian. Este último ha perdido a su madre, pero la ha tenido. Tiene un padre ausente, pero quizás recuperable. Atreyu, en cambio, no tiene padre ni madre. Y sin embargo se encuentra, frente al mundo, repleto de herramientas con las cuales afrontar las adversidades[2].

La diferencia fundamental, entre las virtudes de uno y las carencias del otro, radica, sobre todo, en ese conjunto de “hombres y mujeres” por los que “Atreyu había sido educado”. Hombres y mujeres conocedores y conocedoras del valor del rito iniciático, que ofrece a los jóvenes de la tribu la oportunidad de demostrar (ante el mundo y ante sí mismos) el valor de sus propias capacidades; y la oportunidad de ser reconocidas por ellas.

Es la existencia, dentro del mundo de Atreyu (y la ausencia en el mundo de Bastian) del acompañamiento de “una sociedad que les permiten animarse a correr un riesgo, dado que se les espera del otro lado del río” (Dolto, 1990: 28).

La necesidad de interrupción del rito de iniciación en Atreyu para posibilitar su identificación con Bastian y la configuración del tema del doble.
El momento en el que el médico Cairón llega a la Tribu de los Pieles Verdes, en busca del héroe Atreyu coincide con el momento preciso en el que joven héroe está a punto de llevar a cabo el rito de iniciación, a través del cual se convertirá en cazador y, por tanto, será considerado uno más dentro de la población de la tribu.

La interrupción de ese rito se vuelve fundamental en la trama de la novela, ya que es esa interrupción la que permite ubicar a Atreyu y a Bastian de un mismo lado del mundo. El de los jóvenes.

Al no haberse convertido en cazador, el personaje de Atreyu sigue estando desprovisto de tanta legitimidad como está desprovisto Bastian, quien de esta manera encuentra en Atreyu un par. Uno que es capaz de hacer todo lo que él anhela.

El paso de la adultez de Atreyu al mundo adulto, al mundo de los cazadores, en cambio, hubiera alejado al personaje de la capacidad de representar la figura en la que se siente atrapado Bastian: la de un niño al que se le ha quitado (ante la ausencia del rito en las sociedades modernas) la posibilidad (tal como se le ha quitado a Atreyu por medio de la interrupción de su caza) de ser reconocido como adulto. De ser reconocido como un ser capaz de ser autónomo y de valerse por sí mismo. Lo que equivale a decir, de valer.

Esta identificación, posibilitada por la interrupción del rito de iniciación que empareja a ambos personajes, se encuentra presente en el pasaje ya citado anteriormente (“A pesar de todo, Bastian se alegraba de que, de esa forma, tuviera algo en común con Atreyu” (Ende, 1993: Op. Cit.)), pero, además, y de manera mucho más explícita, ante el desafío que debe enfrentar Atreyu frente a la Puerta del Espejo Mágico:
Delante de él (…) la Puerta del Espejo Mágico. (…). Contaba con que, como había descrito Énguivuck, se le aparecería en el espejo alguna imagen espantosa de sí mismo, pero aquello –al haber dejado atrás todo miedo- le parecía sin importancia.
No obstante, en lugar de una imagen aterradora vio algo con lo que no había contado en absoluto y que tampoco pudo comprender. Vio a un muchacho gordo de pálido rostro –aproximadamente de la misma edad que él- que, con las piernas cruzadas, se sentaba en un lecho de colchonetas y leía un libro. Estaba envuelto en unas mantas grises y desgarradas. Los ojos del muchacho eran grandes y parecían muy tristes. (Ende, 1993: 101)
La imagen del muchacho reflejado en el espejo es la imagen del propio Bastian, quien encuentra en la figura de Atreyu todos aquellos atributos con los cuales a él le gustaría contar. Con la inclusión del tema del doble, al aunar a ambos personajes en una sola imagen, lo que la novela presenta son las diferentes configuraciones que puede alcanzar un mismo joven, según cuál sea el trato que los adultos le brinden, y las herramientas que le otorguen para poder dar cuenta del verdadero valor que reside en él.

La lectura de la Historia interminable (libro tomado por Bastian antes de escapar de la librería del señor Koreander) como rito o pasaje de iniciación en el personaje de Bastian, a través del cual reconstruye su identidad y consigue su legitimización dentro del mundo adulto.
En la segunda hipótesis de este trabajo, lo que nos animamos a afirmar fue la existencia dentro de la novela de un segundo rito iniciático, esta vez sí recorrido y finalizado con éxito. Ese segundo pasaje o rito de iniciación consiste en la lectura que realiza Bastian del libro robado al principio de la historia.

Es a través de esa lectura que Bastian consigue recuperar el valor y su relación con el padre.

En las páginas finales, durante el encuentro que el personaje tiene con su padre, la escucha que este realiza de Bastian no aparece bajo la descripción de una conversación asimétrica entre adulto y niño, sino como el diálogo de pares que han atravesado una misma tragedia (sin duda, la de la muerte de la madre de Bastian). Si al principio de la novela se describe la negación del padre hacia su hijo como un interlocutor válido (“Bastian comprendía que su padre estaba triste. También él había llorado entonces muchas noches. (…). Pero aquello había pasado poco a poco. Y, después de todo, él estaba allí. ¿Por qué no hablaba su padre con él, por qué no hablada de mamá, de cosas importantes, y no solamente de lo imprescindible?” (Ende, 1993: 37); luego del reencuentro entre padre e hijo la conversación se tornará posible: “Su padre lo escuchaba como nunca lo había escuchado. Comprendía lo que Bastian le contaba”. (Ende, 1993: 413).

Además del reconocimiento del padre hacia el hijo, como alguien cuyas palabras son dignas de ser escuchadas, como alguien cuyas experiencias tienen valor, la transformación de Bastian se hace evidente en la historia a partir de las elecciones que hace al momento de enfrentar sus conflictos. Encerrado en la escuela, y sin nadie que le abra la puerta, es la experiencia de haber atravesado con éxito el rito de iniciación, lo que le otorga el coraje que posibilita su salida:
Bastian subió otra vez al primer piso y se dirigió a la ventana. La abrió y salió afuera.
El andamio se componía sólo de vigas verticales, entre las cuales, a intervalos fijos, había tablas horizontales. Las tablas se balancearon con el peso de Bastian. Por un segundo sintió vértigo y tuvo miedo, pero los dominó. Para quien había sido Rey de Perelín, no había problemas. (Ende, 1993: 412).
Ante el encuentro con el padre, y al momento de dar explicaciones acerca de su ausencia, elije contar la verdad.

Y frente a la posibilidad de que su padre ocupe su lugar, cuando decide de enfrentar al señor Koreander, Bastian rechaza el ofrecimiento. Es en ese último acto, precisamente, en el que la transformación de Bastian (llevada adelante por medio de la realización con éxito de su rito iniciático) resulta finalmente confirmada.

El enfrenamiento con el librero, despreciador del mundo infantil (es ese mismo personaje quien declara: “Mira, chico, yo no puedo soportar a los niños. Ya sé que está de moda hacer muchos aspavientos cuando se trata de vosotros… Pero eso no reza conmigo. No me gustan los niños en absoluto.” (Ende, 1993: 8)) representa el enfrentamiento con el mundo adulto, y otorga a Bastian la oportunidad de demostrar su capacidad para poder introducirse y luchar en ese mundo. Es en última instancia, y fundamentalmente, aquel acto el que, finalmente, le otorga el reconocimiento del padre:
Los ojos de Bastian brillaban. Luego dijo indeciso:
-Sin embargo, antes tengo que hacer otra cosa. Tengo que ir a ver al señor Koreander y decirle que le robé el libro y que lo he perdido.
El padre le cogió la mano.
-Oye Bastian: Si quieres puedo hacerlo por ti.
Batian movió la cabeza.
-No. -Decidió-. Es asunto mío. Quiero hacerlo yo mismo. Y lo mejor es que lo haga enseguida.
Se levantó y se puso el abrigo. El padre no dijo nada, pero en la mirada que lanzó a su hijo había sorpresa y respeto. El chico nunca se había portado antes así.
-Creo –dijo finalmente le padre- que yo también necesitaré algún tiempo para acostumbrarme a los cambios.
(Ende, 1993: 414-415).
Conclusiones.
En la novela de Michael Ende las ideas volcadas por Francoise Dolto acerca de la importancia de los ritos de iniciación y las consecuencias de su ausencia en las sociedades occidentales modernas se ven reflejadas a partir de las acciones que concadenan la historia y de las modalizaciones que se hacen presentes en el discurso.

La presencia del rito sirve, en primer lugar, para dar cuenta de los atributos positivos del personaje de Atreyu. Es valiente, y está dispuesto a abandonar la etapa de la niñez para ser reconocido como miembro de valor en su comunidad (el pasaje de iniciación lo llevará a convertirse en un cazador).

Si el rito de iniciación de Atreyu no alcanza a ser llevado a cabo, es porque la historia requiere de la identificación entre los personajes para que la narración avance. La interrupción, entonces, adquiere sentido porque, sin la concreción del rito, Atreyu sigue permaneciendo dentro del mundo juvenil, ese del cual Bastian no tiene forma de salir.

El valor del rito propuesto por Dolto se encuentra reflejado a partir de los atributos que la enunciación deposita en Atreyu, y en la transformación que consigue realizar con éxito Bastian.

Es el rito de iniciación el que alienta y promueve los rasgos de Atreyu que Bastian anhela, y que él no es capaz de desarrollar ante la falta de incentivo que su sociedad le propone para que estos sean considerados. La falta de acompañamiento del mundo adulto hacia Bastian inhibe el desarrollo de sus posibilidades como ser y lo aísla del mundo adulto.

Esta falta de acompañamiento, provoca, asimismo, el aislamiento en el que se encuentra el personaje de Bastian, sobre el cual se manifiesta Dolto en su análisis sobre la juventud de las sociedades occidentales modernas.

Bastian no puede poseer aquellos rasgos que provocan su admiración por Atreyu, porque Bastian no cuenta con ningún rito o pasaje que lo aliente a desarrollar el valor u otras cualidades que el día de mañana le permitirá entrar al mundo adulto.

La situación original de Bastian, a diferencia de la de Atreyu, coincide plenamente con la descripción que Dolto realiza de los jóvenes, y será sólo luego de atravesar su propio rito iniciático (representado en la novela por su lectura del libro robado) que logrará superar la muerte de su infancia, y obtener el reconocimiento del mundo adulto.

Es así, que en la novela de Ende, el problema que presenta Dolto (en relación a la ausencia de ritos de iniciación a través de los cuales los jóvenes puedan incorporarse a la sociedad como pares de valor) es resuelto por la experiencia transformadora de la literatura, que facilita, a Bastian, el descubrimiento de aquellos atributos latentes en él, que por sí solo no hubiera sido capaz de reconocer y de asumir como propios.


_____________
[1] La cita Olavarría se encuentra referida en el artículo de Muñoz Chacón como: Olavarría José. Adolescentes/jóvenes: qué poco sabemos de ellos. Chile, FLACSO Chile, 1999b. Red de masculinidad http://www.flacso.cl/masculinidad.htm#inicio

[2] Ante las dudas de Cairón acerca de Atreyu como posible salvador de Fantasía, y confundido por la extraña elección de la Emperatriz Infantil, en su despedida de Atreyu, Cairón cae en la cuenta del verdadero valor del personaje:
“El muchacho se volvió e iba a salir ya de la tienda cuando el centauro lo llamó otra vez. Mientras estaban frente a frente el viejo le puso ambas manos sobre los hombros, lo miró con una sonrisa respetuosa en los ojos y dijo despacio: -Creo que empiezo a comprender por qué te eligió la Emperatriz Infantil, Atreyu. (Ende, 1993: 46).

Bibliografía:
Ende, Michael (1993): La historia interminable. R.B.A. Editores. Barcelona, España.
Barthes, Roland (2004): S/Z. Siglo XXI Editores. Buenos Aires, Argentina.
Dolto, Francoise (1990): La causa de los adolescentes. Seix Barral. Buenos Aires, Argentina.
----------------------- (1990b): La importancia de decirle a los niños la verdad. Ed. Paidos. Buenos Aires, Argentina.
Ende, Michael (1996): “Pensamientos de un indígena centroeuropeo”, en Carpeta de apuntes. Alfaguara. Buenos Aires, Argentina.
Gómez Robledo, Xavier (1980): “El análisis textual de Roland Barthes”, ponencia presentada en el IV Coloquio Nacional Universitario sobre Lengua Escrita. Colima, Colombia.
Muñoz Chacón, Sergio (2001): “En busca del Pater Familias: Construcción de identidad masculina y paternidad en adolescentes y jóvenes”. En Adolescencia y juventud en América Latina, Donas Burak, Solum (Comp.). Libro Universitario Regional. Cartago, Costa Rica.
Balladini, Cecilia (2012): “Ritos de pasaje y de iniciación como búsqueda identitaria juvenil”, en publicación virtual Observatorio de jóvenes. Disponible en www.perio.unlp.edu.ar/node/175 (última visita 11/07/2018).
Fernández, Norma (2013): “La previa: ritual tribal de la cultura actual”. Ponencia en Jornada anual Centro Oro.
Reguillo Cruz, Rosana (2000): Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto. Enciclopedia latinoamericana de sociocultura y comunicación. Editorial Norma. Buenos Aires, Argentina.
Sánchez Parga, José (2005): El oficio del antropólogo: crítica de la razón (inter) cultural. Ed. Caap. Quito, Ecuador. 

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